A pocos minutos del Palacio de Kensington, el príncipe Carlos de Inglaterra (75 años) y Lady Di presentaron oficialmente el 16 de septiembre de 1984 a su hijo, el príncipe Harry (40), que había nacido el día antes. Los paparazzi esperaban con anhelo frente a la puerta principal del Ala Lindo del St Mary's Hospital, en el barrio de Paddington. Este centro privado es lo más parecido a un hotel de cinco estrellas. Para hacernos una idea, cuando Kate Middleton (42) dio a luz en abril de 2018 la habitación costaba unos 7.000 euros por noche, y eso que no escogió una suite.
Mientras los cuatro hijos de Isabel II y el príncipe Felipe de Edimburgo nacieron en Buckingham Palace, muchos de sus nietos lo hicieron en este exclusivo hospital al que también vienen a dar a luz celebridades de alto perfil como Amal (46) y George Clooney (63). Tras el posado de rigor, los entonces principes de Gales regresaron a su residencia oficial en el Palacio de Kensington, concretamente, a los apartamentos 8 y 9. En la más estricta intimidad el recién nacido también estaba acompañado por su hermano mayor, Guillermo (42), llegado al mundo dos años antes.
Desde el momento en que nacieron sus hijos, Diana traspasó los límites de lo que se esperaba de la madre de los herederos reales: eligió sus propios nombres y les dio el pecho cuando eran bebés. "Lo más importante es ser madre y esposa. Eso es lo que trato de lograr; si lo logro o no es otra cosa, pero lo intento", dijo la princesa en una entrevista en noviembre de 1985. Para ella era sagrado darles un beso de buenas noches.
Todo parecía irradiar felicidad en el interior del Palacio de Kensington, pero la realidad era bien diferente porque Diana empezó a sospechar que su esposo se veía con su amante, Camila Parker (77). Finalmente, lo pudo comprobar cuando dio a la tecla de rellamada en el teléfono fijo de sus apartamentos y apareció al otro lado de la línea una voz femenina.
Como consecuencia, Diana también le fue infiel, concretamente, con James Hewitt (66), de quien llegó a rumorearse que era el padre biológico de Harry por sus rasgos pelirrojos. Finalmente, porque tres eran una multitud en su matrimonio, tal y como le confesó en televisión al defenestrado periodista Martin Bashir (61) tras tender una trampa a la princesa, los Gales se separaron en 1992.
Antes de que llegara la disolución del matrimonio, la tradición en la familia real decía que los hijos de la realeza debían ser educados en casa por su institutriz. Sin embargo, la princesa Diana cambió la educación real para siempre cuando Guillermo y Harry asistieron a la guardería de la señora Mynors en Notting Hill en septiembre de 1985 y 1987, respectivamente. Inolvidables fueron aquellas imágenes del príncipe Harry uniformado y mirando hacia los paparazzi con unos prismáticos caseros de cartón. Diana se sentía un poco triste porque sus pequeños empezaban a ser independientes, le aterraba que se abriera un nuevo capítulo en su vida.
La princesa de Gales se ganó el cariño del pueblo desde el principio. Por su manera de ser, sus gestos, la forma de hablar y su misericordia. Con ella sí que se abrió una nueva etapa en la historia de los Windsor ya que sus hijos fueron los primeros miembros reales en recibir una educación completa en el sistema escolar público. Adiós a las institutrices de antaño.
Asimiso, Lady Di también tenía como objetivo criar a sus hijos lo más normal posible y brindarles una infancia sin preocupaciones, a pesar del hecho de que los ojos del mundo estaban constantemente puestos en la familia.
Ella estaba ahí para protegerles de las miradas indiscretas de los paparazzi. Pero también, gracias a ellos, consiguió que se propagara una imagen mucho más juvenil, pragmática y cercana de la monarquía. Por ejemplo, ¿quién no recuerda las fotografías de la princesa de Gales descendiendo con sus vástagos por el tobogán de agua de un parque de atracciones? ¿Y aquellas en las que se arrodillaba con los brazos extendidos para abrazarlos tras una temporada sin verlos por sus compromisos oficiales? En cierta ocasión, Diana comentó: "Vivo para mis hijos. Estaría perdida sin ellos".
En 1991 ocurrió un incidente que entristeció profundamente a la princesa del pueblo. Durante unas vacaciones invernales en una estación de esquí suplicó a los paparazzi que les dejaran tranquilos porque querían disfrutar sin agobios. De hecho, no tenían servicio de seguridad porque Diana quería que sus hijos se divirtieran de una manera lo más normal posible. También se lo pidió a las personas que los filmaban y fotografiaban.
Los paparazzi hicieron caso omiso. Harry recordó en el documental de Netflix que "la mayoría de mis recuerdos son de estar rodeado de paparazzi. Rara vez pasamos unas vacaciones sin que alguien con una cámara saltara de un arbusto o algo así". De ahí su sobreprotección en cuanto Meghan entró a formar parte en The Firm (La firma, como se conoce coloquialmente a los Windsor).
