Las fiestas de palacio no son tan distintas a las que se ven en películas y series de época, incluidos los cuentos clásicos como Cenicienta o La bella y la bestia. Prueba de ello es el curioso vídeo de la princesa Mary (50 años) y Federico de Dinamarca (54) bailando como se hacía antaño en el Castillo de Christiansborg, junto a otros invitados y miembros de la familia real. Cumplían así con una antigua tradición, que data de 1958.
El primer gran evento de este tipo que se celebró tuvo a los entonces reyes, Federico IX e Ingrid como anfitriones y se invitó a 500 personas nada menos entre personalidades de la realeza, la sociedad y la política. Desde entonces se ha convertido en una tradición en la Casa Real, aunque lo cierto es que hacía cuatro años que no se organizaba. Así pues, la cita ha vuelto con más brillo que nunca.
La heredera al trono repitió su vestido largo asimétrico en fucsia del diseñador David Andersen y lo combinó con salones del mismo color firmados por Gianvito Rossi. Los altísimos tacones no le impidieron ser parte del baile con el que se abrió la fiesta y que ha sido un auténtico éxito en las redes sociales, tanto en Twitter como en Instagram.
[La reina Margarita de Dinamarca celebra su jubileo, marcado por el fallecimiento de Isabel II]
Todo comienza con una reverencia muy principesca, tras la cual empieza a danzar con su marido, de esmoquin, y luego va pasando de mano en mano con otras invitadas e invitados. Se puede ver a la princesa Benedicta de Dinamarca (78), entre otros miembros de la casa Glücksburg.
Este baile de salón tiene el nombre de Les Lanciers y fue muy popular en los siglos XVIII y XIX. Comenzó en el castillo de Christiansborg a las 11:30 de la noche, en el salón de los Caballeros, y se realizó en cinco rondas. El príncipe Federico y su esposa, que habían ensayado los pasos con anterioridad, cumplieron con su papel de bailarines con más empeño que acierto. En algunos momentos parecían tener alguna dificultad para seguir el compás.
Aún así, el resultado fue satisfactorio y a los fieles seguidores del boato que rodea al Gotha les ha parecido casi como un cuento de hadas hecho realidad en pleno siglo XXI. Además, de este modo pudieron rememorar una clásica tradición que les hace viajar en el tiempo. Quizá les recordara también al vals de su boda en 2004 y de hecho Mary llevaba en su estilismo algo que la conectaba con aquel día tan especial. Se trata de la tiara de oro blanco, diamantes y perlas que sus suegros le regalaron con motivo de su enlace y que lució en la ceremonia.