Bill Cosby ha vuelto a los tribunales. Esta vez no ha sido para ser juzgado por los delitos de abusos sexuales de los que se le acusan, sino para pedir la retirada de los cargos por las agresiones a Andrea Constand, una de las más de cincuenta mujeres que han denunciado al actor.
El cómico llegaba ayer a la corte de Norristown, en Pensilvania, y lo hacía custodiado tanto por sus abogados como por la policía, a fin de evitar incidentes dada la elevada expectación que ha levantado ese caso. El actor daba su imagen más indefensa ante las cámaras, no sabemos si como una estrategia ante la opinión pública o por ser su auténtica personalidad. Allí esperaba presentar la retirada de los cargos a la jueza Elizabeth McHugh, la primera en abrir un juicio al actor.
Lo que alegan los abogados del actor es que al no llamar a declarar a Andrea Constand en la vista preliminar, no pueden contrastar las versiones de acusado y acusadora y quieren que se llame a declarar a la mujer para poder hacerle también las preguntas pertinentes por parte de los abogados.
Cosby siempre ha rechazado estas acusaciones, alegando que las relaciones con Andrea fueron consensuadas. La supuesta víctima, por su parte, sostiene que en 2004, el artista la drogó y la violó en su mansión de Chelteham, los mismos delitos de los que le acusan el resto de mujeres denunciantes.
Esta múltiple denuncia ha caído como un jarro de agua fría en la opinión pública norteamericana, que tenían a Bill Cosby como uno de sus ídolos televisivos. El hecho de que además algunas de las acusaciones se remonten a la época de los años sesenta no hace sino aumentar el desconcierto entre sus seguidores. Así, el actor ha pasado de ser todo un referente televisivo a protagonizar uno de los mayores escándalos sexuales y judiciales de los últimos años.