De todas las monarquías reinantes en Europa, una de las parejas más atípicas es la de Charlène (46 años) y Alberto II de Mónaco (66). Este 1 y 2 de julio se celebran 13 años de su televisado enlace que tuvo dos partes. En el primer día tuvo lugar la ceremonia civil en el Salón del Trono del Palacio Grimaldi, donde el 18 de abril de 1956 también pronunciaron el "sí, quiero" la queridísima Grace Kelly y Rainiero III; al día siguiente se celebró el enlace religioso en el patio principal de Palacio ante 850 testigos directos. No hubo representación por parte de los Borbones y de todas las figuras invitadas quien más destacó por su elegancia fue Farah Diba (85). 

Si el beso es lo que más se recuerda de las bodas, en este caso lo que permanece en la memoria histórica es la continua llorera de la princesa que parecía ir al matadero. Tremendamente desconsolada, con la mirada triste y perdida, la exnadadora olímpica fue el centro de todos los comentarios que generaron infinidad de rumores sobre el porqué de ese estado. Más de una década después las explicaciones siguen sin convencer

Las infidelidades de él, las supuestas huidas de ella del principado, la firma de una cláusula secreta y los conflictos diplomáticos fueron ingredientes más que suficientes para que el cuento se transformara en una novela de intriga desde el principio. El semanario galo L’Express publicó que la joven había intentado huir hasta en tres ocasiones para evitar el gran día. Se comentó que intentó zafarse durante la prueba del vestido de novia en París, después durante la celebración del Gran Premio de Mónaco de F1 y, posteriormente, que la futura princesa habría comprado con su propio dinero un billete a Sudáfrica. 

Alberto y Charlène de Mónaco en el primer día de su enlace en 2011. Gtres

Sin embargo, los servicios de inteligencia abortaron aquel intento. Muchos afirmaron que las lágrimas durante el enlace católico tenían que ver con aquellas intentonas que posteriormente fueron desmentidas por palacio. El periódico The Times obtuvo la exclusiva de una entrevista con la princesa que aseguraba que todo se debió a los nervios y la tensión

Hay que remontarse al año 2000 cuando se vieron por primera vez durante los Juegos Olímpicos de Sídney, sin embargo, las primeras miradas acarameladas llegaron poco después en el Encuentro Internacional de Natación de Montecarlo donde Charlène ganó la medalla de oro de 200 metros a espalda. Hasta que en febrero de 2006 se publicaron unas fotos en las que se les veían como dos tortolitos, cada uno había hecho su vida. Ella había salido con el nadador sueco Lars Frölander, después llegó el jugador de rugby André Snyman y le siguieron los nadadores Robin Francis y Massimiliano Rosolino. 

Por su parte, el príncipe había dejado de añadir más nombres a su currículum amoroso en el figuraban nombres tan conocidos como Claudia Schiffer (53), Naomi Campbell (54), Tasha de Vasconcelos (57), Brooke Shields (59), Angie Everhart (54) e incluso con Ana Obregón (69) -ésta última relación es harina de otro costal- para prestar más atención a los dos hijos ilegítimos reconocidos, Jasmin Grace (31) -su madre era camarera- y Alexander (20), cuya progenitora Nicole Coste, una azafata de una compañía aérea, puso en un aprieto al príncipe ya que desveló su romance en 2005. 

Charlène y Alberto de Mónaco en una imagen de 2011. Gtres

A pesar de los más de 13.000 kilómetros que les separaban, la pareja real hacía lo imposible por mantener en vigor la llama que les había unido varios años antes. A partir de 2006, Alberto y Charlène empezaron a verse con más asiduidad. Los rumores hervían. "¿Será la definitiva?", "¿Quién es Charlène?", se preguntaban en las redacciones. Poco a poco su relación empezó a tomar forma. 

Unas imágenes que mostraban a Charlène feliz por primera vez junto a dos de los sobrinos de su futuro prometido, Andrea (39) y Carlota (37) -hijas de Carolina de Mónaco (67) y Andrea Casiraghi- en el Gran Prix de Fórmula 1 de Montecarlo, hacían pensar que lo mejor estaba por venir. Justamente, tras la competición del mayor evento deportivo del principado tuvo lugar la presentación oficial a nivel social de Charlène y Alberto II en la fiesta celebrada en el Club del Automóvil

Cuatro días después de su asistencia al enlace entre Victoria de Suecia (46) y Daniel Westling (50), la Casa Real Monegasca anunció el compromiso oficial entre Charlene Wittstock y Alberto II de Mónaco. Para sellar ese momento tan especial, el príncipe encargó a la joyería parisina Repossi el diseño de un diamante de tres quilates en forma de pera rodeado por una hilera de brillantes. El gran debut social de la pareja fue en la corte de los Windsor, cuando el 29 de abril de 2011 se casaron el príncipe Guillermo (42) y Kate Middleton (42), actuales príncipes de Gales y, por consiguiente, futuros monarcas británicos. 

Alberto II y Charlene de Mónaco, en noviembre de 2023. Gtres

Para celebrar la felicidad que reinaba en los Grimaldi, el 30 de junio se organizaron una serie de festejos que culminaron con el concierto de la banda Eagles en el estadio Luis II de Mónaco al que asistieron 15.000 monegascos. Por tradición, el monarca y su pueblo siempre han mantenido una afinidad especial. En total, los gastos por los tres días de celebraciones subieron a 45 millones de euros. Tras los dos enlaces, los recién casados se fueron de luna de miel a Sudáfrica, tierra natal de la novia, donde según aseguró el Daily Mail estuvieron alojados en hoteles diferentes. 

