Meghan Markle (36 años) dará el esperado 'sí, quiero' al príncipe Harry (33) el próximo mes de mayo, pero mientras esa ansiada fecha llega la ciudadanía británica ya ha dicho el 'sí, quiero' a las prendas que ha ido mostrando la futura mujer del nieto de Isabel II (91). Todas se han agotado en tiempo récord.
Primero fueron los vaqueros rotos y la camisa blanca que vistió en los Juegos Invictus de Toronto el pasado mes de septiembre; y la semana pasada colapsó las webs de las marcas que firmaban su abrigo blanco de la pedida, y el azul marino de su primer acto público. Sus elecciones de estilo están revolucionando al público, pero lo cierto es que el auténtica forma de vestir siempre fue más bien sencilla y falta de glamour -salvo en eventos públicos puntuales-.
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Los vaqueros y los leggings siempre fueron su fondo de armario favorito, algo que cambiará, seguro, con su entrada en el Palacio de Kensington. De hecho, ya se ha podido apreciar una evidente transformación, sobre todo, en el largo de sus faldas, que ya ninguna muestra sus rodillas, como hacía a menudo.
Su pasión por los abrigos largos y abotonados no ha cambiado. Las gabardinas y las prendas exteriores de corte marinero siguen formando parte, aún, de sus estilismos como prometida real, una afición que tomó de su personaje de la serie Suits. Del mismo modo que las sandalias con tiras cruzadas o las botas altas todavía tienen lugar en su nuevo catálogo de calzado royal.
No obstante, no cambiará sus mallas y sus gorros de lana cuando tenga que ir al gimnasio para sus sesiones de yoga. El propio Harry viste de chándal y capucha para sus entrenamientos, por lo que Meghan no alterará sus clases de ejercicios por muy duquesa que llegue a ser en un futuro próximo.
Por el momento, la actriz también ha dejado de lado el pintalabios rojo al que tanto aprecio le tenía para sus salidas festivas cuando todavía era 'plebeya'. Ahora opta por un look más natural, con tonos nude y tierra que se acoplan a la perfección a su dorada tez.
Y en cuanto al peinado, sigue optando por las ondas, como hacía antaño, pero sin marcarlas tanto. Las tenacillas eran sus aliadas para completar sus estilismos de estrella de la televisión, pero tras dar el paso hacia Buckingham, Meghan apuesta más por la onda natural, más rebajada, las mismas que dejan los rulos o la espuma junto al difusor.
La naturalidad es un grado, y por eso el estilo de la prometida del príncipe 'rebelde' ha cautivado al gran público. Además, el hecho de no cargar con la presión del trono, que sí tienen Guillermo (35) y Kate Middleton (35), la pareja formada por Harry y Meghan pueden permitirse mayor libertad, tanto en su vida como en sus armarios.