El fotógrafo, diseñador y escritor Cecil Beaton dijo de Cristóbal Balenciaga: “Si Dior es el Watteau de la costura (lleno de matices, chic, delicado y oportuno), entonces Balenciaga es el Picasso de la moda porque, como el pintor, Balenciaga guarda un profundo respeto por la tradición y posee un depurado estilo clásico que subyace a todos sus experimentos con lo moderno”.
Esta primavera, después de pasear por debajo del Big Ben, recorrer Hyde Park y fotografiarse en el Támesis, el turista apasionado por la moda también podrá disfrutar de la exposición Balenciaga: Shaping Fashion, sobre la vida y obra del que es, probablemente el modisto español cuyo trabajo está en más museos del mundo (con permiso de Mariano Fortuny, que no era diseñador de moda en sentido estricto, aunque diseñó el Delphos).
Considerado el decano por los mejores modistos españoles y franceses, el espíritu Cristóbal Balenciaga llega ahora a Londres con la muestra que estará en el Victoria & Albert Museum desde el 27 de Mayo de 2017 y hasta el 18 de Febrero de 2018.
Shaping Fashion (que, en español se traduciría como "dando forma a la moda") es el nombre escogido para la exposición, que se divide en tres áreas principales donde podremos recorrer el salón, el taller y el legado de Balenciaga a través de 100 prendas y unos 20 sombreros. La muestra se centra principalmente en torno a las décadas de los años 50 y 60 del pasado siglo, sin duda, su época más creativa.
Cristóbal Balenciaga nació en Guetaria en 1895 y está considerado el primer modisto español con más reconocimiento a nivel internacional. Como explica la comisaria de la exposición, Cassie Davies-Strodder, "a diferencia de muchos de su contemporáneos, su formación le permitía diseñar de principio a fin un vestido, ya que sabía cortar, montar, coser, probarlo y ajustarlo". De él decía Coco Chanel, “es el único couturier en el verdadero sentido de la palabra. Sólo él es capaz de cortar los tejidos, montarlos y coserlos a mano. Los demás somos simples diseñadores de moda”.
Y es que, desde niño manifestó sus dotes como modisto, sin duda influenciado por su madre, que era costurera y a la que acompañaba a las casas de sus clientas. Al quedar viuda muy joven (el padre era pescador), el joven Cristóbal decide formarse como sastre y aprender a coser. Una de las más ilustres clientas de su madre era la marquesa de Casa Torres (ostentaron el título primero la bisabuela y luego la abuela de la futura reina Fabiola de Bélgica, para quien después diseñaría su vestido de novia).
Con tan solo doce años, Balenciaga le pide a la Marquesa de Casa Torres que le permita hacerle un primer modelo. Desde ese momento y durante el resto de su vida, todas las mujeres de la familia fueron clientas del diseñador. En 1917, con tan solo 22 años, abre su primera casa de moda en San Sebastián.
A principios de los años treinta es ya considerado el principal modisto español. Clientas de la aristocracia y la realeza de todo el mundo se desplazan exclusivamente para comprar sus modelos.
En un primer momento Balenciaga compra los patrones de sus diseños a Madeleine Vionnet pero, tras analizarlos, decide transformarlos y darles su propio sello. De este modo conectaron los dos modistos y, con el paso de los años, Vionnet invitó al modisto a seguir su propio camino, pues él ya estaba preparado.
En 1937 Balenciaga se marcha a vivir a París, por el estallido de la guerra civil española. Abre casa de moda en la Avenida George V y tiene un éxito inmediato, en 1939 ya está consagrado como modisto en toda Europa y, con el tiempo, su fama cruzará el charco y llegará hasta Hollywood, donde tendrá clientas tan famosas como Marlene Dietrich o Greta Garbo, y otras estrellas del cine.
Aunque resulte extraño, no era para nada un defensor de las tendencias. Su estilo se definía como perfección de corte. Tenía un don, que muchos llamaban “el milagro de Balenciaga”, porque sabía corregir las imperfecciones del cuerpo de la mujer tan solo con el corte. Hacía que el cuerpo pareciera perfecto. Como él mismo decía: "Una mujer no necesita ser perfecta o bella para llevar mis vestidos, el vestido lo hará por ella".
Uno de sus colores predilectos era el negro. Concretamente el negro español, el verdadero color negro. Para la noche es mucho más atrevido con colores más ácidos, rosas intensos, violetas, fucsias e incluso amarillos. Cuando el taller estaba vacío, con los hilos sobrantes del suelo, hacía sus combinaciones de colores.
En 1939, presentó su nueva colección donde reinaban los hombros caídos, la cintura pinzada y caderas redondas, que servirá de inspiración a la colección New Look, que Christian Dior presentará en 1947. Con la gran diferencia de que Dior estrecha la cintura de la mujer. La silueta de Balenciaga, sin embargo, es más libre y respeta el cuerpo de la mujer, al dejar espacio entre el cuerpo y la ropa.
Y deja también al aire puños y cuello para que se vean mejor las joyas (entonces las mujeres de la alta sociedad competían por ver quién lucía las más caras) y éstas completen el look. Esta tendencia, como muchas otras, marcará todos los años cincuenta.
Como explica la biografía que recoge en la web del Museo Cristóbal Balenciaga en Guetaria, su papel fue decisivo en la posterior evolución de la moda: "Sin lugar a dudas, fue una de las mayores aportaciones a la historia de la moda: la introducción de una nueva silueta para la mujer. La ruptura con lo establecido hasta entonces cobró vida con diseños provistos de líneas fluidas y volúmenes sorprendentes. Fueron, en definitiva, líneas, modelos y diseños que marcaron una época, como la línea tonneau (1947), el look semi-entallado (1951), las faldas balón (1953), la túnica (1955), el vestido saco (1957) o el baby-doll (1958)".
Sus compañeros de profesión le veneran. Christian Dior le describió como "el maestro de todos nosotros" porque “con los tejidos, nosotros hacemos lo que podemos. Balenciaga hace lo que quiere”. Para monsieur Dior, “la alta costura es como una orquesta, cuyo director es Balenciaga. Nosotros, los demás modistos, somos los músicos, y seguimos las directrices que él da”. Y Hubert de Givenchy, que fue discípulo suyo, lo bautizó como “el arquitecto de la alta costura”.
Se inspira mucho en España: en Velázquez, Goya y Zurbarán, en los trajes regionales españoles, especialmente el de los goyesc@s, en el traje de luces de los toreros, boleros, túnica de faralaes, capa española, bordados de mantón de manila o en la camisas y las redes de pescadores.
A finales de los años sesenta viajó a América, para estudiar la posibilidad de abrir tienda de modas y vender allí sus modelos. Pero su ropa es imposible de fabricar con máquinas. Nunca le preocupó que le pudieran copiar, porque sabía que eso era imposible.
Estuvo alrededor de unos cincuenta años en activo hasta que, en 1968, decide cerrar su taller porque no podía vencer al prêt-à-porter. “Ya no hay sitio para el lujo”, asegura, "la alta costura está herida de muerte". Fue un hombre discreto, que hablaba muy poco, por lo que son contadas son las entrevistas que dio a lo largo de su vida. Pero su nombre aún se asocia con vestidos de ensueño.
Está considerado un genio purista de un estilo inconfundible. Como él mismo dijo: “Un buen modisto debe ser: arquitecto para los patrones, escultor para la forma, pintor para los dibujos, músico para la armonía y filósofo para la medida”.