Tras sortear nuevamente una oleada de rumores que intentaban destruir su aparente falibilidad, el Palacio comunicó oficialmente en la primavera de 2014 que los príncipes estaban embarazados. Finalmente, el 10 de diciembre Charlène daba a luz a sus dos únicos hijos, los príncipes Gabriella (9), condesa de Carladés, y Jacques (9), marqués de Baux. Se da la circunstancia que la niña es la primogénita, pero como en Mónaco aún existe la Ley Sálica, será el niño quien algún día suba al trono.

Tras el alumbramiento, la princesa quedó enclaustrada en palacio para cuidar de sus descendientes y, de esta manera, desaparecer elegantemente de la escena social del Principado donde las grandes fortunas le pagaban con la indiferencia y el vacío. Entre los nombres más notables figuraban los coleccionistas de arte David y Ezra Nahmad, la socialité Lily Safra o la familia Pastor, entre cuyos miembros se encuentra Fabrizio, hijastro de José Luis de Vilallonga, ya que su madre, Sylianne Stella, estuvo casada con Michel Pastor. 

Los príncipes Alberto y Charlène de Mónaco con sus hijos en una imagen de archivo de 2024. Gtres

Tras casarse, oficialmente Charlène es la primera dama de Mónaco, pero los más próximos a la corte saben que quien ostenta ese papel es Carolina, separada desde hace más de una década de Ernesto de Hannover, con quien tiene una hija, Alejandra (24). Si no se ha divorciado es porque a la Grimaldi le interesa seguir ostentando el título de Alteza Real para que la inviten a los acontecimientos más relevantes del Gotha. 

Durante años, la princesa no ha acudido a algunos de los eventos más señalados del calendario monegasco como las fiestas de Santa Devota o el Baile de la Rosa, donde Carolina supo desplegar sus encantos para ser la anfitriona perfecta. En su palacio de cristal, la esposa de Alberto II ha vivido ajena a la realidad, hasta que varios sucesos y escándalos la pusieron nuevamente en el punto de mira. En 2021, Charlène desapareció durante 10 meses sin que nadie supiera qué había sido de ella.

Volvieron a surgir rumores sobre problemas de convivencia que vaticinaban un divorcio inminente, sobre todo, a raíz de su viaje a Sudáfrica para visitar a varios familiares y asistir a la inauguración del monumento del difunto rey zulú Goodwill Zwelithini. Todo está preparado para que volviera, pero la primera dama decidió quedarse en su país de nacimiento ya que, según confirmó la Fundación princesa Charlene de Mónaco, una infección de garganta, oído y nariz la tenía postrada en un hospital. Todo aquel trajín coincidió con el décimo aniversario de su boda, que tuvieron que celebrar por separado. Es cierto que Alberto y los niños viajaron hasta Sudáfrica para verla en varias ocasiones. 

Alberto y Charlène de Mónaco en una imagen de archivo de 2016. Gtres

En ese runrún de informaciones contradictorias se decía que Charlène había sido operada en tres ocasiones y que estaba tan tremendamente frágil que no podía viajar en avión. Cuando por fin lo hizo, aterrizó en Niza, pero no tardaría en abandonar la Costa Azul rumbo a Suiza para internarse en la Clínica les Alpes de Montreux especializada en salud mental y adicciones por un precio de 40.000 euros semanales. Estuvo ingresada otros cuatro meses más. En marzo de 2022, los portavoces de Palacio informaron que se encontraba en el Principado, pero que no aparecería en público ya que tenía que “reforzar aún más su salud antes de retomar gradualmente sus funciones oficiales”. Al poco tiempo apareció junto a su familia en el posado de Pascua y en el campeonato de rugby de Santa Devota. Con cuenta gotas iría cumpliendo algunos de sus compromisos

El gran escándalo que empañó la figura de Charlène empezó a gestarse el 7 de junio de 2023, cuando Alberto despidió de forma fulminante a Claude Palmero, administrador de los bienes de la Corona y protegido de Rainiero III. El exempleado no tardaría en vengarse cuando gran parte de la información anotada en sus cuatro cuadernos secretos empezó a hacerse pública en Le Monde. No dejaba títere sin cabeza, pero sin duda una de las peor paradas era Charlène. Según el extesorero de los Grimaldi, la princesa le sorprendió por su alto tren de vida. Tras la mirada de corderita se escondía una mujer aparentemente fría que hacía y deshacía con la ingente fortuna de Alberto, que según Celebrity Net Worth la calcula en 1.000 millones de euros. 

Por ejemplo, se gastó 700.000 euros en el nacimiento y bautizo de sus hijos; Palmero le dio 584.000 euros para cubrir un descubierto en un banco; varios cientos de miles de euros se utilizaron para satisfacer las necesidades de su familia, entre ellas, los 300.000 euros donados a su Sean Wittstock para comprarse una mansión en Sudáfrica. Y lo más duro de todo fue, según el exasesor financiero, el quebrantamiento moral y legal orquestado por Charlène, ya que no solo había contratado a niñeras que habían entrado al principado con pasaporte falso y cobraban 100 euros al día para cuidar a sus hijos, sino que también había contratado a una filipina multitarea que llegó con visado de turista durante un mes “y ha estado ilegal en el país durante cinco años”, según la documentación aportada por Palmero.