A finales de 2015 debí pasar unos días en las instalaciones de la subprocuraduría que investiga la delincuencia organizada en México. Lo que me llevó al búnker oficial más importante de combate al narcotráfico fue la búsqueda de unas personas desaparecidas de manera forzada sobre cuyo paradero obtuve información.

Después de pasar por los diversos retenes de seguridad interna, conversé sobre el caso con el subprocurador. El tipo tenía estudios en Barcelona y un trato franco y directo. Aunque me sorprendió que tuviera a su servicio al mayordomo más cortesano y elegante que he conocido. Lo importante es que todo parecía fluir de manera eficiente en la oficina del funcionario que lidera la lucha contra el crimen organizado en México.

Al terminar la reunión en su espaciosa y confortable sala de juntas, fui trasladado a la unidad especial en la que se encargarían de darle seguimiento puntual al caso. Llegamos a un piso en el que se amontonaba un solitario escritorio tras otro en filas interminables. Pese a que había pasado la hora de comer, escaseaban los agentes en la corporación.

La sala de espera de la oficina antimafia en la que me dejaron, era más silenciosa que un templo budista. Se había terminado el ritmo diligente y ejecutivo de mi expedición por el mundo burocrático. A partir de ese momento, todo comenzó a ocurrir en cámara lenta.

Al cabo de un rato, apareció de nuevo el elegante mayordomo del subprocurador con su sonrisa afable y un plato con sándwiches que dejó en la mesita de la sala de espera. Un agente entraba y salía con unos enormes mapas en los que identifiqué fotografías de hombres morenos y nombres árabes. Logré mirar mejor y leí que eran una serie de personas presuntamente relacionadas con el Estado Islámico en México.

–Imagino que deben estar dedicados de manera total a este asunto– dije recordando los recientes crímenes atroces cometidos por el grupo en París.

–Un poco, pero en lo que tenemos una sobrecarga de trabajo es en la búsqueda del chaparrito– respondió el agente.

Chaparrito es como decimos la mayoría de los mexicanos a las personas de baja estatura. Pero el chaparrito al que se refería el agente era de Sinaloa y allá a los chaparritos les dicen "chapos". El Chapo es el apodo del narcotraficante que a mediados de 2015 se escapó de forma inverosímil de la cárcel mexicana de mayor seguridad y propinó así una de las mayores humillaciones al Gobierno del presidente Enrique Peña Nieto. Desde entonces, su captura se volvió una prioridad para el Ejecutivo de México y para el de Estados Unidos.

–Ya estamos cerca de él. Tiene debilidades y por ahí lo vamos a agarrar– dijo el agente.

–¿Qué debilidades?– pregunté.

–Las mujeres– sentenció y apenas quiso decir más.

El tiempo en la sala de espera siguió pasando y el personal que debía llegar para atenderme no aparecía. Después de tres horas, se había hecho de noche y yo estaba saliendo del búnker policial con el compromiso de volver al día siguiente y esperar otra vez a los funcionarios encargados del trámite necesario para que el Estado mexicano buscara a algunas de las 25.000 personas desaparecidas denunciadas de manera oficial.

El túnel por el que intentó escapar El Chapo. Edgard Garrido / Reuters

El punto débil del narco

Luego de una fuga cinematográfica del penal de máxima seguridad del Altiplano a través de un túnel, Joaquín Guzmán Loera, alias El Chapo, se refugió en una sierra colindante entre los estados de Sinaloa, Durango y Chihuahua, donde se mantuvo entre guardianes y rancheros huyendo seis meses de un operativo de búsqueda encabezado por la Marina armada.

Pero a principios de enero de 2016 y pocos días después de haber cumplido los 61 años, dejó su guarida segura para llegar a la ciudad de Los Mochis, en donde fue detenido el viernes 8 de enero, después de una persecución entre alcantarillas que acabó en un motel de paso llamado Doux (dulce, en francés).

¿Por qué el jefe del cártel de Sinaloa abandonó su zona de seguridad en la sierra donde parecía imposible que lo detuvieran? Hasta la fecha todavía no queda del todo claro. Una especulación es que su eficiente equipo de ingenieros ya había incorporado pasadizos y túneles a una vasta red de viviendas urbanas en las que El Chapo podría moverse subterráneamente con seguridad de no ser detenido. La otra es que iba a establecer un importante pacto con el jefe de un cártel rival.

Sin embargo, la versión más esparcida es que el capo se había arriesgado a dejar su escondite serrano debido a las mujeres.

Primero se filtró desde las esferas oficiales que ansiaba reunirse con su esposa Emma Coronel, una ex reina de belleza de 26 años que es la madre de María Joaquina y Emali Guadalupe, gemelas hijas del Chapo que nacieron hace menos de un lustro en Los Ángeles (California).

Después se modificó esta versión. Las intrigas palaciegas indicaron que la mujer por la que el Chapo abandonó su zona de protección era Kate del Castillo, una famosa actriz mexicana que protagonizó La Reina del Sur: una serie de televisión inspirada en la novela de Arturo Pérez Reverte sobre una mujer que lidera un cártel de la droga.

