Octubre es una extraordinaria opción para dejarse seducir por los encantos de la Sevilla del día a día. La urbe se sacude (siempre menos de lo deseable) de los calores que la azotan en los meses de estío y los locales viven con renovada ilusión la rentrée. El adiós a la canícula acompaña a una versión de la ciudad sin adulterantes. Imbuida en la rutina que se quiebra bruscamente en el mes de abril entre cirios y farolillos. El cartel de "cerrado por vacaciones" desaparece de los coquetos escaparates del casco antiguo y las cervezas lubrican el reencuentro entre amigos al caer la tarde. Apresúrate y redescubre la metrópoli más alejada del tópico. La Sevilla encantadoramente átona, nunca anodina.
A estas alturas, la Giralda, el Real Alcázar y la Torre del Oro le resultarán más que conocidos. Si no es así, deténganse aquí y trate de enmendar el desatino de no haber visto el trending topic del turismo sevillano. Si –como imaginamos– desea camuflarse con los locales, zafarse de hordas de turistas y huir de las clásicas zonas de compras, cálcese un cómodo zapato e inicie su ruta por la simpar plaza de la Encarnación, centro neurálgico de la Sevilla de vanguardia.
Al amparo del entramado de madera diseñado por el arquitecto alemán Jürgen Mayer, conocidas como las Setas de la Encarnación –véase Metropol Parasol en el mapa–, han proliferado un buen número de propuestas comerciales. Ya sean de modo independiente o agrupadas para aprovechar las sinergias que producen la estrecha colaboración. Uno de los focos de compras más interesantes de Sevilla es, sin duda, el conocido SoHo Benita.
Hace años que los nuevos pobladores de la calle Pérez Galdós, que conecta la Encarnación con la plaza de la Alfalfa, decidieron dar un paso al frente del movimiento asociativo para dar lustre a una vía donde se concentran varios espacios imprescindibles en cualquier visita a Sevilla.
La Galería Delimbo –Pérez Galdós, 1 Acc.– tiene un lugar destacado en el SoHo sevillano. Al frente de este establecimiento, que aúna arte y moda, están los artistas urbanos Laura Calvarro y Seleka Muñoz, directores del espacio, que con su impronta han hecho de este edificio de 1919 del arquitecto regionalista José Espiau un oasis de creación contemporánea en la ciudad.
De sus muros han colgado obras de Suso33, Eltono, Boris Hoppek, 3TTMAN, Olek o Hervé di Rosa, lo que la hace ser considerada la galería de arte urbano más reconocida del sur de Europa. En ella confluyen el arte, la moda, el diseño, la música y las nuevas tendencias. Todo bien ponderado en un espacio de columnas de fundición y elevados techos que recuerdan el uso industrial que un día tuvo y del que hace gala.
Con tan solo cruzar la calle se llega a Le Voilà –calle Pérez Galdós, 4–, lugar de operaciones de la artesana Penélope Melero. Entre los muebles de la abuela, un preciado catálogo de azulejos hidráulicos en las paredes y un artístico techo que alberga un fresco de 1897, del pintor Rico Cejudo, podrá encontrar un sinfín de complementos. De bolsos a collares, pendientes, turbantes, gemelos, pasacorbatas… Tome buena nota y déjese aconsejar por Penélope, seguro que acertará.
A solo tres pasos, en el local anexo, se encuentra otra de las perlas del SoHo Benita, La Importadora –Pérez Galdós, 2–, algo más que una tienda de ropa. Allí conviven las antigüedades con las obras de artistas emergentes o los diseños de, entre otras firmas, su propietario Rafa García Forcada, artista, diseñador y alma mater del proyecto que también se puede encontrar en la calle Pelayo de Madrid, en pleno barrio de Chueca. ¡Ah! Si viaja con perros, no lo dude, aquí son bienvenidos.
Puede que a esta altura de la ruta le parezca que lleve horas deambulando por apenas cien metros cuadrados, esquivando tentaciones. Sí, esto es el SoHo Benita, una sorpresa continua que se complementa con establecimientos como Isadora, Zalez –en la calle Alfonso X El Sabio– o Verde Moscú –calle Ortiz de Zúñiga, 5–, una tienda ideal para los ‘ecofashion’ o aquellos que apuestan por la moda sostenible sin renunciar al diseño.
