Cuando el Estado Islámico difundió, a finales de 2014, un manifiesto en el que proclamaba las normas de conducta a las que deberían someterse las mujeres, se cuidó de hacerlo únicamente en un árabe coloquial. Entre los preceptos establecidos destacaba el de llevar a cabo un “estilo de vida sedentario”, siempre al servicio del hombre para poblar su pretendido Califato; una percepción que, dentro de su dogma, se basa en un “derecho designado por la divinidad”.
A diferencia de otros documentos y manifiestos, el Estado Islámico -también conocido como DAESH, por sus siglas en árabe- obvió, en este caso, su traducción al inglés. Así lo designaron los jefes de propaganda del grupo terrorista, temiendo que estas estrictas pautas de conducta entorpeciesen la labor de reclutamiento de mujeres en Europa y América.
La colaboración entre la Policía Nacional española y la Dirección General de Supervisión del Territorio (DGST) marroquí -policía secreta- permitió la desarticulación de una de estas redes de reclutamiento. La operación se basó en cuatro focos de actuación: Toledo, Badalona, Xeraco (Valencia) y Casablanca (Marruecos). En España fueron cuatro los detenidos -dos hombres y dos mujeres- y en Marruecos, seis. En lo que llevamos de año, se han detenido en España a 81 personas por su vinculación con el yihadismo radical. La cifra prácticamente duplica la del 2014, donde se practicaron 46 detenciones.
La actuación, señala el Ministerio del Interior español, “ha supuesto la neutralización de una plataforma muy activa cuyo fin principal era la de incrementar de forma continuada los activos de la organización terrorista DAESH”. Activos que, principalmente, eran mujeres para someterse a la doctrina del Estado Islámico.
El Estado Islámico considera “legítimo” que una niña contraiga matrimonio a los nueve años y apunta que las chicas “más puras” se casarán con 16 o 17 años, “cuando todavía son jóvenes y activas”. Los hombres no deberán tener más de veinte años en estas “gloriosas generaciones”. El manifiesto, además, indica que las mujeres no deben trabajar salvo razones de causa mayor, tienen que quedarse en casa tanto como sea posible y atribuye al diablo las modas de ropa y las operaciones de cirugía estética.
Desde las filas del Estado Islámico asumen que acatar estas normas no es sencillo. Por eso, el envío de las mujeres sólo se acometía cuando “alguno de sus miembros mostraba públicamente su pleno y absoluto compromiso con la organización terrorista DAESH, justificando sus acciones terroristas y acatando totalmente su ideario”, indica el Ministerio: “Una vez seleccionados los candidatos, y finalizado el proceso, se daban las instrucciones concretas para perfeccionar el desplazamiento a la zona de combate de destino, en el momento y de la forma oportuna”.
Las mujeres reclutadas en Europa y que tienen por objetivo alistarse a las filas del Estado Islámico son enviadas por remesas a la frontera de Turquía. Allí las recogen miembros de la organización para trasladarlas, principalmente, a la localidad siria de Raqqa. Tras culminar su preparación para su nueva vida, son entregadas en matrimonio a los combatientes del DAESH. Marido y mujer no se conocen hasta el mismo día de la boda.
Um Asma nació en Siria hace 23 años. Con la extensión del llamado Califato del Estado Islámico se enroló en sus filas y muy pronto pasó a ser una de las reclutadoras de la organización. Durante semanas explicaba a las chicas recién incorporadas el doctrinario al que debían someterse y sus normas. Ella misma estaba convencida de las razones que daba el DAESH sobre cómo tenían que comportarse las mujeres. Pero el trato que estas terminaban recibiendo le abrió los ojos y, jugándose la vida, consiguió romper sus lazos con el Estado Islámico y escapar a través de Turquía. Ahora trata de convencer de que la realidad del Califato es muy diferente a cómo se ve desde la distancia.
Protegida por una falsa identidad, Um Asma señaló en una entrevista publicada por el alemán Bild que las normas impuestas son tan estrictas que, incluso sin quererlo, las mujeres terminan quebrantándolas. En esos casos, si la infracción es considerada grave, terminan siendo “azotadas, vendidas y apedreadas”. Además, los castigos pretenden servir de ejemplo y los cadáveres son expuestos públicamente durante días.