Por una cuestión mitológica, se atribuye a Marilyn Monroe que cantara por primera vez Diamonds Are a Girl's Best Friend -Los diamantes son los mejores amigos de una chica- en Los caballeros las prefieren rubias (1953). Sin embargo, este mérito corresponde a Carol Channing, fallecida a los 97 años en 2019, que la cantó en la versión teatral en Broadway.
Sea como fuere, las piedras preciosas siempre han mantenido una relación estrecha con las mujeres a lo largo de la historia. Hace unos días, Sotheby's en Ginebra subastó el famoso collar de María Antonieta confeccionado con 500 diamantes y un peso de 300 quilates por 4,5 millones de euros, impuestos y comisiones incluidos. El estilo de vida excesivo de la emperatriz de Francia fue objeto de innumerables rumores en una época en la que Francia atravesaba una profunda crisis económica.
El rey Luis XVI era un monarca iluso, inseguro y débil que se enamoró perdidamente de una mujer insaciable, frívola y perezosa que volvió locos a los historiadores por el glamour que llevó al palacio de Versalles. Se cuenta que el collar recién subastado se elaboró con algunas de las piedras de otra que forma parte del acontecimiento histórico el asunto del collar (1784-1786), que propició que María Antonieta acabara decapitada en la horca.
Para contextualizar los hechos, hay que remontarse a 1772 cuando los orfebres parisinos Boehmer y Bassenge crearon un collar de 647 brillantes y 2.800 quilates para que el rey Luis XV se lo regalara a su amante Madame Du Barry. Lamentablemente, el monarca falleció antes de la venta y la señora en cuestión fue expulsada de la corte por Luis XVI. Conocedores de que María Antonieta estaba embelesada por la joya de 1,7 millones de libras, 80 millones de euros, Louis de Rohan, cardenal de Francia, y su amante, Jeannette de Valois, idearon una estafa que involucró a la monarca sin que ella fuera consciente.
Rohan quería tener influencia en la corte y de Valois le dijo que era íntima de la monarca. Con el fin de satisfacer sus respectivos planes, la aristócrata convenció al eclesiástico de que María Antonieta quería comprar en secreto el collar. Rohan negoció con los joyeros y le entregó el collar a la condesa de Lamotte que propició el encuentro entre el eclesiástico y una reina de postín ya que Jeannette de Valois contrató a una impostora. Cuando la noble huyó con los diamantes, pasado un tiempo Boehmer y Bassenge empezaron a preocuparse porque no habían recibido el pago total. Enviaron la factura al palacio y se descubrió el pastel. A pesar de que María Antonieta era inocente, el pueblo creyó que nuevamente había pasado de ellos para darse un capricho más. La situación llegó a ser tan insostenible que el sumun de la Revolución Francesa fue la decapitación de Luis XVI y su consorte en 1793.
Casi un siglo y medio después, diferentes miembros del marquesado de Anglesey lucieron el fastuoso collar durante la coronación del rey Jorge VI en 1937 y la de su hija, la reina Isabel II en 1953. A partir de ahí se supo que acabó en el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York y posteriormente, vendido a un millonario asiático.
Joyas malditas
A tenor del libro publicado por Ana Trigo titulado Joyas malditas (Ed. Esfera de los libros), parte de la historia francesa está también relacionada con el fabuloso diamante azul Hope, cuyo valor de mercado podría alcanzar los 250 millones de euros, es una pieza de 45,52 quilates. Alcanzó una gran popularidad cuando Rose -Kate Winslet y posteriormente lo llevó Celine Dion en los Oscar- lució una versión parecida en una de las secuencias de la película Titanic. Jean-Baptiste Tavernier, aventurero francés y pionero del comercio con la India, fue el primer dueño de la piedra que tenía un peso original de 115 quilates. Tras vendérselo al rey Luis XIV de Francia se arruinó y su cuerpo se encontró en una zona desértica de Rusia devorado por las alimañas. Cuando el monarca se lo regaló en 1691 a su amante, Madame de Montespan, esta falleció desgraciada y ninguneada. Posteriormente pasó a manos de María Antonieta que se lo prestó a María Teresa de Saboya-Carignano, princesa de Lamballe, que murió asesinada a manos del pueblo.
Otros poseedores de la joya fueron maldecidos de la siguiente manera: Catalina la Grande de apoplejía; Federico Guillermo, duque de Brunswick, falleció arruinado; Jorge IV acabó con locura, el sultán del imperio otomano Abdul Hamid II fue depuesto por la sublevación militar de los Jóvenes turcos y diferentes miembros de la familia McLean fueron víctimas de un atropello, locura, sobredosis y morfinomanía. Su última propietaria fue la milmillonaria británica Evalyn Walsh, perteneciente a la dinastía McLean, que perdió a su hijo de 9 años, su hija se suicidó a los 24 y su marido se arruinó y murió en un psiquiátrico. Finalmente, el joyero de las estrellas Harry Winston se hizo con él y antes de darle un ataque al corazón lo donó al Smithsonian.
