"Vamos a hacer una apuesta. Si gano, voy a tu casa, te ato entera y te inmovilizo. Luego haré lo que quiera con todos los agujeros de tu cuerpo, hasta que me quede a gusto". Todo empezó con la filtración, en enero de 2021, de varios mensajes privados de alto voltaje como este, supuestamente enviados a distintas mujeres por el actor Armie Hammer (36 años).
En poco tiempo, las redes sociales ardieron -aún más que la bragueta del protagonista de Call me by your name- debido a las comentadas perversiones sexuales del penúltimo galán de Hollywood. Y la cosa empeoró cuando varias mujeres aseguraron de forma pública que el intérprete era un auténtico depredador.
Una de sus exparejas, Courtney Vucekovich, confesó a Page Six que su historia con Hammer, al que conoció a través de Instagram a finales de 2019, había sido lo más parecido a mantener un romance con Hannibal Lecter. Según su versión, ambos mantuvieron prácticas sexuales sadomasoquistas, y el estadounidense le llegó a comentar que quería "romper" su costilla para "asarla y comérsela". Lo esperable, claro está, de alguien que en uno de los citados mensajes se describiría a sí mismo como "100% caníbal".
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"Es una persona muy cautivadora", relató Courtney sobre la envolvente personalidad de su ex. "Tiene mucha presencia, algo de lo que él es consciente, y la utiliza de tal manera que las mujeres piensen: 'Oh, Dios mío, esto es increíble', pero especialmente las mujeres jóvenes. Esa es la parte que da miedo, lo bueno que es en la manipulación activa y en hacerte sentir que nunca había sentido eso por nadie".
Otra chica, llamada Effie Angelova, afirmó que, en abril de 2017, Hammer la violó "violentamente durante más de cuatro horas en Los Ángeles" y golpeó repetidamente su cabeza contra una pared. "Pensé que me iba a matar", comentó a través de una conferencia de prensa.
Aquel turbio asunto hizo mella en el ánimo de Armie Hammer, que siempre ha negado con vehemencia las acusaciones, pero se vio investigado por la policía -no se han llegado a presentar cargos contra él por falta de pruebas suficientes-, tuvo que retirarse de los proyectos en los que estaba involucrado -su agente y su publicista le abandonaron-, y de algún modo ha pasado a formar parte de la lista negra de Hollywood -durante la promoción de Muerte en el Nilo, rodada en 2019 pero estrenada este año, sus responsables omitieron la imagen del actor, uno de los principales protagonistas de la película-.
En junio de 2021, Armie ingresó en una clínica de rehabilitación para tratar sus adicciones -al sexo, el alcohol y las drogas-, y hace unos meses salió publicado que se había convertido en vendedor de multipropiedades en las islas Caimán, donde quiso empezar a residir para poder pasar más tiempo con los dos hijos que tuvo con la presentadora de televisión y empresaria Elizabeth Chambers, quien a través de un comunicado señaló: "Apoyo a cualquier víctima de ataques y de abusos, y animo a todo aquel que haya experimentado este dolor a que busque la ayuda que necesite para curarse".
Desde luego, no ayudará a apaciguar la polémica el reciente estreno de La saga de los Hammer: Escándalo y perversión, una serie documental de HBO donde, a lo largo de tres episodios, se abordan los entresijos de las acusaciones de violencia que salpican al actor y los oscuros secretos de varios miembros masculinos de su familia. Armie, que estuvo a punto de ser desheredado cuando decidió abandonar sus estudios para ser actor, creció en el seno de una familia billonaria con taras y manchada por la corrupción.
Su tía Casey Hammer, que en 2015 publicó su autobiografía, Surviving My Birthright, asegura en la serie que su padre, Julian, el abuelo de Armie, estaba siempre borracho, y que más de una vez vio cómo maltrataba físicamente a su madre.
"Mi madre había amenazado con irse, pero mi abuelo [el magnate del petróleo Armand Armand Hammer] siempre le decía: 'Si dejas a mi hijo, te dejaré en la miseria y te haré la vida imposible; te quedarás en la calle'. Mi abuelo tenía abogados muy influyentes en aquella época. Era un personaje público que podía quitártelo todo de un plumazo. Mi abuelo desprendía una energía aterradora que te ponía los pelos de punta". En el segundo capítulo del documental, Casey relata el episodio donde su padre Julian fue detenido por homicidio después de disparar dos veces a un amigo que le recordó que le debía 400 dólares. "La versión que nos dio a nosotros fue que lo hizo en defensa propia, pero mi madre rápidamente me dijo: 'No, tu padre lo ha asesinado a sangre fría'".