El viraje de la versión oficial se dio después de que el actor Sean Penn revelara en la revista Rolling Stone que antes de la nueva captura del capo había sostenido un encuentro clandestino con él, precisamente gracias a la mediación de la actriz mexicana, que también estuvo en la cita celebrada en la zona serrana donde se refugiaba el capo.

Este dardo oficial fue lanzado contra Kate del Castillo después de la publicación de la entrevista, que abolló un poco el discurso triunfalista del Gobierno mexicano tras la recaptura del capo fugado. Las autoridades filtraron que vigilaban a la actriz mexicana desde 2014, ya que sabían que tenían contacto desde entonces. El propio Penn confirmó la relación entre Kate y El Chapo en su artículo, e incluso contó que ambos mantenían correspondencia a través del teléfono y de mensajes escritos.

El Chapo escribe cartas de amor

¿Acaso el capo de la droga más famoso del mundo escribe cartas? La duda suena lógica, tomando en cuenta el estereotipo construido sobre los narcotraficantes. Pero ya hay antecedentes de que al Chapo le gustan las relaciones epistolares.

Zulema Hernández, una mujer que estuvo presa en el penal de Puente Grande por robo a mano armada y que había sido novia del capo del Cártel de Sinaloa, fue entrevistada por el fallecido periodista Julio Scherer García.

Además de concederle la entrevista, Zulema –una treintañera rubia y con dos tatuajes: uno de murciélago en la espalda y uno de un unicornio en la pierna derecha– compartió con el fundador de la revista Proceso una serie de cartas que le había mandado El Chapo a lo largo de 2000: el año previo a su primera fuga de una cárcel mexicana de máxima seguridad.

Una de las cartas escritas por El Chapo dice:

¡Hola mi vida! Zulema, cariño he estado pensando en ti a cada momento y quiero imaginar que estás feliz y alegre porque ya se va a efectuar tu traslado, por eso amor al escribirte esta carta lo hago también con un gran entusiasmo y con mucho gusto, por ti, porque allá en el otro penal vas a estar mucho mejor que aquí, por lo de tener mayor espacio, más movimiento y tiempo para los días en que te visita tu familia.

Cuando se ama a alguien, como te quiero yo corazón, se es feliz cuando hay una buena noticia para esa persona que se adora, aunque yo me voy a quedar unos días más me emociona tu traslado, por tu persona del momento, pero enseguida por toda tu situación legal, pues fíjate que es importante que ahora que ya se vaya a resolver lo de tu libertad no estés en un centro de máxima seguridad, eso a veces influye mucho. Tú sabes bien cómo nos tienen catalogados a los internos de Cefereso, por eso en todos sentidos es importantísimo el traslado y este va a ser el primer paso del objetivo principal que es conseguir a como de lugar tu libertad y lo vamos a lograr ya verás que muy pronto tendremos la dicha de estar ambos en la calle y juntos que es lo más bonito de todo.

Amor no vayas intranquila ni angustiada por el cambio, ya el abogado tiene las instrucciones de que en cuanto te cambien, de inmediato te va a visitar para ver que cosas necesites y darte los recursos para que te acomodes y no te falte nada, solo piensa que peor que aquí no es, entonces todo es favorable.

Preciosa si antes de que te trasladen nos podemos ver (ojalá y se pueda mañana) quiero darte un dulce beso y estrecharte en mis brazos para conservar ese recuerdo cada que piense en ti y con ello poder aguantar tu ausencia en lo que Dios nos permite volver a reunirnos en otras condiciones y en otro que no sea este difícil lugar.

JGL

¿Qué tipo de correspondencia sostuvo el capo con la actriz? Kate del Castillo no ha dado una versión pública sobre su relación con El Chapo. En el mundo de la farándula se rumorea que más allá de una película, planea publicar un libro con el testimonio de su relación. Pero con el acoso desatado por parte de las autoridades mexicanas, resulta complicado saber lo que sucederá. 

Lo que sí se sabe es que Zulema, aquella mujer a la que El Chapo mandaba cartas de amor de su puño y letra, apareció asesinada después en la cajuela de un automóvil, envuelta en un cobertor de color rosa, con la cabeza y los pies llenos de cinta adhesiva de color canela. A su lado estaba también el cuerpo de un hombre llamado Julio César.

Según el reporte del Servicio Médico Forense, ambos fueron asfixiados y recibieron un disparo en la cabeza. El informe dice también que Zulema tenía marcadas con navaja varias letras “zeta” a lo largo de su cuerpo.

Los DVD que encontraron en el escondrijo de El Chapo. Edgar Garrido / Reuters

Siete mujeres y 18 hijos

La primera esposa que tuvo El Chapo Guzmán se llamaba Alejandrina Salazar. Con ella procreó a Iván, Alfredo, César y Alejandrina. Luego se casó con Griselda López, con quien también tuvo cuatro hijos: Édgar, Joaquín, Ovidio y Griselda. Su actual pareja oficial es Emma Coronel, mamá de las gemelas María Joaquina y Emali Guadalupe. Otras mujeres con las que las autoridades aseguran que el capo tuvo hijos son Nancy Bravo (tres), Estela Peña (dos), Lucero Sánchez (dos) y Neri García (uno).

