Este lunes, 21 de noviembre, se ha emitido al completo el cuarto capítulo del pódcast Corinna y el rey, llamado Matar a Dumbo. A lo largo de sus 40 minutos de duración, la empresaria germano-danesa desvela nuevos detalles del safari a Botsuana que cambió para siempre su vida y la del rey Juan Carlos (84 años).
Un regalo que el emérito hizo a Alexander Kyril zu Sayn-Wittgenstein (22), el hijo de Corinna Larsen (58), cuando éste cumplió 10 años, en la primavera de 2012. Al pequeño le hizo muchísima ilusión, pero al llegar a aquel lujoso lugar, su madre cayó enseguida en que aquello no era un plan diseñado para un niño. Tampoco fue un regalo de Juan Carlos a Alexander: en realidad fue un detalle que el empresario sirio, fallecido en 2019, Mohamed Eyad Kayali, quiso tener con su amigo el Rey.
A lo largo del episodio, la expareja Juan Carlos I desvela que al aterrizar en Botsuana, tomaron un helicóptero, y tras ese viaje, se encontraron con "docenas de tiendas de campañas de lujo, una red masiva de tiendas de campaña a modos de suite, sólo para Juan Carlos: una de ellas es un baño, otra para dormir con una cama de verdad; otra, la recepción; otra, para su mayordomo...".
A donde va él, va todo su séquito. Juan Carlos necesitaba un equipo para cerciorarse de que nadie rompía el perímetro de seguridad. Cabe recordar que todo aquello se organizó siendo él todavía rey de España. El despliegue alrededor de ese glamping fue masivo: su equipo de seguridad, sus mayordomos, su personal más cercano... "Hasta que llegué a Botsuana con mi hijo siempre pensé que era un safari organizado para el pequeño, un regalo del Rey, ¿pero un glamping de este nivel? No había ningún safari para niños", expresa Corinna.
La empresaria, en ningún caso, revela el nombre exacto del glamping en el que estuvieron aquellos días, pero, el "glamping", concepto que ella misma aporta, es una elitista forma de hacer acampada. Como su propio nombre indica, glamping fusiona la conexión con la naturaleza del camping tradicional con el glamour de una habitación de hotel de lujo. El viaje estaba hecho a la medida y los deseos del Rey, aunque pagado por su amigo Kayali, que desemboló casi 50.000 euros por aquellos días de lujo africano.
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"Aquel jueves por la noche, Alexander y yo intentábamos dormir, porque había sido un día muy duro para él, de mucha actividad física y mucho calor, pero era evidente que fuera de nuestra caseta de campaña empezaron una larga noche de vino y copas. Juan Carlos llevó cajas y cajas llenas de Vega-Sicilia, su vino favorito, de una de las bodegas más antiguas de España". Corinna y su hijo, expresan en el pódcast, se duermen con "las risas borrachas" de Juan Carlos de fondo.
Tras esos vinos y esas copas, el Rey se cae al tropezar con una rama o una piedra. Corinna Larsen sugirió que se necesitaba un avión medicado y del Gobierno para llevar a su país al jefe del Estado. Juan Carlos quería volar en el jet privado de la que fue su pareja. "Me presionaron y tuve que aceptar. Él podía morir si el avión no llegaba a tiempo", declara Corinna. "No pudimos ni hacer maletas. Cogí a mi hijo, mi bolso, mi pasaporte y mi tarjeta de crédito". Embarcaron al Rey en una silla de plástico con una manta rosa.
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A Juan Carlos le empezaron a inyectar líquidos por vía intravenosa para prepararlo para la operación. Comienzan los miedos y las preguntas en aquel avión, "¿qué pasa si hay problemas en esas nueve o diez horas de vuelo? ¿Qué sucede si el Rey muere y llega sin vida a su país?", piensa Larsen. De repente, la azafata se acerca a Corinna y le dice: "Señora, el Rey ha pedido una copa de vino".
"Inmediatamente, llamé a Vicente [García-Mochales], su jefe de seguridad, y le dije que el Rey estaba medicado y que había pedido una copa de vino. Su respuesta fue que él no hace caso a nadie y que hace lo que quiere. Me acerqué a hablar personalmente con él y me dijo: 'Soy el Rey, puedo hacer lo que me dé la gana'. Se puso como un niño diciendo que él podía hacer lo que quería".