Ha conocido a tanta gente y ha participado en tantos acontecimientos históricos, que la bautizaron como Forrest Gump. Hace un año la cadena ABC la entrevistó y le puso un apodo que la define a la perfección. Porque Tao Porchon-Lynch (98) es conocida por ser la maestra de yoga más vieja del mundo (certificado por Guiness desde 2012), aunque su vida da para más. Mucho más.
Es algo que quienes practican yoga aprenden rápido: "No hay nada que no puedas hacer". Y es el lema de la vida de esta mujer que además de yogi es bailarina y mil cosas más. Vean. Nacida en Pondicherry, en una una zona de la India de colonización francesa, su padre era francés y su madre india (murió al dar a luz a su hija). Fue criada por sus tíos, a quienes acompañó durante años en sus viajes por Asia. Tao empezó a interesarse por el yoga con tan solo ocho años. Vio a un grupo de yogis en una playa y decidió que ella también quería hacer "esas cosas increíbles con el cuerpo". Y vaya si lo logró.
Pero del yoga no se vivía entonces, así que Tao siguió una carrera diferente. Su cuerpo de largas extremidades y su cara exótica le sirvieron para ser modelo durante años -logró el título de 'Las mejores piernas de Europa'-, y durante la II Guerra Mundial se mudó a Londres con su familia porque temían que los nazis los apresaran por haber ayudado a huir a judíos. En la capital británica, Tao decidió ser cabaretera. La experiencia le sirvió y cuando decidió mudarse a Estados Unidos, la Metro Goldwyn-Mayer la contrató como actriz.
La chica que de joven conoció a Mahatma Gandhi, con quien incluso marchó por la paz en varias ocasiones, era ahora una estrella en Hollywood. Lo habíamos dicho: "No hay nada que no puedas hacer". En la Meca del cine Porchon-Lynch llegó a protagonizar algunas películas y compartió cartel con actrices de la talla de Elizabeth Taylor.
En aquella época ya daba clases de yoga de forma voluntaria, y algunos actores fueron sus alumnos. Aprendió técnica y espiritualidad con el mítico gurú indio Sri Aurobindo y con Indra Devi, pionera en difundir el yoga en América, lo que la ayudó a profundizar en la práctica y tomar conciencia de sí misma. En 1963 se casó con Bill Lynch, de quien adoptó el apellido, y de quien enviudó en 1982. En 1967 abandonó su carrera de actriz para dedicarse al yoga en exclusiva.
Se instaló en Nueva York y en 1982 fundó el Instituto Westchester de Yoga, una institución en esta disciplina. En la actualidad es presidenta honorífica de la Asociación de Profesores de Yoga, después de 29 años siendo su directora de programas. En su vida a dado clases a más de 200 profesores de yoga y ha tomado clases de los gurús más importantes del siglo XX: desde BKS Iyengar (su apellido da nombre a una de las vertientes del yoga) en Bombay, hasta de Swami Prabhavananda (filósofo y maestro espiritual indio), dos nombres que unen a los de Aurobindo y Devi.
Inquieta como pocos, no ha podido mantenerse enfocada sólo en la práctica del yoga. Con una vida tan llena debe de ser difícil. Tao ha escrito varios libros, incluido uno de memorias, ha grabado numerosos DVD sobre yoga y meditación, y además, participa en concursos de bailes de salón. Sus habilidades se hicieron famosas en Estados Unidos cuando en 2012 participó en el programa America’s got talent. No se le resiste nada.
Sus tíos, a los que consideraba sus padres, eran franceses instalados en las colonias indias, un matrimonio con posibles que tenía viñedos al sur de Francia, algo que no pasó desapercibido a Tao. Creció educada en la pasión por el buen vino y en 1970 fue nombrada la vicepresidenta de la American Wine Society del sur de Nueva York. Fue la editora de la revista The Beverage Communicator, especializada en vinos, y organiza cada año viajes a Francia para probar vinos con sus alumnos de yoga.
Entres su hábitos hay algunos sorprendente: no bebe agua, sólo té y vino. Le gusta levantarse cada día a las 5 de la madrugada, conduce un Smart por las calles de Manhattan, y suele usar tacones. Muy altos. Con los que dice que es capaz incluso de subir montañas. ¿Quién se atreve a dudarlo? Se ha sometido a tres operaciones de prótesis de cadera y sigue practicando las asanas con exquisita perfección.
Porchon-Lynch es una personajazo en Estados Unidos, un nombre imprescindible para quienes practican yoga. Kelly Kamm, una conocida profesora de yoga de EEUU, declaraba a The New York Times: "La gente estaba hambrienta de ver a alguien que no fuera una yogi joven, delgada, rubia vestida con top. Hay demasiado de eso. Entonces apareció alguien que es todo lo contrario. Entonces apareció Tao".
Tao Porchon-Lynch, la maestra de yoga más vieja del mundo es quizás la de mente más joven. Recorre el planeta y quienes la reconocen la tratan como a un rock star, es una ídola, una mujer que impresionó al mismísimo Dalai Lama y que es maestra espiritual de Deepak Chopra.
Una profesora que da de cinco a siete clases a la semana. Y que cuando le pidieron hacerle una sesión de fotos con Robert Sturmann (fotógrafo especializado en yoga) en Central Park, se presentó con un traje rojo de flamenca. "Me hace sentir bien", dijo. Pura vitalidad. "No hay nada que no puedas hacer". No lo olviden. Namasté.