A la par de su fama de mujeriego, El Chapo tiene también el prestigio en Sinaloa de ser un papá desmedido con su descendencia. Durante los años recientes, miles de padres mexicanos han perdido a sus hijos en medio de una nebulosa de violencia llamada oficialmente guerra del narco. En este periodo, como otros reporteros, he escrito historias de estas víctimas, en su mayoría personas humildes.

Un caso excepcional sucedió cuando acudí al fastuoso velorio de Édgar Guzmán, uno de los 18 hijos del jefe del Cártel de Sinaloa, que a sus 23 años fue asesinado el 8 de mayo de 2008 por un comando en un centro comercial de Culiacán.

El féretro donde reposaba el cuerpo del joven estudiante de Administración fue cercado por gigantescas coronas de rosas a lo largo del día. "Vendimos unas ocho coronas fúnebres a 20.000 pesos cada una. Cada una de estas coronas lleva como 1.250 rosas rojas. Son tan grandes que no caben por la puerta", me dijo un empleado de la Florería Padilla mientras señalaba la puerta del negocio, de poco más de dos metros de altura.

Otras floristerías también vendieron ese día coronas igual de grandes o incluso más. Alguna elaborada hasta con 2.000 rosas rojas y vendidas a 35.000 pesos cada una. Ese día el flujo de flores hacia el interior de la Funeraria San Martín fue incesante. De repente llegaron nueve camiones llenos de rosas rojas para despedir al hijo del capo.

Un relato de aquel funeral lo publiqué los días siguientes en el periódico bajo el título Las 50.000 rosas. La crónica derivó en una canción cantada con la voz borrascosa del cantante Lupillo Rivera en un disco llamado igualmente Las 50 mil rosas, del cual aclaro que nunca recibí regalías.

Aquel crimen fue un parteaguas en la historia del narcotráfico mexicano. Los periódicos de Sinaloa no se animaron a dar la noticia al día siguiente a pesar de que tenían muy bien registrado el suceso. De hecho, la sangre del hijo del capo aún estaba húmeda en el suelo cuando llegaron los primeros reporteros.

Un penetrante olor a pólvora, como a fuegos artificiales, rondaba el estacionamiento del centro comercial la noche del 8 de mayo. Édgar Guzmán corrió, pero los sicarios que iban en tres camionetas le dispararon más de 300 tiros en forma de abanico, a diez metros de distancia. Ningún disparo salió del lado del hijo del Chapo ni de los otros tres jóvenes que iban con él, que también murieron masacrados. Un taller de automóviles arropó buena parte de los disparos y el bazucazo con el que los sicarios acabaron su faena. Las dos cámaras de seguridad del negocio grabaron la balacera. En las imágenes sólo se ve un resplandor y se oye una tormenta de balas.

Los trabajadores del sitio se habían ido media hora antes, justo después de hacer trabajos de alineación y balanceo durante todo el día. Luego tuvieron que trabajar varias semanas entre orificios de bala. El techo del sitio no quedó nunca reparado del todo después del bazucazo que dejó un hoyo de 50 centímetros. En el estacionamiento, justo donde cayó el hijo del Chapo, aparecieron velas encendidas y de repente un cenotafio en su honor.

Los restos de Édgar Guzmán fueron enterrados en Jesús María, un pueblo de las afueras de Culiacán por donde su padre estuvo unos días antes de que volviera a ser detenido por el Gobierno mexicano a principios de 2016.

Esperando respuesta

Sean Penn no es el primer actor de Hollywood que protagoniza un escándalo alrededor de un cártel de la droga de México. En los años 70, Norman Gibbs, actor de El Padrino y de French Connection, fue detenido con siete kilos de cocaína en su maleta en el aeropuerto de Los Ángeles cuando llegaba de la ciudad mexicana de Acapulco.

Kate del Castillo no es la primera actriz mexicana en ser denunciada de manera pública por cuestiones turbias. Su colega Angélica Rivera, la esposa del presidente Enrique Peña Nieto, debió responder a través de un video difundido en YouTube a una investigación periodística que evidenció la extraña forma en la que había adquirido una mansión a una empresa favorecida durante los gobiernos de su esposo. Después, tuvo que cancelar la adquisición de esa propiedad, conocida como "La Casa Blanca".

No se sabe si Kate del Castillo responderá también a sus críticos a través de un video de YouTube ni si renunciará a sus planes de producir el filme soez que Hollywood ansía sobre la vida de un micromegalómano.

Mientras tanto, la película con la que arrancó 2016 en México parece que continuará. Yo seguiré esperando que la subprocuraduría especializada en delincuencia organizada vaya a buscar a las personas desaparecidas a los lugares de los que informé porque hasta la fecha no lo ha hecho.

Ni esto ni la búsqueda pendiente de 25.000 personas desaparecidas son una película de narco (ni de amor).

Diego Enrique Osorno es autor de 'Contra Estados Unidos (2014) y 'La guerra de los Zetas' (2012). Su último libro es 'Slim' (Debate, 2015). Este texto fue publicado esta semana por el canal Univision