Jessica Jones no es una mujer al uso. Bebe whisky sin destilar directamente de la botella, no se preocupa lo más mínimo por su aspecto y se marcha al amanecer sin dejar rastro tras una noche de desenfrenado sexo. Jessica Jones no es una superheroína al uso. Hace tiempo que dejó de intentar de salvar el mundo y ya sólo trata de salvarse a sí misma de un terrorífico pasado mientras trabaja en Nueva York como detective privado. Además, posee una fuerza extraordinaria, casi puede volar gracias a sus saltos con “caída controlada” y tiene una resistencia sobrehumana al dolor físico.
Esto último la relaciona con el universo de Marvel, factoría de la que procede el personaje. Todo lo anterior la aleja de su etiqueta superheroica y la acerca a los espectadores, a los que ha seducido a través de Netflix. Todo esto ha convertido a Jessica Jones en la serie revelación de 2015 y una de las que más polémica ha causado entre la crítica en los últimos tiempos.
¿Existe igualdad en la forma en que se representa a hombres y mujeres en televisión?
El motivo es obvio: Jessica Jones se sale de la norma porque está protagonizada por mujeres cuya sola existencia desafía todas las reglas de la sociedad patriarcal. Mujeres que han sido dañadas, pero que son tan fuertes como para luchar por tener el control de sus vidas y su futuro. Mujeres que no necesitan de nadie más que las salve, porque ellas, al igual que fueron víctimas, ahora son las heroínas. Mujeres que, juntas acabarán con sus propios demonios y con el malvado Kilgrave, el villano por antonomasia al que debe enfrentarse Jessica Jones.
Aunque son numerosas las series en las que prima la presencia femenina –Sexo en Nueva York, Mujeres Desesperadas, Vis a Vis…-, esta es de las primeras en abordar la imagen de la mujer desde una perspectiva feminista. Una agradable sorpresa en la industria televisiva y en la cinematográfica.
¿Existe igualdad en la forma en que se representa a hombres y mujeres en televisión? Obviando escasas producciones recientes, como Orange is the New Black, Scandal o la propia Jessica Jones, la respuesta correcta sería no. Los protagonistas suelen ser hombres y las mujeres quedan relegadas a papeles secundarios. Aunque no tengan necesariamente un carácter sumiso, se las presenta como marginales respecto al relato: son el descanso del guerrero, un peligro añadido, una rémora o una ayuda en el mejor de los casos.
Un buen ejemplo de todo esto serían Walter White y su esposa Skyler en Breaking Bad. Los estereotipos se detectan también en los roles que representan: Mientras Walter –presentado como fuerte y violento- ocupa un puesto responsabilidad en su trabajo, es el líder del pintoresco grupo en que frecuenta, y muestra más determinación en sus decisiones, Skyler –coqueta, femenina, sensible- gobierna más en el ámbito privado del hogar, es menos independiente y ocupa puestos secundarios cuando accede al mundo laboral.
Sin pudor sexual
Rara vez el mundo se descubre a partir de los ojos de las mujeres, aunque se esté hablando de ellas. Generalmente, la cámara las mira desde fuera y suelen ser el objeto de la visión, casi nunca el sujeto. Pensemos, por ejemplo, en Juego de Tronos, donde son comunes los primeros planos estáticos, contemplativos, agresivos a veces. No existe pudor para mostrar el sexo femenino en todo su esplendor ni en esta ni en muchas otras series actuales, pero rara vez se muestran expresamente los genitales masculinos (dos veces, concretamente, una en la propia Juego de Tronos y otra en Sense8).
La sexualidad, además, se sigue expresando casi exclusivamente en función del hombre. La cámara cada vez enseña más, pero siempre muestra lo mismo: modos, maneras, tiempos y ritmos que responden a la sexualidad masculina. Incluso en series como Orange is The New Black, donde se presentan escenas de sexo entre mujeres, las imágenes tienen más semejanza con la pornografía lésbica habitualmente consumida por hombres que con una expresión ajustada a la realidad del amor físico entre dos mujeres.
Mientras él es considerado legendario por sus conquistas, a ella se la ve como una "ligera de cascos" en la más dulce de las versiones
Es tal la asimilación de la mujer a lo masculino que, cuando en la pantalla aparecen personajes femeninos con características no tradicionales, tienden a adoptar patrones de actuación propios de los hombres, como si esa fuese la única forma de reivindicarse como sujeto y tomar cierta relevancia en la historia. Además, mientras que la imagen del hombre exitoso está construida desde un punto de vista positivo, la de la mujer de éxito encierra aspectos negativos. La propia Jessica Jones, o el personaje de Claire en House Of Cards son ejemplos de féminas violentas al modo clásicamente viril.
Otro tanto ocurre con las mujeres que muestran una configuración del deseo erótico tradicionalmente varonil: estas, además, –y al igual que en la sociedad- son fuertemente criticadas. Barney Stinson (Cómo Conocí a Vuestra Madre) y Samantha Jones (Sexo en Nueva York) comparten su afición por las relaciones sexuales de una noche. Mientras él es considerado legendario por sus conquistas, a ella se la ve como una "ligera de cascos" en la más dulce de las versiones.
Mientras que muchos de estos inmorales protagonistas masculinos cuentan con algún tipo de atractivo, las mujeres son presentadas como más despreciables
Otra diferencia destacable en la forma de tratar la figura del hombre y la mujer en televisión es cómo se presenta a los “malos”: mientras que muchos de estos inmorales protagonistas masculinos cuentan con algún tipo de atractivo que les hace conectar con el público (Frank Underwood de House of Cards o Walter White de Breaking Bad), las mujeres con las mismas características son presentadas como más despreciables y logran ganarse el fervoroso odio del público (Claire Unerwood, Skyler White o Cersei Lannister de Juego de Tronos).
Salvo el antagonista Kilgrave, los demás hombres de Jessica Jones son planos y carentes de interés, lo que puede hacer que los hombres –que, al fin y al cabo, son quienes controlan la industria- experimenten lo que es ver a su propio sexo representado como un mero adorno, sin que eso implique que la historia pierda capacidad para enganchar…