Los habitantes de Dresde suelen decir que la capital de Sajonia (este del país) es un lugar “cómodo, verde y tranquilo”. Pero desde hace ya tiempo, las tardes de los lunes tienen poco que ver con esa descripción. No porque en invierno el color predominante de la ciudad es el blanco de la nieve que cubre toda la ciudad en estas fechas, sino porque los lugares más emblemáticos de la ciudad sirven de escenario al movimiento xenófobo Pegida.
El movimiento de Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente (Pegida, por sus siglas en alemán) celebró este lunes su habitual manifestación semanal en el centro de Dresde, según los organizadores, a unas 5.000 personas que se dieron cita pese a una temperatura de siete grados bajo cero.
Era la primera vez que tenía lugar una manifestación de este colectivo islamófobo después de haberse dado a conocer la presencia mayoritaria de inmigrantes y solicitantes de asilo entre los arrestados por participar la pasada Nochevieja en los masivos ataques a mujeres en Colonia y en otras ciudades germanas. Este mismo lunes, el Gobierno alemán había anunciado la detención de un primer sospechoso por las agresiones, un solicitante de asilo argelino.
A partir de las tres de la tarde, “quien puede, se marcha” del centro, dice Tanja Widmann, una hostelera que posee varios restaurantes en el casco antiguo. Con esa apreciación difiere Ines, propietaria de una óptica situada en la Wilsdruffeer Straße, una avenida muy comercial situada a proximidad del Neumarkt, la zona del centro histórico de la capital sajona que ocupó la manifestación. “Tal vez se queden vacías las zonas colindantes con el lugar donde se concentran los manifestantes, pero en esta parte del centro, no”, sostiene esta empresaria de 53 años.
Sin embargo, el Neumarkt sí que se había preparado especialmente para que los fieles a la llamada de Pegida se manifestaran a partir de las seis y media. Poco después de esa hora comenzó una cita seguida muy de cerca por un amplio despliegue policial. Sólo en la zona del Neumarkt, donde se concentraron las 5.000 personas que contaron los organizadores de la movilización -la policía no ofrece datos al respecto desde mediados del año pasado–, se contaban una treintena de furgonetas de policía. Además, buena parte de los 900 metros de la Wilsdruffeertraße estaban cortados al tráfico por abundantes vehículos de las fuerzas del orden.
En el Neumarkt, a la vera de la Iglesia de nuestra Señora de Dresde, un remolque de camión con las puertas abiertas sirvió de tribuna para los líderes de Pegida. Se echó en falta a su cofundador, Lutz Bachmann, afectado por un mal de garganta que le impidió hablar. Así, buena parte del protagonismo recayó sobre Tatjiana Festerling, otra prominente activista del grupo de “patriotas europeos”.
Desde su atril, cargó contra todo el sistema político y mediático alemán. Por momentos, desató entre los presentes los eslóganes ya clásicos de Pegida contra la prensa - “¡Prensa mentirosa!” -, que resonaron con estruendo en el recogido Neumarkt. Ése es el adjetivo preferido de los líderes de Pegida y sus seguidores para los medios de comunicación alemanes, a los que Festerling y compañía acusan de “criminalizar” a los “patriotas europeos”.
“Más de un año llevamos miles de personas manifestándonos pacíficamente contra la política del Gobierno”, recordó Festerling. Sus críticas al Ejecutivo de la canciller tocaron especialmente la política de inmigración. “El ministerio de la verdad de Merkel da instrucciones a los periodistas para que informen sólo de forma positiva sobre refugiados y sobre la política de refugiados del Gobierno”, afirmó la lideresa de Pegida. “¿Estamos en Corea del Norte o qué ?”, se preguntó con sorna.
Estos mensajes tienen especial atractivo en estas manifestaciones. Así lo cree Alexander Schneider, reportero del periódico local Sächische Zeitung, el diario con mayor difusión de la región. “Hay que reconocer a Pegida que ha sabido movilizar, manteniendo durante mucho tiempo una gran intensidad en las manifestaciones”, dice Schneider a EL ESPAÑOL.
En esta primera cita de Pegida en Dresde desde que salieron a la luz las agresiones de Nochevieja a mujeres en Colonia y otras ciudades alemanas, el público es, como siempre, muy heterogéneo en términos de edad. Si se pregunta a los locales sobre el público de las reuniones de los “patriotas europeos”, es muy recurrente que la descripción se atenga a los siguientes términos: “familias que están en contra de la política del Gobierno”. La misma respuesta se obtenía este lunes entre los manifestantes. “Somos familias preocupadas por nuestros hijos”, decía a este periódico una pareja de mediana edad. Ella llevaba un cartel en el que se leía: “Estamos aquí por el futuro de nuestros hijos”.
Al terminar las alocuciones de los responsables de Pegida, los manifestantes dieron una vuelta por el centro de Dresde entonando cada cierto tiempo al grito “¡Wir sind das Volk!” – “¡Somos el pueblo!”, evocando un eslogan que acompañó la liberación de la decadente Alemania comunista en 1989. No obstante, después de algo más de cinco lustros, esas palabras suenan a proclama ultranacionalista.
La manifestación de Pegida recordó su reivindicación de una salida de Alemania de la Unión Europea, el endurecimiento de la ley de inmigración, implantar el “deber de integración” de los inmigrantes, la prohibición de viajar a Alemania para personas radicalizadas y más medios para las autoridades responsables de la seguridad. Precisamente, mano dura en materia de delincuencia e inmigración es lo que defiende el Gobierno de Angela Merkel tras lo ocurrido en Nochevieja. Lo demuestra su intención de interrumpir el derecho de acogida si un asilado comete un crimen castigado con una pena de reclusión. Sin embargo, vista la capacidad de convocatoria de Pegida en Dresde, aquí los hay que quieren más.
Si, como dice Anna Sauerbrey, periodista del diario Tagespiegel, “las protestas de Pegida están llamando tanto la atención porque actúan como un chequeo médico a la sociedad alemana”, algo no va bien en Dresde. “Aquí hay un clima muy enrarecido con todo lo que tiene que ver los extranjeros”, concluye Schneider, el reportero del Sächische Zeitung.