Cualquier generalización es peliaguda pero, en ocasiones, hay una base científica detrás. Esto debían de saberlo los autores de Por qué los hombres no escuchan y las mujeres no entienden los mapas al publicar su best seller, que vendió más de 10 millones de ejemplares cuando salió al mercado en 2007.
La segunda afirmación de este título está totalmente reforzada por distintos estudios científicos, pero la inclusión de los términos "navegación espacial" y "mujer" en la base de datos más amplia de estudios del mundo, Pubmed, deja claro que el asunto sigue interesando, y mucho.
Un nuevo trabajo publicado esta semana en la revista Behavioural Brain Research ha ido aún más allá en su hipótesis. Si es cierto que la mujer tiene peor sentido de la orientación que el hombre, ¿qué pasaría se si masculiniza a las hembras con la hormona más importante para el varón? Esto se lo han preguntado los autores, de Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología (NTNU).
El experimento
Dicho y hecho. Los investigadores, dirigidos por el neurocientífico Carl Pintzka, seleccionaron 53 mujeres sanas entre las estudiantes del campus donde trabajan. A cambio de su colaboración, que tenía como requisito estar tomando la píldora (para controlar el resto de hormonas femeninas y asegurarse de evitar ningún daño a un feto), las participantes recibieron 500 coronas (53 euros).
Antes de realizar el experimento, hubo una especie de descarte. Se dividió a las participantes en dos grupos: al primero, se le administró una dosis de 0,5 mg. de testosterona y al segundo, placebo (de la misma textura y sabor). Después, se les sometió a un "ejercicio de familiarización" con un entorno virtual, una representación en la pantalla de una oficina sin ventanas en la que tenían que encontrar distintos objetos. La finalidad de estas pruebas iniciales era descartar a aquellas mujeres que no eran capaces de mostrar un mínimo de sentido de la orientación o que no toleraban la testosterona, lo que le sucedió en nueve casos.
Así, 44 mujeres realizaron distintas pruebas para evaluar sus capacidades espaciales mientras se sometían a una resonancia magnética. Se analizaron los resultados según si pertenecían al grupo de la testosterona o al del placebo y ¡voilà! La hormona masculina había conseguido dotar a las participantes de más sentido de la orientación del que gozaban originalmente, o del que contaban las que no habían recibido la gotita de la hormona debajo de la lengua.
El entorno virtual en la pantalla del ordenador fue de las herramientas más utilizadas. Las participantes tenían que encontrar distintos objetos y se contraba cómo llegaban a ellos. Así los investigadores evaluaban la capacidad de navegación virtual y otras cualidades espaciales, como la llamada rotación mental: la manera en que la mente da la vuelta a las imágenes hasta colocarlas en la posición normal, lo que sin duda facilitar una mejor orientación.
Más actividad en el área cerebral
Las pruebas de imagen desvelaron que la testosterona aplicada a las mujeres les hacía tener mayor actividad en el lóbulo temporal medial, el área cerebral que regula la localización. Curiosamente, esto no se correspondió con un mayor número de tareas completadas pero sí en una mejor forma de llegar a los objetos que tenían que alcanzar.
El autor principal del estudio, Carl Pintzka, explica a EL ESPAÑOL que trabajos previos habían evaluado el efecto de la testosterona en mujeres sanas, pero nunca para evaluar la navegación virtual. Sí había demostrado mejorar, por ejemplo, la memoria respecto a dónde está situado un objeto.
"Desde hace algunos años se diseñan cada vez más estudios sobre administración de testosterona en mujeres; habrá más que investigarán sobre la influencia de la hormona en las habilidades espaciales", recalca el neurocientífico noruego.
Pero dadas las increíbles propiedades de la hormona masculina en mujeres ¿podría, hipotéticamente, plantearse su administración masiva para mejorar el rendimiento de las féminas en algunas profesiones que requieran de habilidades espaciales? Pintzka lo considera una pregunta "muy difícil de contestar" porque no se conocen los efectos secundarios a largo plazo, y porque el asunto no está el todo estudiado. Pero sin duda, la abundante investigación que se está llevando a cabo en este campo abre las puertas a numerosos usos de la testosterona. La ciencia tendrá que decir su última palabra.