Los delicados encajes, las flores tiñiendo el techo como si se estuviera inmerso en una boda de ensueño, los perfumes, con muestras desde 1947 hasta 2001, y las telas que convergen con la naturaleza ponen de manifiesto la capacidad de Dior de crear desde la sencillez. Con todo ello, y ayudado por su fascinación por los jardines, que desvelan la clara influencia de su madre durante su juventud, nace otra de las obras de mayor calado en la exhibición, el vestido "Lily of the Valley", de 1957.