En los desfiles de Ágatha Ruiz de la Prada puede pasar cualquier cosa. Lo saben los invitados, lo saben los medios y lo saben quienes hacen el sitting y nos colocan a todos, porque no cabe un alfiler y casi hay que pegarse por un sitio. A quien se ha podido ver, entre otras caras conocidas, en la primera fila del desfile, es a Beatriz Tajuelo, novia de Albert Rivera.
Gente guapa, de todas las edades, y mucha gente de la moda, con un denominador común: que saben leer las señales que Ágatha y su equipo mandan en cada nueva colección. La de la próxima Primavera-Verano 2017 no es una excepción y, aunque parece más sosegada que de costumbre, lleva su sello de luchadora desde el primer modelo.
Las modelos salieron con los gorros de baño que llevan los waterpolistas, con sudaderas de capucha con los colores y estampados que la han hecho famosa, pero al más puro estilo Hollywood de los años 40 y 50. Casi parecía que Esther Williams, la sirena de las películas más taquilleras de aquella época, iba a aparecer resucitada de un momento a otro.
Unos albornoces casi hasta los pies, como los que llevaban las grandes divas del cine, pero con el punto de diseño de este siglo XXI, para luchadoras en casa y en el trabajo y no sólo para celebrities.
Irresistible: una cazadora bomber, extra larga (que es la prenda de este otoño-invierno) en raso rojo, a juego con unos pantalones de chándal del mismo tejido y color, para subir al ring del estilo y ganar la batalla por K.O.
No faltaron las flores, los corazones, los vestidos con aros (esta vez en versión mini) y los arcoiris, en trajes de baño de cuerpo entero muy ponibles. Algunos en tejidos tecnológicos, y otros con aplicaciones de distintos materiales.
Tampoco sus referencias artísticas al surrealismo, como el bañador-sofá Chester y el bikini de peluche rosa. O el bañador con la cara y los flecos de peluca y el traje de baño con dos manos dibujadas que abrazan el cuerpo, como el famoso modelo que la diseñadora Elsa Schiaparelli hizo con el artista Jean Cocteau, y que quizá, sólo los historiadores y los estudiantes de moda conozcan. Como guinda, el bañador guitarra española.
Y se nota que las modelos se lo pasan mejor que en cualquier otro desfile porque, a la mínima, se ponen a bailar la música del desfile, moviendo el bañador-flotador y el traje de baño-pelota (otra referencia al deporte).
Muy prácticos: los bolsos-flor para la toalla y los bolsos de hierba para llevar la botella de agua mineral de litro a todas partes.
Hacia el final, la colección hace referencias a la ciencia-ficción y a la película Barbarella (en la que Paco Rabanne vistió a una jovencísima Jane Fonda, en 1968) con un bikini de corazones de metal plateado y un traje de baño platillo-volante, en amarillo fllúor, que rescatan esos años 60 tan de moda esta temporada.
Una novia en traje de baño blanco, con gran cola y lazo gigante, porque como Ágatha y su joven equipo saben muy bien, lo que se llevan ahora son las bodas en la playa o la piscina.
Como grand finale, la diseñadora y las modelos salieron a desfilar entre mini contenedores de reciclaje forrados de césped artificial, con sus botellas de agua mineral Solán de Cabras (las de la botella de color azul klein) para animar a la gente a reciclar. Otra lucha que Ágatha y su firma hace tiempo abanderan, por un estilo de vida más eco.
Acaba el desfile, se apagan las luces y nadie se mueve, todos siguen esperando otra sorpresa, que llegará, pero en otra ocasión. A continuación, descubre toda la colección primavera- verano 2017 de Agatha Ruiz de la Prada.