Emilio Pucci comenzó diseñando trajes de esquiar con éxito, pero fue en la cálida isla de Capri donde abrió su primera tienda. Desde allí, este aristócrata convertido en costurero supo cómo resaltar la feminidad con telas ligeras y coloridos estampados que lucieron Jackie Kennedy y Marilyn Monroe.
En el prólogo del libro El príncipe de los estampados, de la Editorial Taschen (una segunda edición actualizada con 30 páginas y encuadernado en tela original de Pucci), su hija, Laudomia Pucci, que comenzó a formar parte de la empresa en los años 90, dice de él que fue un diseñador que quiso vestir a todas las mujeres.
Describe a su padre y su trayectoria en la moda como un minimalista antes del minimalismo, un jet set antes de que volaran los aviones y un científico antes de que la tecnología de los tejidos se convirtiera en una disciplina. "Para él los estampados eran ritmo y movimiento, a través de ellos expresaba una felicidad contagiosa", advierte Laudomia del hombre que hizo del pop art su enseña.
Pionero
Emilio Pucci sentía pasión por las mujeres y tenía un sentido visionario del estilo. En los 50 su boutique en la isla de Capri atendía a una clientela acaudalada, sofisticada, herederas y estrellas de cine que compraban sus pantalones Capri, bufandas de seda y livianos trajes de dos piezas. Una década después, Jacqueline Kennedy y Marilyn Monroe lucían sus vestidos.
Como si fuera el blasón que da prestigio a una estirpe cuyo linaje se remonta al siglo XV, Pucci fue una de las primeras marcas en contar con un logotipo y en ser una pionera en la diversificación, que llevó a la marca por el camino del interiorismo, la ropa deportiva y los accesorios.
[Más información: Ella Emhoff, la hijastra de Kamala Harris, debuta como modelo en Nueva York]