En la ensalada, al horno, en zumo, a la plancha… El tomate es una fruta que, además de ‘pegar con todo’, aporta muchos beneficios al cuerpo. Se trata de un alimento mediterráneo, que proporciona un gran número de antioxidantes, vitaminas y minerales. Se ha demostrado que el tomate mejora nuestra salud si se incluye en la dieta diaria: previene la hipertensión, las infecciones de orina o mantiene los ojos en buen estado. El gran secreto del tomate reside en su piel… si lo pelas, no te beneficiarás al 100% de sus propiedades.
Como hemos dicho, se trata de una fuente abundante de antioxidantes gracias a la gran cantidad de licopeno, eficaz contra los radicales libres. Puedes beneficiarte incluso de sus antioxidantes con los productos de tomate procesados, como la salsa de tomate.
Asimismo, según un estudio publicado en la revista Neurology, el tomate reduce el riesgo cardiovascular. En esta investigación se estudiaron a personas que ingerían habitualmente esta fruta y llegando a la conclusión de que el riesgo de que en su sangre se formen coágulos que puedan taponar las arterias es de un 60% menos que en el resto de personas que no incluyeron el tomate en su dieta. Esto es debido a su gran cantidad en vitamina K, esencial en la coagulación de la sangre.
Otras vitaminas que contiene en abundancia son la vitamina C – antioxidante natural- y vitamina A. Además, el tomate contiene mucho potasio, un mineral que juega un papel vital en el mantenimiento del nervio.
Tomates verdes
Pero no todo el poder reside en el rojo, los tomates verdes también tienen mucho que ofrecer. Según un estudio de Iowa (EE.UU), el tomate verde ayuda a combatir la atrofia muscular gracias a la tomatidina. Los investigadores comprobaron que este compuesto revierte los cambios de las células musculares cuando se produce una inmovilidad prolongada.