Balenciaga lo ha vuelto hacer. Y más que Balenciaga, su director creativo: Demna Gvasalia. Su talento para detectar los iconos de la cultura actual –si es que somos capaces de crear nuevos iconos y no (re)interpretarlos- y usarlos como una forma propia de preguntarnos qué deberíamos considerar lujo y por qué, se ha convertido en toda una colección de accesorios que se han hecho virales. Primero fue su versión de la bolsa de IKEA y, ahora, lo hace con una propia: en blanco, de papel y con las asas y el nombre de la firma en negro. Sencilla pero resultona; al estilo de sus compañeras de Chanel o Dior.
Unas bolsas en las que el dependiente guarda con mimo las compras y que son reconocibles por cualquier seguidor de la industria de la moda. Pasearlas por la calle es sinónimo de status fashion y, a veces, te apetece llevarlas más que cualquier bolso. A Gvasalia le pasa lo mismo y ha decidido convertir su capricho en realidad.
Con el sencillo nombre de Balenciaga Shopping Bag y un precio de 1.595€, este nuevo must have está confeccionado en piel de becerro, con cuerdas en napa y cierre de cremallera. Se vende en Colette –la concept store por excelencia que hace unos días advertía de su cierre en diciembre de este año- y ya se ha agotado. Sí, dicen que lo bueno dura poco. Aun así, puedes apuntarse en su lista de espera para que, cuando vuelva a estar disponible, ellos te avisen y tú ya decidas si quieres pelearte por una o no.
Gvasalia, director creativo de Balenciaga pero también de (la nueva idolatrada) Vetements, tiene una tendencia obsesiva hacia todo lo enorme. Él agranda las proporciones como nadie y las desestructura de tal forma que parecen prendas gigantes que ya son el último grito en la calle; el oversized seguirá siendo la línea que guíe el street style de la próxima temporada. Un auténtico artista que estudió en Amberes, trabajó para Martin Margiela y que adora “trolear al mundo de la moda” con sus diseños. ¿Podemos llamarle visionario?
Empezó con esas bolsas de rayas que nuestras abuelas llevaban para comprar el pan, que se compran en la playa para meter toda la casa dentro (no vaya a ser que la arena nos secuestre) o cubren los puestos de los mercadillos de Tailandia. Gvasalia le regaló a Balenciaga su propia visión de este tote bag en su versión deluxe, con un precio de 1.995€.
Y después, llego el boom. Su particular interpretación de la bolsa de IKEA. La sueca se llama Frakta y, aunque la empresa ya ha anunciado que será sustituida por una nueva versión en verde, sigue estando disponible por 0,50€. La de Balenciaga, sin embargo, es un bolso de lujo llamado Arena Bag y con un precio algo más elevado: 1.695€. Está fabricada en cuero azul y dos asas, para regular su altura. No había acuerdo de colaboración entre ambos, pero fue la noticia del mundo de la moda más viralizada de la pasada primavera.
Una tendencia que está cumpliendo a la perfección con ese objetivo que Gvasalia se impuso al entrar en Balenciaga: conseguir que la maison tenga un aire mucho más atrevido y contemporáneo. Un concepto que ya trajo Karl Lagerfeld a Chanel hace diez años, cuando reinventó las bolsas de papel plastificado o que Jeremy Scott subió a la pasarela para Moschino en 2004. Incluso el Raf Simons, en su magnífica etapa para Jil Sander, convirtió las bolsas de hipermercado en un superventas de la firma en la primavera-verano de 2011 –y con un precio mucho más asequible, 43€-.