El mes pasado, Prada anunciaba al mundo que su próxima colección resort 2018 sería presentada en la Fondazione Prada: L’Osservatorio de Milán. Y ahora entendemos por qué. Un lugar hecho a base de hierro y cristal que ha sido fuente de inspiración y el lugar perfecto para que ayer la firma milanesa mostrase lo que ha sido su desfile más modernista.
Por primera vez, Miuccia Prada se decidía a crear toda una colección crucero, dedicando el desfile exclusivamente a ella. Y tenemos que darle las gracias. Un aluvión de vestidos transparentes, plumas y lentejuelas que aúna los dos rasgos que la mujer de ahora tiene para la diseñadora: deporte y feminidad. Porque se puede salir a la calle en sneakers sin perder un ápice de elegancia y ella nos ha contado cómo. Sólo había que echar un vistazo a los pies.
Y es que para Prada, estos dos elementos son la comibinación perfecta. Siempre en busca del lado artístico de la moda, la milanesa no quiere dejar de lado el mundo que le rodea y para el que diseña. Así, aúna vestidos ultra femeninos y delicados con chaquetas impermeables, mini faldas en tejidos muy técnicos y calcetines de colegiala hasta la rodilla con futuristas deportivas. Porque su objetivo era encontrar la elegancia en esas prendas sportswear que, cada vez, encontramos más en la calle. Como esa logomanía de los años 90 que ya pensábamos acabada, pero que ese Street Style tan inspirador ha resucitado en bolsos, cinturones y camisetas.
Por eso, el emplazamiento fue clave. L'Osservatorio es un espacio diáfano dedicado a las artes visuales y las exposiciones de arte contemporáneo. Escondido en un edificio de dos plantas en la zona central de la Galleria Vittorio Emanuele II de Milán, es una tremenda estructura de hierro y cristal que cubre una arcada del S. XIX, enfrente de su primera flagship abierta en 1913 y reinventada por el arquitecto Rem Koolhaas. Un modernismo clave para esta colección resort en la que los detalles de cristal han sido parte fundamental.
Y es que Miuccia, en este momento, lanza un órdago a lo grande por las transparencias. Las busca y las encuentra. Se obsesiona con el cuerpo de la mujer, al igual que hacemos todas nosotras cuando practicamos deporte. De ahí que la unión que propone surja de una forma natural. Pero siempre conservando la ultrafeminidad y la belleza.
Sus vestidos, embellecidos con plumas o enaguas bordadas que asoman tímidas por debajo de unas faldas transparentes y plisadas, se tiñen de colores pasteles en hueso y rosa. Blusas de cuello alto que se adornan con artísticos accesorios y que reflejan esa femenina excentricidad que eleva la sensualidad de la mujer hasta convertirla en toda una declaración de intenciones.
Las modelos, todas ellas con finas trenzas y labios rouge perfectamente delineados, pasearon entre las columnas rosadas y las estructuras metálicas en un continuo contraste de propuestas. El efecto transparente de los tejidos se conseguía con cigalina sintética, una especie de seda tan ligera como el chifón y tan firme como la organza. Lo dicho, todo era puro contraste.
Una colección que Prada no ha querido llamar cruise, -como sí hizo la semana pasada Karl Lagerfeld con sus Helenas en París-, por concebir esta palabra como "algo pasado de moda". Porque el suyo, aún a pesar de rebuscar en sus archivos para traernos sus modelos más clásicos, ha sido un paso hacia delante, hacia un futuro que busca la fusión de todas esas tendencias que gritan en la calle. Por eso, esto ha sido Prada Resort 2018.