La saga de los Hammer también deja claro que el dinero puede comprar la justicia. No en vano, el periodista de investigación Edward Jay Epstein, que llegó a conocer bastante bien a Armand Hammer, comenta que, para proteger su propia reputación, el susodicho le dio cincuenta mil dólares en efectivo a su abogado para que retirara los cargos y evitara que Julian fuera a la cárcel por asesinato.
"Después del asesinato", explica frente a las cámaras, "Armand Hammer contrató a Julian en Occidental Petroleum y lo mantuvo alejado del público. Al final, Julian terminó haciendo cosas para su padre, cosas ilegales como ayudarle a grabar conversaciones de forma oculta. Julian le ponía escuchas a su padre y empezó a ocultar micros, como se ve en las películas policíacas. Así fue como entró en el mundo secreto, en el mundo del espionaje. Armand entendía la mente criminal. Si llevas un micro y grabas a una persona, ya tienes control sobre ella".
Neil Lyndon, que en los años ochenta trabajó como asesor político y mediático de Armand, corrobora que el empresario gozaba de gran poder e influencia social en muchos países: "Tenía acceso a cualquier lugar donde quisiera entrar. Podía entrar en el Kremlin cuando quería, en el palacio de Buckingham, la Casa Blanca… Todos estaban a su disposición y a sus órdenes". De hecho, Armand se codeó con Ronald Reagan, y hasta fue condenado por realizar una donación ilegal destinada a encubrir el caso Watergate, aunque luego fue indultado por George HW Bush.
Armand controlaba a todo el mundo, incluidas las tres mujeres con las que se casó. De la primera de ellas, una rusa llamada Olga, el propio empresario dijo que "ella quería trabajar en Hollywood y yo vivía aquí en Nueva York. No duró. Nos divorciamos". Tampoco aguantó demasiado con la segunda, Angela, quien, según él, "era alcohólica, por desgracia".
Cuando le tocó testificar en el juicio por divorcio, Angela comentó que Armand siguió "de forma voluntaria, malintencionada y deliberada, comportamientos, técnicas, tácticas y prácticas calculadas y diseñadas para mermar su voluntad", y que amenazó con agredirla físicamente, y con romperle el cráneo con una tubería de metal.
Según Epstein, el ya desaparecido multimillonario veía a las mujeres como un medio para conseguir algo. "Tenían una finalidad", cuenta en el documental. "Se casó con Frances [su tercera esposa] por su dinero. Ella le dio el dinero que le permitió entrar en el negocio del petróleo a lo grande". De cara a la galería, Armand no tenía relaciones extramatrimoniales pero, en realidad, siempre tuvo amantes. Epstein llegó a entrevistar a una de ellas, Martha Kaufman.
"Ella me dijo que, cuando su esposa Frances descubrió que tenía una aventura con su marido, Frances se puso firme y le dijo: 'Tienes que deshacerte de esa mujer'. En lugar de renunciar a su amante, él encontró una solución afín al resto de soluciones que solía encontrar: hizo que Martha Kaufman se cambiara el nombre por el de Hilary Gibson, se pusiera una peluca blanca, y fingiera que era otra mujer ante su esposa".
En realidad, Armand parecía sentirse poderoso controlando a una mujer a la que veía como un objeto y no como un ser humano. Courtney Vucekovich, que aprovecha el metraje para narrar su terrorífica experiencia con Armie, añade que la tal Martha Kaufman tenía que estar disponible para atender las peticiones de Armand sin previo aviso.
"Le dio dos buscas para que la avisaran de cuándo llamaba", apunta, "le prohibió que se viera con otros hombres y, para saber en qué parte de Los Ángeles se encontraba, mandó instalar un dispositivo de localización en su coche y otro de escucha en su teléfono [...] Tenía que someterse a sus exigencias sexuales, aunque las considerase extremadamente humillantes. Por desgracia, no me sorprende. Es justo lo mismo que me pasó a mí". Definitivamente, si buscan engancharse a una buena historia de abuso de poder y depravación generacional, La saga de los Hammer promete no defraudar.