Antes de que su tarjeta de crédito grite "basta", tal vez le interese ir en busca de otras propuestas. Pero antes de abandonar el SoHo, es imprescindible que visite Artefactum –plaza Cristo de Burgos, 21–, el laboratorio de Sergio Moreno y Manuel Núñez. Un ecléctico y dinámico espacio que hace las veces de tienda de mobiliario y objetos de decoración y un estudio de interiorismo aplaudido por un sinfín de revistas especializadas.
Ahora que ya ha dejado el SoHo atrás, le recomendamos que ronde por una de las vías más atractivas –y menos transitada por los turistas– de Sevilla: la calle San Luis. En apenas un kilómetro irá viendo a su paso un buen número de iglesias como la de Santa Catalina, San Marcos, Santa Marina o la desacralizada San Luis de los Franceses, una joya del barroco sevillano. Antes de completar su visita a espacios como la Casa de las Dueñas –hogar en Sevilla de la Casa de Alba– o el arco de la Macarena con muralla del mismo nombre, tal vez le interese retomar la ruta de compras en otro de los espacios singulares de la ciudad: Rompemoldes –San Luis, 70–, un núcleo de artesanos de dispares disciplinas que deja boquiabierto a quienes lo visitan.
Una recóndita puerta, escondida en un estrecho callejón, teletransporta al viandante a un espacio de atmósfera centroeuropea, en pleno centro de Sevilla. Esta apuesta, en la que viven y trabajan un buen número de artesanos, ha llamado la atención de revistas, como U-Magazine de Hong Kong o la Afisha Mir Magazine de Moscú, por combinar tradición –de la que hacen gala ceramistas, alfareros o sopladores de vidrio– y vanguardia, puesta de manifiesto en un inmueble funcional que apuesta por las líneas limpias.
Cabe destacar el efecto catalizador de Todo Muta, Laura Molina y Sergio Herrera, responsables de la imagen corporativa del espacio Rompemoldes y apoyo incesante del resto de artesanos, con los que han expuesto en la Dutch Design Week de Eindhoven o en la Berlín Fashion Week. En solitario, aguardan la inauguración de una pieza escultórica de seis plantas de altura en el House European History de Bruselas. Y en el taller, esculturas, tejidos… para satisfacer los impulsos más repentinos.
La rentrée pilla a los integrantes de Antoñito y Manolín entre virutas de madera y lámparas. Él, gestor de seguros; ella, periodista; y ambos, Pablo Párraga y Trinidad Salamanca, reconvertidos a creadores y artesanos cuando –nunca mejor dicho– se les encendió la bombilla y decidieron poner su taller en la avenida de la Cruz del Campo de Sevilla, en su propia casa. Ahora, sus piezas –de luminarias a juguetes infantiles– se cotizan al alza gracias a un diseño atemporal, composiciones compensadas, acabados depurados y un marcado sentido funcional.
De vuelta al casco histórico, qué mejor que recobrar las fuerzas con un par de cañas de Cruzcampo –no pida otra por dos motivos: no disponen de otras marcas y, sobre todo, porque puede resultar una ofensa– en la plaza del Salvador. De pie, o sentado en una de las banquetas, mirando la iglesia del Salvador, y viendo cómo los locales intercambian pareceres a tragos.
No se entretenga demasiado y apure los últimos compases antes del cierre de los comercios para visitar Wabi Sabi –calle Francos, 9– a apenas tres minutos a pie. No se arrepentirá de haber apurado a prisa la última cerveza en este espacio que combina moda, decoración, arte y cultura con la impronta de su propietaria María Vergara, una licenciada en Bellas Artes que ha creado un lugar vivo, cambiante y versátil en pleno centro. De ahí su nombre, Wabi Sabi, un término japonés que significa la belleza de lo imperfecto, que da sentido a la filosofía de este negocio que huye de las cosas hechas en serie.
Ahora sí, acabada la jornada de compras, abandónese a la gula en una de las mejores y más baratas ciudades para disfrutar del buen yantar. Ya busque tapas tradicionales o platos de vanguardia, Sevilla es la ciudad donde engordar la vista. Piérdase por barrios como San Lorenzo o el Arenal y pregunte a los locales por sus bares de cabecera. Y descanse, no todo va a ser comprar.