Washington. Mansión Hickory Hill. Año 1990. Kerry Kennedy (62 años), miembro del clan político, se ha casado con un todavía casi desconocido Andrew Cuomo (63) -hace tres meses dimitió como gobernador de Nueva York tras las acusaciones de abuso sexual- a cuya celebración acudió la escritora Christina Oxenberg (58), hija de la princesa Elisabeth de Yugoslavia, junto a su entonces marido, el pintor Damian Elwes (61), hijo de la notable decoradora Tessa Kennedy (82), y hermano del protagonista de La princesa prometida, Cary Elwes (59).
En los jardines de la mansión propiedad de Ethel Kennedy desde 1953, viuda de Robert F. Kennedy, una mujer se acercó efusivamente a saludar a Elwes. Se trataba de Ghislaine Maxwell (59), por entonces un cachorro de la jet set británica al ser hija del multimillonario editor Robert Maxwell, fallecido en extrañas circunstancias en 1991 a pocas millas de Canarias.
Ambos se conocían desde hacía años. Para la descendiente de la dinastía Karageorgevich, que estuvo en el trono de Yugoslavia y Serbia, durante algo más de un siglo hasta el fin de la II Guerra Mundial, aquel primer encuentro con Ghislaine, actualmente en prisión por ser la asistente y gestora de la red de mujeres menores de edad del pedófilo Jeffrey Epstein, no le dejó un buen sabor de boca.
La autora relata aquellas vivencias en su nuevo libro, Trash. Encounters with Ghislaine Maxwell. "¿Sabes por qué lo he titulado así? Porque Ghislaine llamaba a las chicas trash (basura)". En breve se traducirá en castellano. En conversación con EL ESPAÑOL demuestra su antipatía ante esta arribista social: "Es la reencarnación del diablo, no merece el aire que respira, le deseo todo lo peor. Lo que ha hecho es tremendamente maquiavélico. Me da asco hablar de una depredadora sexual femenina".
Tras apresarla en julio de 2020, está encerrada en el Centro Correccional Metropolitano, descrita como el Guantánamo de Nueva York y donde han estado alojados el narcotraficante El Chapo Guzmán (57), el inversionista Bernie Madoff y Jeffrey Epstein. Estos dos últimos fallecieron en prisión. Sobre Epstein se han esparcido un sinfín de bulos, rumores y leyendas urbanas en torno a su muerte, pero Christina tiene claro que "fue asesinado porque si ves las fotos de su celda, la cama estaba a unos 120 centímetros del suelo, por lo que resulta imposible que se suicidara con una sábana".
A pesar de los diferentes encuentros que ha tenido con Ghislaine (en 1992 en un restaurante y después tomando el té en su casa; en 1993 en las oficinas de Epstein; en 1997 en la presentación de su libro Royal Blue y el último en 2013 en su hogar) y de conocer a Epstein en 1985 en una cena en casa del millonario Leslie Wexner (dueño de Victoria’s Secret) a quien ayudaba a invertir su fortuna, la escritora se apresura a decir que "nunca he sido amiga ni de Ghislaine ni de Jeffrey ni tampoco he sido una víctima. Más bien soy una observadora de todo lo que está pasando. Espero que a las víctimas se les haga justicia, pero en casos así no sé cómo se debería hacer porque el sufrimiento ha sido enorme".
Si en 1997 Christina hubiera aceptado la oferta de Ghislaine, el destino habría deparado un final bastante diferente al de ahora. En aquel momento, la escritora obtuvo espléndidas críticas por su libro Royal Blue ('Sangre real'), por lo que la hija del magnate británico le dijo que escribiera otro, pero sobre ella. Pero con una condición, el nombre de Christina no debía aparecer por ningún lado.
"¡Pero cómo se atrevió a pedírmelo! ¿Yo, una negra literaria? Ella quería tener su Royal Blue personalizado porque estaba enamorada de Epstein. En su mente quería casarse con él, pero lo tenía complicado porque le gustaban las chicas más delgadas y jóvenes. Se le había metido entre ceja y ceja que tenía que verla de forma diferente. Me dijo que me ofrecería un montón de dinero, pero nunca concretó una cifra. ¿Qué es un montón? Para unos puede ser mucho, pero para mí a lo mejor es poco. O viceversa".
Cuando en 2004 empezó a hacerse público el escándalo de los secuestros y abusos sexuales de menores y que alcanzó el clímax entre 2014 y 2017, Christina empezó a atar cabos en función de las palabras que Ghislaine le había dicho en su momento: "Me comentó que Jeffrey necesitaba tres orgasmos diarios, por lo que reclutaba a chicas para satisfacer sus deseos. Se enaltecía de lo que hacía. Obviamente, jamás me dijo que eran menores de edad porque eso es un delito". Y añade: "Me quedé perpleja cuando me explicó que las mansiones de Nueva York, Palm Beach, su isla privada, el avión privado y el helicóptero tenían cámaras que grababan a todas las chicas y sus amigos importantes".
Entre ellos, se encontraba su primo Andrés de Inglaterra (61), que a principios de septiembre recibió una notificación de acusación de un tribunal de Estados Unidos por la denuncia por abuso sexual interpuesta por Virginia Giufrre (38). Como el asunto está judicializado no se puede hablar de ello, pero Christina tiene claro que captaron la atención del príncipe, actualmente excluido de las funciones oficiales como duque de York, "porque fue un pobre desgraciado a quien Epstein y Maxwell vieron como fruta madura y le quisieron usar como si fuera un cebo".
En uno de los capítulos de su libro recuerda su estancia de un año en España debido al trabajo de su padrastro. "Con siete años estudiaba en el Liceo Francés y los fines de semana solía ir a Zarzuela a tomar el té o a jugar con los caballos con las infantas Elena y Cristina y el entonces príncipe Felipe. Con la reina Sofía me une una química especial, son familia por parte de su madre, y fue ella quien me sugirió que titulase Dinastía mi libro sobre mis ancestros".
La emérita se acordaba de que su hermana Catherine, con quien no se habla desde hace muchos años, había protagonizado la serie homónima en un intento de abrirse camino en Hollywood que amplió con su boda con el actor Casper Van Dien (52).
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