Se abren las puertas y aparecen sus maniquíes como musas de elegancia expuestas en un escaparate. Una vista previa de los vestidos vaticina que será una colección distinguida y de tonos empolvados. La sorpresa llega cuando comienzan a aparecer colores vivos y prendas en movimiento. Un desfile con primera y segunda parte.
Los complementos dorados en forma de pendientes XXL o maxicollares, aparecen en cada look. Combinados con el color nude, el malva o el azul pastel.
En la primera parte los vestidos ceñidos al cuerpo marcan la silueta femenina. El toque sensual y provocativo de la espalda descubierta se plantea como el nuevo escote para la próxima primavera verano. Vestidos que parecen tener dos caras: cubiertos por delante hasta la mitad del hombro y del torso, donde se termina la tela y se muestra la espalda.
Cortes asimétricos entre los que prima el más corto por delante que por detrás. La parte posterior de las prendas roba todo el protagonismo, se añaden detalles y vuelos para llamar la atención. Allá donde termina la espalda, los vestidos se abullonan y adoptan volúmenes recordándonos a aquellas vestimentas de finales del siglo diecinueve.
En la primera parte, faldas de crepé combinadas con partes superiores, estructuradas y entalladas, que realzan el busto femenino. Conjuntos en tonos empolvados como el malva, el beige o el rosa claro.
En la segunda parte llega la explosión de colorido (frambuesa, rojo, azul turquesa...). Las faldas se acortan, adoptan cortes irregulares y adquieren movimiento vaporoso, ganan volumen.
Los estampados florales llegan en forma de tapizados, al más puro estilo goyesco, y así lo quiso destacar el diseñador con sus últimos cinco vestidos, inspirados en el folclore español.
Todos los desfiles contaron con un final sorprendente y, en este caso, fue la actriz y modelo Vanesa Romero, que lució un vestido largo floral en tonos malva y estampado de tapicería.