¿Te ha pasado alguna vez que te montas en el coche y, sin darte cuenta, ya estás en casa? ¿O que empiezas a comerte un sándwich por la noche y, de repente, solo te queda un bocado? Si es así, enhorabuena: eres como la mayoría de los mortales. Una carrera que empieza en el mismo momento en el que suena el despertador y que no se acaba hasta que te metes en la cama de nuevo. Y a veces, tampoco.
Nos levantamos cada día con un piloto automático que, durante años, nos ha dictado qué hacer en cada momento. Y a pesar de saber todos los pasos, la preocupación por lo que viene mañana nos crea una situación de estrés de la que no nos damos cuenta, pero que se queda en la base de nuestra mente. Para combatirlo: mindfulness.
Una técnica procedente del budismo Zen que lleva practicándose más de 2.500 años y que ahora se ha convertido en todo un fenómeno en Occidente. La psicología científica ya la investiga y la incorpora como una herramienta más de la psicoterapia. Sus seguidores la definen como un modo de ver el mundo, comportarse y enfrentarse a las dificultades, cuya práctica continuada cambia tu vida de una forma muy sencilla.
RESPIRA
Concentrarte en tu respiración es el mejor camino para conectar contigo mismo, con el presente y empezar a darte cuenta de todo lo que pasa a tu alrededor. Esta es la máxima que proclama el mindfulness; el prestar atención a cada detalle para disfrutar de él. Y la respiración ayuda.
Se trata de inhalar durante tres segundos, -contando hasta tres-, mantener el aire en el interior entre el cuarto y quinto segundo, soltándolo hasta llegar al nueve. La expiración debe ser fluida y pausada a través de la boca. En total, nueve segundos en los que eliminas todo de tu mente y te concentras, independientemente de dónde estés.
Los devotos del mindfulness suelen hacerlo cuando se encuentran en la cola del supermercado, cuando se agobian en la oficina o en un atasco, quizás el mejor momento, debido a la tensión que esta situación conlleva.
UNI-TASK
La productividad disminuye hasta un 60% cuando estamos atendiendo a muchas cosas al mismo tiempo. Y tiene su lógica; dividimos nuestros esfuerzos. Aprender a reconocer lo importante y priorizarlo es el primer paso de la filosofía mindfulness. Realizar las tareas de una en una, sin pensar en la que llega después. Y es que el multitasking parece estar pasado de moda.
NO JUZGUES TUS PENSAMIENTOS
Las preocupaciones crean bucle. Empiezas a pensar en ello y, por ende, te preocupas más. Sí, existe: preocuparse por estar preocupado. Y esto conlleva distracción y ansiedad, los enemigos del bienestar.
Una de las tareas cuando se practica mindfulness es apagar todos los dispositivos e intentar dejar la mente en blanco. Visualiza una perspectiva en tercera persona que reconozca dónde están tus sentimientos en ese momento, sin juzgar cada uno de los pensamientos que te llegue, simplemente se consciente y déjalos ir una vez pasen por tu mente. Se trata de observar sin opinar.
Y PIENSA SOLO EN EL PRESENTE
No es fácil e, incluso, es hasta natural. Pensar en el mañana es algo que hacemos todos. Por eso, necesitas utilizar lo que se llaman las campanas mindfulness: una campana que imita a esas que suenan en los monasterios budistas y que se activan a unas horas muy concretas. De esta forma, se avisa a los monjes de que deben parar sus actividades y tomar conciencia de lo que están haciendo o sintiendo en ese momento. Vivir el presente, disfrutar de la cena que estás comiendo y de los amigos con las que estás hablando ahora.
En realidad, no necesitas ninguna aplicación para ello; pero, como en todo, la tecnología ayuda. Desde sus versiones web hasta aplicaciones para llevar en el móvil y cumplir con lo prometido: practicar mindfulness estés donde estés.