Pierpaolo Piccioli escribió ayer su primera carta de amor a Nueva York. Con su colección crucero quiso subir a la pasarela los ritmos musicales de finales de los años 70, esos que surgieron en el Bronx de Nueva York y que eclipsaron la estética disco que venía dominando la década. El glam rock de origen británico y el hipismo de la coste oeste norteamericana daban paso a un chandalismo extremo que nacía de la mano del hip-hop en uno de los barrios más castigados de la Gran Manzana.
Piccioli, que se declara fan número uno de Baz Luhrmann, ha seguido religiosamente la serie que éste ha creado para Netflix y ha plasmado toda su estética en esta nueva colección. The Get Down es la historia de un grupo de amigos en los suburbios neoyorquinos que crean, sin saberlo, todo un movimiento cultural que comenzó siendo una protesta juvenil y acabó liderando la moda y la música. Por eso, Piccioli ha dejado a un lado destinos exóticos, -esos a los que nos tienen acostumbrados las grandes firmas para sus propuestas resort-, y nos ha llevado a Nueva York; para mostrarnos la intersección de ambas sin artificios. Porque en Nueva York "puedes sentir la energía".
Esta colección es sobre la diversidad, (Pierpaolo Piccioli).
Con un front row de casi doscientas personas, entre las que destacaban las actrices Maggie Gyllenhall o Cristina Ricci y la modelo Helena Christensen, Valentino mostraba su colección más relajada hasta la fecha. Propuestas en las que el estilo más deportivo ha estado presente hasta en los vestidos más románticos de la casa. Diseños coloridos en los que el verde jade más profundo se acentúa con el amarillo, ese que sabe unirse sin remordimientos con un rojo muy exaltado. Sí, en Valentino, este binomio parece que funciona. Pero si hay una pareja que se lleva la palma es, sin duda, ese verde-blanco que copa las pistas de tenis y las propuestas más sencillas de Piccioli para la próxima temporada.
Una pasarela que estuvo repleta de looks para el día a día, con híbridos entre botas y deportivas o flip-flos de visón que dejaban que los zapatos planos (a rayas o con pelo) dominasen cada salida. Mientras, unos delicados calcetines de seda en blanco (como esos que se llevan al gimnasio) escondían los pies bajo las tiras unas sandalias de tacón que dejan, muy claro, que el Valentino romántico sigue estando ahí. Y es que Piccioli tiene la habilidad de presentar una colección fresca que se aleja de esa imagen barroca y elaborada de la firma, pero sin perder su ADN, ese que llega con un vestido lánguido en rosa encendido y terciopelo. Sí, Valentino ahora es casual, pero es Valentino.
Cortes limpios con jerséis tipo sudadera, jeans exageradamente amplios y unos pantalones de chándal que Piccioli transforma para que ser la elección perfecta para recorrer las calles de la ciudad. Los bolsos se acolchan, se confeccionan en arpillera (un tejido que mezcla diferentes tipos de estopa, como el cáñamo o el yute) y se vuelven mini con forma de corazón. Todas las modelos acentuaron su mirada con ese cat-eyes que parece querer volver, -Lagerfeld también ha insistido en su último desfile-, y completaban su look con unos pendientes plateados que se mezclan con cuentas turquesas.
Demasiada información para unas propuestas, (algunas de ellas llevaban los legendarios estampados de Zandra Rhodes, que tampoco pasaron desapercibidos), que podían entenderse gracias a la localización del desfile: un loft del Downton neoyorquino repleto de luz y con paredes de ladrillo visto; porque para Piccioli "Nueva York es un loft en sí mismo".
Y es que además, los años 70 fueron el reflejo de la turbulencia social del momento, cuando se abigarraban los movimientos, unos encima de otros. La liberación femenina, las protestas pacifistas o las que buscaban reivindicar los derechos de los gays. Una línea que nos lleva a comparar, de forma inevitable, el trabajo de Piccioli con su antigua compañera Maria Grazia Chiuri en Dior. Ella ha creado sus dos últimas colecciones para una mujer segura de sí misma que lucha por sus derechos y Piccioli se sube al carro de esa reivindicación con una historia que ya conoce: la mujer romántica de Valentino; sí, pero ahora en versión callejera.