Con el paso de los años Harry cada vez ha sido más consciente de lo que significaban aquellos abrazos. En el documental Diana, nuestra madre: su vida y legado (2017) confesó que "ella simplemente te envolvía y te apretaba lo más fuerte que podía y, como yo era tan pequeño en ese entonces, no había escapatoria, estabas allí todo el tiempo que ella quisiera abrazarte. Incluso hablando de eso ahora, puedo sentir los abrazos que solía darnos".
Diana también se encargó de romper una vieja regla de Buckingham al llevar a William y Harry de gira oficial por algunos países. En ese caso contó con el apoyo del príncipe Carlos. Sin duda, todos estos pequeños gestos de la princesa influyeron en la personalidad de sus hijos como se ha demostrado recientemente con la publicación del vídeo oficial en el que Kate Middleton (42) relataba el fin de su tratamiento contra el cáncer donde se veía a los príncipes George (8), Charlotte (7) y Louis (4) correteando por el bosque y jugando con la arena.
Harry no dudó en tener unas palabras de cariño hacia su madre cuando en el polémico documental Harry y Meghan (Netflix), el duque de Sussex recordó que "mi infancia estuvo llena de risas, de felicidad y de aventuras". Al igual que ha estado haciendo su hermano, Harry ha procurado un entorno sencillo, si lo comparamos con la maquinaria de la monarquía, donde sus hijos, el príncipe Archie (5) y Lilibet (3), están creciendo de la forma más normal posible.
También gozan de paseos playeros, caminatas campestres y juguetean con las gallinas en su mansión de 9 dormitorios y 16 cuartos de baño ubicada en Montecino, una de las zonas más adineradas de Santa Barbara. Encima, a diferencia de la familia de los Príncipes de Gales no gozan de protección oficial. Pero en fin, eso se lo han buscado los Sussex cuando dejaron la monarquía en 2020 para trasladarse a Canadá y posteriormente a Estados Unidos.
Al igual que su hermano, Harry estudió en 1989 en el colegio Wetherby en Londres, luego en la escuela Ludgrove en Berkshire en 1992 y en 1998 acudió al colegio Eton, formación que acabaría en 2003. Mientras estudiaba en el centro, al príncipe se le partió el corazón. El 31 de agosto de 1997 fallecía su madre en París a los 36 años junto a su novio, Dodi Al-Fayed. Había nacido el mito de la princesa del pueblo.
Tras acabar en Eton, a pesar de seguir hundido en la tristeza, se tomó un año sabático que le permitió viajar a África, Australia y Argentina e hizo las pruebas de acceso a la universidad, pero no llegó a asistir debido a su formación militar.
A sus 20 años parecía que había madurado pero, de repente, dio a la palabra rebeldía un nuevo significado cuando cometió uno de los mayores desaciertos de su vida. El 8 de enero de 2005 alquiló un disfraz de nazi para acudir a la fiesta de un amigo llevando un brazalete rojo con una esvástica e incluso un bigote. Los diarios sensacionalistas se cebaron con él. The Sun reflejó en toda su primera página la imagen del Windsor con el titular Harry, el nazi. Lo más sensible de esta historia es que días después, su abuela Isabel II presidía un acto por las víctimas de Auschwitz en Londres.
Tras recapacitar, el príncipe pidió disculpas. No sabía dónde meterse. Años después diría que "cuando vi las fotos, reconocí de inmediato que tenía el cerebro apagado, que tal vez llevara tiempo así. Quería salir de viaje por todo el Reino Unido, puerta por puerta, explicando a la gente: 'No estaba pensando. No quería ofender a nadie".
Unos meses después de aquel terremoto informativo sentó la cabeza con Chelsy Davy (38), quien hace unos días dio a luz en secreto a su segunda hija. La pareja duró hasta 2011 tras varios tiras y aflojas que les obligó a distanciarse en varias ocasiones. Lo suyo iba tan en serio que Chalsy fue la acompañante de Harry en la boda del duque y la duquesa de Cambridge en 2011. A pesar de la ruptura, ella también fue una de las invitadas al enlace de Harry y Meghan Markle en 2018. "Ambos seguiremos siendo amigos", comentó en alguna ocasión Davy.
La otra relación duradera hasta que llegó el amor de su vida fue con la actriz Cressida Bonas (35), con quien estuvo de 2012 a 2014. Se la presentaron sus primas, las princesas Eugenia (34) y Beatriz (36). Se habló de un compromiso real, pero Cressida no pudo con la presión mediática y cortaron.
En la lista de conquistas fugaces figuran las presentadoras Natalie Pinkham (46) y Caroline Flack (40), la cantante noruega Camila Romestrand, una amiga de Kate Middleton llamada Astrid Harbord y la actriz y modelo Florence Brudenell (38).
