En la década de los noventa, un hombre cincelado a imagen y semejanza de la perfección hizo suspirar a media humanidad. Su nombre es Mark Vanderloo (50 años) y aún resuenan los suspiros y jadeos de hornadas de hombres y mujeres por tenerle entre sus brazos.
En breve se cumplen veinticinco años del anuncio del Peugeot 106 Kid que lo catapultó como un gran icono sexual. La generación X, nunca mejor expresado, aún recuerda a un entonces desconocido holandés lanzándose al agua desnudo y metiéndose en un automóvil tapándose como su madre le trajo al mundo.
Desde ese momento, Mark formó parte de un reinado custodiado por Marcus Schenkenberg (50), Cameron (51), Tyson Beckford (47), Tony Ward (55) o nuestro made in Spain Carlos Lozano (56). En exclusiva para JALEOS, Mark confiesa que "nunca me he considerado un icono sexual. Es una etiqueta que me pusieron los demás. Sólo he hecho mi trabajo lo mejor que he podido".
Tras divorciarse de la top model española Esther Cañadas (41) en el 2000 después de un año de matrimonio, Mark encontró a la mujer de su vida en otra atractiva mujer, la actriz y modelo holandesa Robine Van der Meer (47), madre de sus hijos, Emma Paula (14) y Mark (12), junto a los que ha vivido durante bastantes años en una preciosa casa en Ibiza "a la que ahora sólo vamos de vacaciones".
Su desnudo en televisión le hizo famoso. ¿Aún lo recuerda?
Sí (sonríe). Fue muy divertido. No me esperaba la repercusión. A partir de ese momento mi carrera fue creciendo a un ritmo muy rápido.
¿Nota que le tiempo pasa muy rápido?
¡Ya lo creo! Mírame (risas).
Mujeres y hombres se enamoraron de usted. Marcó una época.
(Pensativo) ¿De veras? Gracias. Bueno, se puede decir que cada década tiene un prototipo de hombre y de mujer. Las cosas van evolucionando a nivel social. Cuando debuté en las pasarelas las realmente famosas fueron Claudia Schiffer (48), Naomi Campbell (48) o Cindy Crawford (52) y, desde entonces, la imagen del hombre y de la mujer ha cambiado mucho.
¿Echa de menos la época de top model?
No demasiado. Me gusta la vida que tengo porque dispongo de más tiempo libre, puedo disfrutar de mi familia, los negocios, los amigos, viajo mucho, voy a fiestas... Me divertí mucho en aquella época. Ahora prefiero que me inviten a los front row.
Hable de negocios, ¿en qué anda metido?
Ahora vendo casas en Andorra. Los inviernos los paso allí, hace un poco de frío, ja, ja, pero todo está bien. Antes también vendía casas en Ibiza que, por cierto, compraban mucho los holandeses. Ahora no nos podemos quejar. Pero yo no suelo enseñar las casas.
¿Su mujer y sus hijos siguen residiendo en Ibiza?
No, ya no. Todos están en Amsterdam. Aunque Ibiza es una isla que aún nos sigue fascinando. Hemos sido muy felices allí y seguiremos viajando a este paraíso.
Al contrario que muchos de sus colegas, sus hijos parece que no quieren seguir sus pasos.
No les gusta el mundo de la moda. Hace poco hicieron una serie de televisión, mi hijo a veces me dice que quiere ser arquitecto -ése era el sueño del modelo en su adolescencia-, pero aún no sé lo que van a hacer.
Tanto para usted como para Esther Cañadas el matrimonio supuso la primera vez para ambos, ¿por qué duraron tan poco?
Supongo que éramos demasiado jóvenes, trabajábamos mucho, viajábamos sin parar, no nos veíamos demasiado, no pudimos dedicarnos todo el tiempo que nos hubiera gustado y en fin, pasó lo que tenía que pasar.
Pregunta recurrente cada vez que le veo, ¿sigue en contacto con ella?
No tan a menudo, pero seguimos hablando.
¿Cuál es la peor parte de la fama?
Evidentemente cuando las cosas en tu vida personal no funcionan y se entera todo el mundo debido a los periodistas. No es algo agradable, pero lo acabas aceptando porque se tiene una profesión pública. Sin embargo, la fama tiene algo muy bonito porque la gente se te acerca con mucho respeto para saludarte.
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