Marcas como Gucci son los grandes emisores de contenidos de estilo del mundo. No conocen fronteras, porque en el planeta Instagram no las hay. Tan solo algunas monarquías (como la de Mónaco) parecen brillar tanto, y desde esa posición altiva utilizan el pedigrí que les otorga su aristocracia, el sello del Made In Italy, para definir lo que es lujo y lo que no. Gucci es ahora mismo la máxima expresión del lujo global.
Pero algo está cambiando. Las temporadas se han ido al carajo. Se las cargó Inditex y H&M de la mano de Internet. Los consumidores quieren comprar lo que ven ahora. Repito. Ahora. Así que, las colecciones que se presentan son solo un “aquí estoy yo y mira que fuerza tengo”.
Y por si fuera poco, está el control de costes. Las grandes marcas invierten presupuestos millonarios en desfiles que son de todo menos desfiles. Son programas de televisión. Y los que los presenciamos, somos teleoperadores que emitimos la señal con nuestro teléfono inteligente a todo el planeta.
El desfile de Gucci es el primero en esta nueva temporada que concentra hombre y mujer. ¿Para ahorrar? o ¿por qué no compensa, ya que los compradores no son masculinos o femeninos? Son solo compradores.
El desfile de Gucci de Milán es el más esperado del año. ¿Por qué? Porque su diseñador es el hombre de moda. Y ser el hombre de moda de la industria de la moda es francamente difícil. Lo fue Tom Ford, lo vimos con Gianni Versace, el cetro también lo ostentó Giorgio Armani, pero hace un par de temporadas, el rey de reyes es Alessandro Michele (ex Fendi, ex Frida Giannini). Y hoy echó el resto.
En el patio del nuevo cuartel general de Gucci, -qué millonada debe haber costado construirlo- el desfile estuvo inspirado en la estética de las logias masónicas, los exorcismos y en la cultura y la estética Nerd, del empollón idiota, de las películas de Wes Anderson. El bestiario del antiguo Egipto, con el Ouroboros, la serpiente mitológica que se muerde la cola y que hoy Gucci colocó como símbolo de su Twitter para emitir una señal planetaria, ha sido una de las columnas vertebradoras de la propuesta.
Busque el lector el vídeo con el larguísimo carrusel de modelos, un desfile de freaks, que le recordarán a Mia Farrow en las escenas de La Semilla del Diablo en la que ya su delgadez, embarazada, inquilina del Edificio Dakota de Nueva York, avisa de que algo malo va ocurrir. Todo lo contrario de lo que le pasará al Gucci de Francois Henri Pinault que, ajeno a la polémica de la liberación de Patrizia Reggiani, condenada en 1997 a 26 años de cárcel por encargar el asesinato de su ex-marido el modisto Maurizio Gucci, ha salido de prisión y presume de que cobrará pensión.