En el verano de 2016 la vida del nieto de Isabel II iba a cambiar para siempre. Cuando Harry consultó la cuenta de Instagram de un amigo suyo vio un vídeo en el que este aparecía con una joven con orejas de perro. Enseguida quiso saber quién era y que deseaba conocerla. Tras realizar los contactos oportunos, Meghan (43) quiso echarle un vistazo a la cuenta secreta de Harry en Instagram -así fue como se descubrió que el royal tenía una- y tras sopesar la propuesta, decidió dar un paso adelante. Después de haber durante un tiempo por teléfono decidieron conocerse en persona. Lo hicieron en el Soho House de Londres. Tal y como relata la duquesa de Sussex en la docuserie de Netflix, al ver que Harry llegaba tarde creyó que era "uno de esos tipos con tanto ego que piensan que cualquier chica se sentaría a esperarle media hora". Sin embargo, se sorprendió cuando el príncipe le dijo que estaba realmente avergonzado por su tardanza.
Estuvieron meses viéndose en secreto e incluso Harry viajó a Canadá donde ella rodaba la serie Suits. En alguna ocasión apareció en el rodaje. Incluso viajaron hasta Botsuana para alejarse del mundial ruido y poder conocerse mejor. Ahí fue cuando Harry se dio cuenta de lo que significaba Meghan para él. Así lo contó en Netflix: "Me sentí tan bien y tan normal. Fue entonces cuando me di cuenta de que esta chica, esta mujer, es increíble, es todo lo que he estado buscando y se siente tan cómoda y relajada en mi compañía". El 31 de octubre de 2016 se publicó la noticia del romance después de que un sirviente de la Casa de York se fuera de la lengua. El 8 de noviembre de ese año Harry confirmó su enamoramiento y pidió a la prensa que respetaran a Meghan ya que no quería revivir lo de su madre.
Al año siguiente, Meghan fue presentada a Isabel II. Al principio la exactriz estaba nerviosa, pero su novio la tranquilizaba. Estaban en el interior del auto cuando este le preguntó si sabía hacer una reverencia, a lo que ella respondió si se trataba de una broma. El príncipe recordaba entre risas en el documental Harry & Meghan que "¿cómo le explicas eso a la gente? ¿Cómo le explicas que tienes que hacer una reverencia a tu abuela y que es necesario hacerla? Especialmente a un estadounidense. Eso es raro". La soberana dio su aprobación.
El 19 de mayo de 2018 se casaron en la Capilla de San Jorge del Castillo de Windsor en una ceremonia oficiada por el Arzobispo de Canterbury. Entre los 2.600 invitados, independientemente de las familias Windsor, Spencer y Middleton, asistieron un sinfín de celebridades como Amal y George Clooney, Elton John y David Furnish, Serena Williams, James Corden, David y Victoria Beckham, Oprah Winfrey y gran parte del elenco de Suits, como Gabriel Match, Abigail Spencer, Gina Torres y Patrick J. Adams (su pareja en la ficción). Ni rastro de los Markle.
Desde que saliera a la luz pública su relación con el príncipe, el padre y la hermana de Meghan no cejaron en su empeño para meter cizaña entre ellos. Incluso su progenitor, Thomas, vendió a los medios imágenes de Meghan. Las rencillas aún continúan.
Los Sussex son padres de dos hijos. Archie nació en el.mismo hospital que su padre, el St. Mary's Hospital, pero a diferencia del resto de familiares reales, Meghan se negó a posar a la salida con su retoño. Entre bambalinas palaciegas la raza del bebé prácticamente se convirtió en un asunto de estado. ¿Un negro en la corte de los Windsor? Se publicaron ríos de tinta sobre el tema, que tanto hirió a los aristócratas protagonistas.
El 8 de enero de 2020 ocurrió otro gran escándalo cuando Harry y Megan anunciaron su renuncia a ostentar el título de Su Alteza Real y, por ende, daban por finiquitado sus labores oficiales. Aquello sentó tan mal al príncipe Carlos de Ingalterra y al príncipe Guillermo que aún siguen distanciados. La pareja real alegó que su alejamiento se debía a que no se sentían protegidos ni valorados, desdeñando una y otra vez sus peticiones de ayuda al sentirse desprotegidos ante el acoso de la prensa.
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Por ello, cruzaron el charco. Tras pasar unos meses en Canadá, país de la Commonwealth donde Isabell II era la reina, se instalaron en California gracias a la ayuda del milmillonario productor Tyler Perry, íntimo de Oprah Winfrey, que les cedió su mansión.
Posteriormente los Sussex se gastaron 14,6 millones de euros por su mansión en Montecito de 1.734 metros cuadrados. Desde have cuatro años es su centro de operaciones. La hija del matrimonio, Lilibet -así llamaban cariñosamente a Isabel II- nació en el Santa Barbara Cottage Hospital en 2021. El príncipe es consciente que esa mudanza no habría sido posible sin el dinero que heredó tras la muerte de su madre.
Durante estos cuatro años las relaciones entre los duques de Sussex y el resto de los Windsor es prácticamente inexistente. Así lo explicó en su biografía Spare. Se hizo una pequeña excepción cuando la soberana falleció en septiembre de 2022. Se le dijo que viniera, pero solo. Incluso viajó en avión comercial. Hace unos días saltaba la noticia de que el príncipe Harry estaría trabajando en una estrategia para rehabilitar su dañada imagen en Inglaterra.