La maldición del collar de diamantes no es un capítulo aislado entre la realeza, la aristocracia y la jet set internacional. Sin ir más lejos, la reina Camila renunció a llevar en su coronación la corona de la Reina Madre elaborada en platino con incrustaciones de más de 2.800 diamantes entre los que sobresale el Koh-i-Noor (montaña de Luz) de 106 quilates, una de las piedras más malditas de la historia. Una leyenda asegura que quien lo posea "dominará el mundo, pero también conocerá todas sus desgracias. Solo Dios, o una mujer, pueden llevarlo con impunidad".
Los hombres que lo han lucido perdieron sus tronos, cayeron en desgracia e incluso algunos fueron asesinados. Por ejemplo, Shah Jahan, primer dueño de la joya y gobernante del imperio mogol fue traicionado por su propio hijo que le mandó a la cárcel; Alaudín, segundo gobernante de la dinastía Khalji en la India, murió envenenado y el gobernante iraní Nader Shah fue asesinado mientras dormía por oficiales y cortesanos. El diamante fue un regalo de la Compañía Británica de las Indias Orientales a la reina Victoria, aunque las altas instancias hindúes lo califican de robo de los colonizadores. La India reclama su devolución.
En territorio de los Windsor también se encuentra el zafiro púrpura de Delhi que se puede apreciar en el Museo de Historia Natural de Londres. Conocido popularmente como la gema del dolor, pertenecía al templo de Indra en Cawnpore en la India, donde unos ladrones se hicieron con el botín en 1857. El coronel de caballería W. Ferris lo llevó a Inglaterra donde se arruinó y tuvo problemas de salud, al igual que su hijo y, posteriormente, su nuevo propietario, el escritor Edward Heron-Allen, también perdió gran parte de su fortuna. Tras su fallecimiento, su hija lo donó al museo anteriormente mencionado. Desde entonces, algunos trabajadores han sufrido cosas extrañas cada vez que han intentado mover la piedra como accidentes imprevisibles, enfermedades intestinales e incluso se han originado tormentas.
También poseen el Rubí del Príncipe Negro (en realidad es una piedra semipreciosa denominada espinela) que tiene su origen en Birmania. Aunque no se ha documentado históricamente, esta piedra de 170 quilates acabó en nuestro país, concretamente recaló en la Alhambra ya que formaba parte de los tesoros del reino nazaorí de Granada. Se produjeron guerras fratricidas por una cuestión de poder donde el rey Muhammad V fue derrocado por su hermanastro Isamil II que poco después fue asesinado por su cuñado Muhammad VI y este, finalmente, fue asesinado tras orquestarlo Muhammad V con el rey castellano Pedro I el Cruel. Este monarca se quedó con la joya. Sin embargo, sus ansias de conquista provocaron que se uniera a Eduardo de Woodstock, príncipe de Gales y I duque de Cornualles, para derrocar a su hermanastro Enrique II de Castilla. Al ganar, el aristócrata británico se llevó la joya que actualmente forma para de la Corona Imperial de Estado en el centro de la Cruz pateé de la parte frontal.
En la corona española también hay connotaciones negativas con respecto a algunas joyas. Con motivo del enlace de Alfonso XIII con María de las Mercedes en 1878, Virginia Oldoini, condesa de Castiglione, regaló al monarca un anillo de ópalo, una piedra maldita por excelencia. La aristócrata italiana estaba tan dolida porque el Borbón no le había elegido a ella que profirió una maldición que no tardaría en cumplirse.
Solo tuvieron que pasar cinco meses para que la reina consorte falleciera de tifus, posteriormente la joya pasó a manos de su hermana María Cristina de Orleans, que no tardaría en morir de tuberculosis y tras ella, la heredó la infanta María del Pilar de Borbón, hermana de Alfonso XII que terminaría siendo pasto de la meningitis tuberculosa. El rey murió a los 27 años de tuberculosis. Su viuda, la reina María Cristina, terminó donando la sortija a la Virgen de la Almudena.
Los diamantes negro y blanco de Orlov forman parte de las leyendas rusas. El negro Orlov, conocido como el Ojo de Brahma Diamond de 67,5 quilates estaba incrustado como uno de los ojos en una estatua de Brahama. Poco después de que lo robara un monje viajero falleció en extrañas circunstancias.
El comerciante de diamantes JW Paris se hizo con la emblemática pieza que vendió en Nueva York en 1932. Sin embargo, no le dio tiempo a saborear de su fortuna ya que se tiró de lo alto de un rascacielos en Manhattan, lo mismo le ocurrió a su otra propietaria, la princesa Nadia, que tras huir de Rusia cayó desde un edificio en el centro de Roma. Por lo que respecta al blanco, su peso era 180,6 quilates y fue un regalo de Grigori Grigorievich Orlov a su amante, la emperatriz Catalina la Grande. El conde Grigori la deseaba tanto que orquestó el asesinato de su esposo, Pedro III, lo que conllevó que ella se convirtiera en la persona más poderosa del planeta. Sin embargo, la emperatriz Catalina rechazó a Grigori y este se volvió loco.