El 20 de noviembre era una fecha señalada en rojo en el calendario de la fallecida Isabel II. Un día como este, pero en 1947, celebró su matrimonio con el duque de Edimburgo. Era la primera boda real desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Un acontecimiento histórico celebrado en la Abadía de Westminster que este año estará marcado por la ausencia de sus protagonistas. La Reina británica falleció el pasado 8 de septiembre, un año y medio después de su marido, quien perdió la vida el 9 de abril de 2021.
El matrimonio de Isabel II y el duque de Edimburgo duró 73 años, hasta que la muerte los separó. Fue el más longevo de la historia de los royals, pero no el más idílico. Ambos pasaron por crisis, desplantes, quejas y hasta supuestas infidelidades -por parte del Príncipe y que no llegaron a cofirmarse-. Pero siempre venció el amor.
Ni su parentesco ni los sacrificios que tuvieron que hacer, les impidió casarse. Eran primos terceros por parte de la reina Victoria y, para poder oficializar su enlace, el duque de Edimburgo tuvo que renunciar a su religión, ortodoxa griega; a su apellido, Mountbatten, en pos del de su esposa; y a su título de príncipe de Grecia y Dinamarca.
Se conocieron cuando ella tenía 13 años y él, 18. Pero su romance comenzó tiempo después. Por orden del rey Jorge VI, la boda tuvo que esperar hasta 1947, cuando Isabel II cumplió 21 años. Finalmente, el enlace se produjo frente a 2.000 invitados, de los cuales 10 eran monarcas. Era la primera boda royal retransmitida en todo el mundo, gracias a la radio de la BBC.
Para la ocasión, Isabel II lució un vestido de color marfil en satén, firmado por el diseñador de la corte, sir Norman Hartnell. Lo completó con la tiara de diamantes de su abuela, la reina María. Detalles vistosos, pero algo menos importantes en comparación con lo que supuso aquel enlace: la unión eterna una Reina con un hombre que estuvo destinado para servirle.
El duque de Edimburgo sabía perfectamente cuál era su lugar y, aunque en muchas ocasiones intentó destacar, le brindó su apoyo a Isabel II. "Ha sido mi sostén y fortaleza durante todos estos años, y yo y toda su familia, así como este y muchos otros países, le deben un reconocimiento mayor del que él nunca reclamaría o del que nosotros podamos imaginar", dijo la Reina en sus bodas de oro en 1997.
Desde el primer momento, la relación de ambos estuvo marcada por el drama. El pasado alemán de Felipe y sus apellidos no entusiasmaron a la Familia Real ni al sector más conservador de la sociedad. Pero aquello, fue solo una pequeña parte de las dificultades que tuvieron que afrontar en su matrimonio.
Inmediatamente después de pronunciar el 'sí, quiero', Felipe Mountbatten perdió para siempre su título 'de Grecia y Dinamarca'. A cambio, el rey Jorge VI le concedió el tratamiento de su Alteza Real, lo nombró conde de Merioneth, barón de Greenwich y duque de Edimburgo. Más tarde, Isabel II lo nombró príncipe del Reino Unido y primer Caballero.
Tras la muerte del rey Jorge y el automático ascenso de Isabel II, el duque de Edimburgo también tuvo que renunciar a la Marina. Su única alternativa y función era ejercer de consorte. Así fue hasta que perdió la vida.
Además de acompañarla en muchos de sus compromisos institucionales, el duque de Edimburgo fue el sostén de la monarca en cada problema personal y familiar. Permaneció a su lado en las crisis matrimoniales de sus hijos y le brindó tranquilidad tras la muerte de Diana de Gales.
Pero el duque de Edimburgo no fue el único paciente de la relación. La reina Isabel II tuvo que lidiar con su carácter hasta su último suspiro. Según expertos en la Corona británica, el duque de Edimburgo no fue un hombre fácil. Para algunos, tampoco fue un hombre fiel. Se le atribuyeron algunas aventuras románticas fuera del matrimonio que, sin embargo, nunca llegaron a demostrarse. De haber existido alguna crisis de pareja, siempre la sortearon desde la más estricta intimidad. Ante la mirada pública, se quisieron, respetaron y toleraron hasta el último momento.
El duque de Edimburgo falleció el 9 de abril 2021 debido a su avanzada edad. Un año y cinco meses después, fue la reina Isabel II quien se marchó para siempre, a la edad de 96 años y también por causas naturales. Hoy, su aniversario de bodas y su amor no es más que un recuerdo histórico.