Archibald (Archie) Alexander Loach, el verdadero nombre de Cary Grant, siempre llevaba todo en su sitio. Hasta su coche tenía el brillo exacto que debía tener. Nacido en Bristol (Reino Unido) llegó a Estados Unidos en 1920 creyendo firmemente en el sueño americano y compartiendo travesía con Douglas Fairbanks Sr., una de las grandes figuras del cine mudo, del que quedó impresionado. Confesión que le haría a Ralph Lauren años después. También se fijó en los militares, no por el uniforme en sí; sino por la forma en la que lo llevaban, impecable y perfecta. Vio lo que le gustaba y trato de imitarlo hasta convertirse, de forma consciente, en sinónimo de saber estar y vestir.
Dos veces nominados a los Oscars, consiguió hacerse con uno honorífico en 1970. Era muy difícil que se negase a alguna entrevista; su encanto -eso que él llamaba charm- era requisito esencial para la elegancia. Y Grant, ante todo, era un hombre sofisticado. Como él mismo afirmó, “pretendía ser alguien que quería ser y, al final, me convertí en esa persona. O esa persona en mí. O coincidimos en algún punto”. Icono del cine clásico, aquí tienes su estilo resumido en diez claves.
1.- Siempre se ha mantenido en el punto medio. Porque ese es el lugar para el acierto, el equilibrio. Si le preguntabas por un traje, Grant no te hablaba de estilos ni colores -aunque, por supuesto, siempre se decantaría por un azul oscuro casi negro o un gris-, sino que te decía que no debía ser ni muy estrecho ni muy amplio, con pantalones ni muy largos ni muy cortos. En la mesura está el acierto. Igual que con la confianza con la que debías mostrarte en público: no tan seguro como para resultar presuntuoso ni tan tímido como para no ser tomado en serio.
2.- Práctico, funcional y atemporal. De ahí que lo importante no fuesen las tendencias o el color de una prenda, sino dónde y cómo ésta había llegado a tu armario. Siempre aseguró que muchos de sus trajes no le habían costado una gran fortuna y que la mayoría de ellos llevaban con él más de diez años.
La simplicidad es la esencia del buen gusto
Pero si buscaba la calidad, acudía a Dunhill en Londres, a Cifonelli en Roma o los mandaba copiar en Hong Kong. Sí, y conseguía prendas idénticas a las que ya eran sus favoritas. Aunque era rotundo al afirmar que era en Estados Unidos donde se hacía la mejor ropa.
3.- Lo más importante, las mangas. Cuando Grant entraba por Ellis Island, lo hacía para seguir con una recién estrenada carrera como acróbata. De ahí que fuese uno de los actores más musculosos de su época y, por tanto, cuidadoso con las proporciones. Si las mangas de un traje o una camisa no le convencían, lo tenía claro, la compra no merecía la pena. Y es que, como afirmó a la revista This Week en 1962, -en un artículo que desgranaba su estilo en cinco capítulos-, “la ropa debía atraer la atención (tanto en un hombre como en una mujer) hacia los puntos fuertes de tu figura y desviarla de los peores”.
4.- No se arriesgaba con los zapatos. Consciente de que el presupuesto de cada uno era distinto, Grant siempre defendía que era mejor tener un par de zapatos buenos que no cinco baratos. Si eran de piel y los cuidabas, no importa cuántos años pasasen o lo que cambiase tu estilo a lo largo de ellos, seguirían valiendo. Para viajar, mocasines (fáciles de quitar y poner); e imprescindibles, unos negros.
5.- Para una noche de gala: un tuxedo negro. Combinado con una camisa blanca inmaculada y un pequeño pañuelo en la solapa. No era amante de las iniciales bordadas en los bolsillos, pues aseguraba que podían resultar ostentosas, ni de las corbatas. Y, cuando las llevaba, solía utilizarlas de punto y con imperdibles.
6.- Y los bolsillos vacíos, por favor. Nada arruinaba más un outfit que aparecer con ellos repletos de cosas: una cartera desgastada o cualquier otra cosa que, al final, no usarías. Y además, acabaría deformando el traje. Tenías que llevar lo justo.
7.- Con un abrigo negro o camel, tienes mucho ganado. Porque acompañará todos tus estilismos. Y si además, consigues uno que cubra completamente tu cuello, no necesitarás llevar bufanda. Antes de comprarlo, sube sus solapas y compruébalo. Si lo consigue, ese es el tuyo.
8.- El mejor consejo de estilo se lo dio su padre: calcetines siempre a la vista. Y lo siguió como un mantra. Para Grant, no había mayor causa para la pérdida total de estilo que no llevarlos bien estirados o que, aún peor, éstos ni se viesen.
9.- Odiaba los sombreros. Además de otros muchos accesorios. Los llevó en muy pocas ocasiones porque, como hombre coqueto que era, no le gustaba cómo se veían sus rasgos con ellos. Los cinturones solo se los permitía en sus looks de diario y prefería un foulard a una corbata. Aunque siempre nos conquistará esa fotografía de 1957, en las calles de Nueva York, esperando que la lluvia se calme con su paraguas.
9.- Dicen que cuando se acercaba, podías oler su loción de afeitado. Aunque Grant afirmaba que “un hombre debía oler a hombre”, descartando todo tipo de perfumes o jabones, todos los que tenían el privilegio de sentarse con él a la mesa aseguraban que sabías cuando llegaba por su inconfundible after shave.
10.- De su paso por la gran pantalla: sus gafas de sol en Con la Muerte en los talones (1959). Porque, por algo, estamos de cumpleaños. Ya no solo por las gafas en sí (a toda figura de la gran pantalla se le ha identificado con unas), sino por esa proposición indecente que le hace a su compañera de reparto, Eva Marie Saint, para tener sexo en la cafetería del tren.
Aunque muchos las han confundido con las Persol 649 que llevó otro de los grandes iconos de estilo, Steve McQueen, muchos aseguran que son un modelo vintage de Arnels o que este par de gafas con lentes verde botella fueron realizadas por Liberty Optical. Sea como fuere, en El Estilo, nos las quedamos.