Ivanka Trump: la niña frívola que ha acabado mandando en el imperio de papá
Es la hija favorita del recién nombrado presidente de los Estados Unidos y se hizo judía por amor.
16 noviembre, 2016 00:47Noticias relacionadas
Pocas cosas se interponen en el camino de Ivanka Trump (34 años) a la hora de alcanzar sus metas. Lo hemos visto durante esta campaña. Estar embarazada no la detuvo a la hora de volar por todo el país apoyando a su padre en las primarias republicanas. El no ser la esposa del candidato tampoco le impidió ejercer en la práctica este papel, dejando a Melania (46) en un segundo plano. Y cuando la religión se cruzó en sus planes de boda, no dudó en abrazar la Torá y convertirse al judaísmo. Ahora que Donald Trump (70) ya ha sido elegido presidente de EEUU, se prepara para el reto más importante de su vida, ejercer de primera dama en la sombra, manejar el imperio empresarial de su padre y, quizá, iniciar su propia carrera política.
Méritos no le faltan a esta neoyorquina para asumir estos proyectos, aunque tal vez el más importante radique en la influencia que ha sabido ejercer sobre su progenitor. Y es que, más allá del aspecto religioso, al que nos referiremos más adelante, sin duda el otro gran ejercicio de conversión llevado a cabo por Ivanka ha tenido como protagonista al magnate. De hecho, los medios estadounidenses sostienen que es la única persona a la que verdaderamente escucha, la única capaz de domar a la fiera.
Ha quedado demostrado a lo largo de una campaña electoral. La hija favorita del presidente electo fue ganando protagonismo gracias al buen resultado de su intervención durante la convención republicana, en la que lanzó un mensaje feminista con un acento muy demócrata, reivindicando la igualdad salarial para las mujeres. "Las familias estadounidenses necesitan alivio. Las políticas que permiten que las mujeres con hijos prosperen no deberían ser una novedad, sino la norma", proclamó despertando los aplausos del auditorio de Cleveland, Ohio.
Los analistas norteamericanos aseguran que ha sido una de las personas más importantes en la carrera de Trump, por su calidez, su discurso racional, tranquilo y articulado. "Ivanka es lo contrario que su padre", publicaba The Independent, que la describía como el contrapunto a las diatribas del candidato y a las acusaciones de plagio contra el primer discurso de su esposa.
La revista Vanity Fair llegaba incluso a situarla como una primera dama "apoderada", debido a que Melania no cuenta con la imagen de esposa tradicional de un nominado. Su perfil dista mucho de los tradicionales de Laura Bush (70) o Ann Romney (67), y tampoco encaja en el molde de mujeres profesionales demócratas, como Michelle Obama (52) o la propia Hillary Clinton (69) en 1992. Su inglés, además, arrastra todavía un fuerte acento extranjero, que a juicio de algunos expertos podía chocar con los planes de inmigración de su marido. Por ello su presencia en los actos electorales ha sido escasa, mientras que el equipo de campaña se sentía más cómodo con la hija del candidato.
La idea de buscarle un rol en la futura Casa Blanca no parece, por lo tanto, tan descabellada. En julio la revista Quartz ya la definía como "el arma secreta" de su padre, y la mujer que podría ejercer de "primera dama real".
Facultades, desde luego, no le faltan. Quedó en evidencia cuando en un mitin en Carolina del Sur agarró sin reparos el micrófono para dirigirse al público, mientras que Melania se resistía a salir al estrado.
No en vano, Ivanka cuenta con los elementos que gustan a la prensa estadounidense. Físicamente seductora, empresarialmente poderosa, muy trabajadora, madre y esposa dedicada... Un perfil para conectar con muchos públicos. Pero su imagen pública no siempre fue así.
"NO SOY PARIS HILTON"
Desde su más temprana adolescencia tuvo que luchar contra el sambenito de niña de papá que las revistas trataron de colgarle por ser hija de uno de los hombres más ricos, famosos y excéntricos de EEUU. Renegó sin dudarlo de las comparaciones que la equiparaban con Paris Hilton. Y en efecto, pronto demostró que su vida no iba a limitarse a saltar de fiesta en fiesta luciendo palmito. "Trabajo 13 horas diarias para conseguir mi dinero y he comprado mi casa pagando una hipoteca", se defendía en 2007 en una entrevista con el London Express.
Su currículum, en el que aparece que montó su propia compañía de diseño de ropa y complementos, demuestra que poco tiene que ver con la heredera de los hoteles Hilton, aunque Ivanka también partició en un 'reality', en este caso, el de su padre, un programa con un muy marcado carácter empresarial.
El presidente electo ha coqueteado incluso con la idea de situar a Ivanka en algún puesto de su administración, pero ella ha dejado claro que por ahora no quiere trabajar en la Casa Blanca. En la reciente entrevista en la CBS del programa 60 minutos, afirmó que está deseosa por defender a las mujeres y promover su educación y más oportunidades para ellas "pero no desde un cargo público".
