Hillary Clinton (69 años) no pasa por su mejor momento, algo evidente tras su derrota en las elecciones estadounidenses del pasado 8 de noviembre. Sus seguidores también lo han notado y están preocupados por ella, sobre todo después de las últimas declaraciones de la que fuera aspirante a la Casa Blanca, durante las que aparecía más desmejorada que nunca.
"Sé que muchos de vosotros estáis muy decepcionados por el resultado de las elecciones. Yo también lo estoy, más de lo que pueda expresar (...)", confesaba este miércoles. Tan sólo unos días antes, aún con la resaca electoral presente, Clinton reconocía incluso haber pasado por momentos muy duros en la última semana. "Todo lo que quería era acurrucarme con un buen libro o nuestros perros y no volver a salir de casa".
El estado anímico marcado por el agotamiento se refleja, como es natural, en su imagen, deteriorada también en esta última aparición pública. Y es que el aspecto físico de Clinton ha sufrido una transformación radical en el último año y medio, justo el período durante el cual se ha postulado para suceder a Barack Obama (55).
Elegante, maquillada y rejuvenecida
Meses antes de iniciar oficialmente su carrera hacia la Casa Blanca, preparó su imagen para los acontecimientos que se avecinaban: realzó sus pómulos, escondió las bolsas de los ojos y elevó sus párpados, cuidó sus manos y su manicura y se sometió a tratamientos de vitaminas que aportaran luminosidad a un rostro al que nunca le ha importado dejar visibles los rasgos propios de la edad, aunque sin estridencias.
Unas mechas renovadas pintaron su ya característica melena brillante y con volumen gracias a los tratamientos capilares. Mientras que el maquillaje, mucho más cuidado que de costumbre, le permitió no obstante lucir una imagen natural y al mismo tiempo sofisticada. A ello contribuyó también su estilismo, marcado por la sobriedad y la elegancia con trajes complementados con zapatos cómodos y unas cuantas joyas.
Todo ello le confería una imagen de mujer madura, cercana y estilosa. En definitiva, la combinación de peinado, maquillaje, estilismo y tratamientos estéticos hacían de la mujer de Bill Clinton (70) una candidata mucho más rejuvenecida.
Cansada, sin maquillaje y triste
Pero todo cambió esta semana. De ahí que el impacto visual haya sido mayor cuando ha aparecido decaída y con síntomas visibles de agotamiento. Ella misma reconocía sentirse decepcionada y sin ánimo para salir de casa.
Está claro que eso le ha influido a la hora de mostrarse ante las cámaras. No le apetecía maquillarse ni recurrir a su peluquero de confianza. No tenía ningún sentido para ella en ese momento, como tampoco lo tenía continuar con los tratamientos estéticos que meses atrás habían rejuvenecido su rostro, cuello y manos.
Todo ello, unido al cansancio que le embargaba, no hacían sino deteriorar su aspecto, hasta el punto de otorgarle más ojeras, ojos más hinchados y párpados más caídos, bolsas en los ojos, una piel más pálida, un pelo lacio sin volumen ni brillo, pómulos caídos, piel seca y nada tersa y arrugas más visibles en las manos y en la parte superior de los labios.
Tampoco prestó demasiada atención al atuendo. Un traje demasiado sobrio que apenas complementó con joyas. En definitiva, un aspecto mucho más desmejorado que aquel al que nos tenía acostumbrados habitualmente.