El diseñador Antonio Alvarado, galardonado este martes con el Premio Nacional de Diseño de Moda 2021 que otorga el Ministerio de Cultura y Deporte, ha declarado a Efe que merece la pena dedicarse a una profesión con "pasión, la peor de las drogas".
"Mereció la pena mientras duró", ha dicho el diseñador en una entrevista este martes con Efe, que abandonó el diseño de moda hace diez años.
Para el creador alicantino la moda es una forma de expresión: "Lo he hecho con los títulos de mis colecciones que tenían que ver con mis sentimientos, he escrito una novela con ellos. No he sabido expresarme de otra manera".
Inconformista, transgresor y visionario hizo de la sostenibilidad el eje de su diseño y de las prendas sin género una apuesta por el futuro, pero hasta este martes, cuando el Ministerio de Cultura le ha otorgado el Premio Nacional, solo había obtenido galardones en Burdeos y Múnich.
"Me ha encantado la llamada del ministro", confiesa exultante cuando le ha comunicado el premio. "Es un reconocimiento a una vida de 40 años dedicado al diseño, que no ha sido fácil", a pesar de que su familia siempre le apoyó. "No me ha salido mal", asegura sin nostalgia.
Antonio Alvarado (Pinoso, Alicante, 1954) ha reconocido sentir "mucha satisfacción por la gente que ha creído en mí". Recuerda que era el más joven del equipo cuando empezaba, para después pasar mucho tiempo dedicado a traspasar conocimiento a las nuevas generaciones. "Aunque algunos solo buscan en la moda notoriedad".
En sus comienzos -rememora-, "a veces no me tomaban muy en serio. La suerte es que sabía cortar, coser y patronar y sabía lo que quería", dice rotundo este diseñador que lleva alejado del mundo de la moda diez años, aunque no ha abandonado el diseño destinado a la decoración de interiores, pues colabora con la empresa de su hijo, Mosaista.
"Cuando no tienes mucho más que dar es necesario saber apartarse y dejar que la vida pase, porque el frasco de las esencias muchas veces se evapora", comenta en referencia a su despedida.
Se queja de la tensión que se vivía dentro de la moda, donde la pretensión no era "la creatividad sino cubrir el hueco que la demanda exigía, no solo del público sino de los propios distribuidores".
Crítico con el sistema, "una marca está muerta si cada seis meses no presentas una colección", indica que la presión "ha dejado muertos por el camino". "Si no gustas, no existes", señala, y añade que lo que diferencia la moda del resto de las artes es que no es acumulativa: "Si una colección no funciona, supone un fracaso empresarial que nadie te va a distribuir".
La sostenibilidad, el objetivo de la moda actual, no es para él ningún secreto. "Llevo toda mi vida apostando por ella", comenta quien ofreció una colección creada a partir de tejidos de toallas, que se utilizaban en los baños públicos, y de los paños de cocina de las existencias del madrileño hotel Palace, de algodón "exquisito", remarca.
"Hay que darle forma a lo que tenemos. Eso es evolucionar una buena base de tejido. No requiere más que le añadas un buen diseño para que no parezca lo que es. Una manera de rehabilitar materiales formidables", advierte.
En esa misma línea, señala que nunca sintió necesidad de dividir sus prendas por géneros: "Soy normal, no he descubierto nada. Lo que no he tenido nunca son prejucios, me parece unan perdida de tiempo", dice de una época en la que señala que no había miedo al ridículo, ni la búsqueda de la popularidad inmediata, ni una creatividad absorbida por mucha información.
Su primera colección, Baja costura, ya apostaba por los escotes asimétricos y hombros al descubierto en diseños masculinos. Aunque la más reconocida fue la llamada "Tacón Amargo", con la que se despidió de la pasarela.
Este representante de la Movida madrileña cerró su taller de costura en 1997. Alvarado fue rompedor incluso a la hora de elegir el lugar para presentar las colecciones: la discoteca Joy Eslava y la sala de conciertos Rockola fueron dos escenarios, entonces inusuales, para mostrar sus propuestas.
Vestir a sus amigos era una de sus pasiones y ellos correspondían con un alarde de gracia, como fue el caso de Alaska (58), modelo de su colección otoño-invierno 1991 en la pasarela Cibeles, en la que el creador participó desde sus inicios.
Luz Casal (62), el grupo Mecano, Fabio McNamara o incluso Rocío Dúrcal (61) eran algunas de las celebridades que utilizaban sus diseños dentro y fuera del escenario, piezas de costura pulcra, que transmitían una gran necesidad de cambio y un lenguaje propio. Prueba de ello fue la camisa que creó para Antonio Banderas en La ley del deseo (Pedro Almodóvar, 1986).
Denuncia que los diseñadores son artistas excesivamente expuestos: "Creo que hice muy bien en retirarme". Un momento a partir del que asegura -divertido- que empezó a disfrutar de la cocina, de su huerta y a disponer del tiempo que la pasarela no le permitía.
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