"Voy a ejercer de hija, pero como he dicho durante toda la campaña, quiero luchar por algunos temas que me apasionan, como la igualdad salarial o el cuidado de niños, que son cosas que son muy importantes para mí", aseveró esta madre de tres hijos: Arabella Rose (5), Joseph Frederick (3), y Theodore James, de seis meses de edad.
Donde seguro que sí tendrá un sillón es en el conglomerado empresarial del padre. Antes de ganar los comicios, Trump avanzó que abandonaría su negocio para evitar conflictos de intereses. Sus planes pasan por situar al frente de la dirección del grupo a sus hijos. "Si me convierto en presidente, no me importa nada mi compañía, eso son cacahuetes. Tengo a Ivanka, Eric y a Donald Jr. sentados allí. Lo primero será América", llegó a decir.
No obstante, medios como Newsweek ponen en duda la transparencia de esta operación, que mantendría los intereses políticos y empresariales conectados a través de la familia Trump.
CONVERSA POR AMOR
Ivanka pasará también a los libros de historia estadounidenses por otra llamativa circunstancia, ser la primera hija de presidente judía, ya que pese a haber sido criada en la fe presbiteriana, en 2009 no tuvo inconveniente en convertirse al judaísmo para poder casarse con el hombre que amaba, el también millonario Jared Kushner (35).
La polémica también ha rodea este aspecto de la vida familiar del ya presidente electo. Así ocurrió, por ejemplo, cuando un tribunal religioso de Israel rechazó recientemente una conversión realizada por el rabino Haskel Lookstein, que fue precisamente quien supervisó el proceso de Ivanka. Aunque hubo expectación por saber si esta medida afectaría a la hija favorita de Donald Trump, finalmente no fue así.
Algunos medios, como The Daily Caller, subrayaron durante la campaña que el hecho de que un candidato tuviera una hija judía era "un acontecimiento sin precedentes en la historia de EEUU y muy inusual en la historia" de esta religión. El analista político David Benkof añadió en un artículo en esta publicación que poner el acento en que la hija del millonario se había convertido suponía insinuar que era "menos judía que otros que lo son de nacimiento", y recordaba que no existe lo "genéticamente judío". “Bajo la ley de esta religión, cualquier persona con una madre judía o que recibe una conversión kosher, es cien por cien un miembro de esta comunidad”, zanjó.
Donald Trump siempre se ha mostrado satisfecho con esta decisión, e incluso la ha usado en sus actos públicos. "Quiero agradecer a mi hija judía. Tengo una hija judía. No estaba en mis planes, pero estoy muy contento", dijo en 2015 al aceptar un premio en una gala Jewish 100 en Nueva York. No obstante, la prensa también vio llamativo que el magnate no asistiera al tradicional ritual de circuncisión a su nieto Theodore el pasado abril.
Ivanka siempre ha manifestado que la fe desempeña un papel importante en la vida familiar. "Observamos bastante la religión, más que algunos, y menos que otros. Siento que es algo muy íntimo", dijo a la revista Vogue en 2015. "Ha sido una gran decisión para mí. Soy muy moderna, pero también soy una persona muy tradicional, y creo que es una interesante yuxtaposición con la que también me crié. Realmente veo que con el judaísmo pasa lo mismo”.
Algunos medios, en cambio, tachan de algo 'light' la forma en que Ivanka y Jared Kushner profesan su fe, al no vestir ninguno de los elementos de esta tradición, sin embargo ambos aseguran que intentan mantener una dieta kosher, respetar el Shabat y cumplir con los preceptos de la rama ortodoxa, según publica International Business Times.
Ivanka Trump nació en 1981 en Nueva York, y es la única hija del primer matrimonio de Donald Trump con la atleta checa Ivana Trump (nee Zelnickova). Fue criada en la élite de Manhattan y estudió en la Escuela Chaplin, entre cuyas alumnas está la mismísima Jackie Kennedy. Luego se trasladó a Choate Rosemary Hall en Connecticut. Pasó por la Georgetown University y se graduó en Económicas en la Universidad de Pensilvania.
Donald Trump siempre le ha concedido una autoridad sobre sus empresas mayor a la que dio a sus esposas y a otros ejecutivos, según sostiene el New York Times, que destaca que "mientras su padre utiliza Twitter para lanzar granadas, ella trata sus redes sociales, sin comentarios políticos, como herramientas de marketing para la Organización Trump".
Cuando el año pasado se le preguntó a Donald quién era la persona más importante en su vida, Ivanka fue la primera que mencionó por su nombre. "Creo que su padre realmente la escucha, la respeta mucho, y no sólo porque es su hija", dijo Carl Icahn, un viejo amigo de la familia Trump. Un miembro del equipo de campaña comentó al New York Times que Ivanka es "una de las pocas personas que pueden influir en su pensamiento".
Sólo el futuro dirá hasta dónde es capaz de llegar Ivanka. En un país tan dado a las dinastías políticas, con las que suplen esa falta de aristocracia autoimpuesta, no sería de extrañar que emprenda una carrera pública en un futuro. De momento, está bien situada.