Era un frío 9 de diciembre de 1992, rozaban las 15:30 horas, las imponentes paredes de la Cámara de los Comunes se convirtieron en el epicentro de un anuncio que sacudió los cimientos de la realeza británica. El primer ministro de Reino Unido, John Major (80 años), se levantó para dar a conocer al mundo la noticia que había estado circulando en los tabloides y se había convertido en un secreto a voces: la ruptura de Diana de Gales y Carlos III (75).
"Se anuncia desde el Palacio de Buckingham que, con pesar, el Príncipe y la Princesa de Gales han decidido separarse. Sus Altezas Reales no tienen planes de divorciarse y sus posiciones constitucionales no se ven afectadas. Esta decisión se ha tomado de forma amistosa y ambos seguirán participando en la crianza de sus hijos. La reina y el duque de Edimburgo, aunque tristes, comprenden las dificultades que han llevado a esta decisión", comunicaba Major.
Así, la historia de amor de ambos llegaba a su fin y ese día -hace hoy 31 años- marcó un cambio notable en la historia de la Corona británica. Un romance que comenzó con su boda real el 29 de julio de 1981, en la majestuosa Catedral de San Pablo, en Londres. El enlace fue un evento que capturó la atención mundial. Mientras Diana Spencer, conocida como La Princesa del Pueblo, encantó a todos con su belleza y gracia, el hijo de Isabel II representaba la figura real.
Sin embargo, su relación ya había comenzado con mal pie. Horas antes de darse el 'sí, quiero', el joven Carlos confesó a su entorno que tenía serias dudas con este matrimonio. "Es exquisitamente hermosa, una amapola perfecta. Pero muy niña. Ni siquiera parece lo suficientemente mayor como para haber terminado la escuela, mucho menos para casarse". Así lo reveló el documental producido por la BBC, Carlos y Diana, la verdad sobre su boda.
Un año después de aquello nacía su primer hijo, el príncipe Guillermo (41). En 1984, llegaba el segundo, el príncipe Harry (39). Las grietas en su relación comenzaron a emerger, y las diferencias en las personalidades y los objetivos de la pareja se volvieron cada vez más evidentes.
Carlos, enfocado en sus responsabilidades como príncipe y heredero al trono, y Diana, buscando una conexión emocional y apoyo en su papel como princesa, enfrentaron desafíos significativos. Lady Di significaba todo lo contrario a lo que la Casa Real británica había intentado mantener durante años. Ella se alejaba del lema de la familia: Never complain, never explain (Nunca te quejes, nunca des explicaciones).
El punto de inflexión llegó en 1992, después de los rumores de crisis. Las informaciones de las continuas tensiones entre la pareja se filtraron constantemente en la prensa, los tabloides británicos abrían sus portadas con Carlos y Diana, convirtiendo su vida privada en un espectáculo mediático.
La declaración de Major aquel 9 de diciembre también abordó la creciente presión de los medios que la pareja había enfrentado a lo largo de los años. Se reconocía que la pareja había experimentado "problemas considerables" debido a esta atención constante y que la decisión de separarse se tomó con la esperanza de poner fin a las especulaciones y permitir que ambos pudieran llevar vidas más privadas.
Aunque se afirmaba que la separación era amistosa, la realidad detrás de las escenas era más compleja, con tensiones y desafíos personales que se prolongarían en los años siguientes. La mirada del mundo se posó en la inevitable incertidumbre que se cernía sobre la estabilidad de la institución monárquica y cómo esta noticia resonaría en la percepción pública de la Familia Real británica.
Los titulares se multiplicaron, los análisis inundaron las páginas de los periódicos y la opinión pública se sumió en un estado de conmoción. El anuncio de la separación marcó el inicio de un período complicado tanto para Carlos como para Diana, cuyas vidas personales se convirtieron en una trama pública sin precedentes.
Ese día se convirtió en un hito que delineó el camino de la Casa Real en las décadas posteriores y su separación no sólo fue un capítulo personal en sus vidas, sino un episodio que dejó una marca indeleble en la historia de la monarquía.
Finalmente, el 28 de agosto de 1996, el divorcio se hizo oficial. Diana retuvo el título de Princesa de Gales, pero renunció al tratamiento de "Su Alteza Real". Un año después, la activista británica fallecía en París tratando de huir de los paparazzi. No fue hasta 1999 cuando el actual Rey y Camila Parker (76) realizaron su primera aparición conjunta como pareja.