Son lo último de lo último para marcar, de verdad, la diferencia. En una sociedad globalizada y democrática, en la que cualquiera puede "dar el pego" con vestido y zapatos de una marca low cost y un bolso de marca alquilado o comprado en una tienda vintage, la "última frontera" (que dirían los trekkies) es pertenecer a un club privado.
Inspirados por los clubes ingleses y americanos, en los que el cartel de Members only preside la entrada, en los últimos años han abierto varios, entre Madrid y Barcelona que comparten un mantra: exclusividad; y ahora que todo se comparte en las redes sociales, añaden dos imperativos: discreción y privacidad.
Para ser miembro no basta el dinero, sino la trayectoria profesional e intereses y conexiones que pueda aportar el nuevo miembro. Por eso, son el sitio ideal para hacer networking, y conocer a gente con tus mismos intereses profesionales.
Pero la mayoría de los socios los utilizan como un lugar para escaparse del mundanal ruido y disfrutar de su tiempo libre, en un ambiente relajado, ajeno a miradas indiscretas y a voyeurs de profesión, sabiéndose rodeado de un grupo selecto y “secreto”; sobre todo, en aquellos que cuentan con gimnasio o salas de cine, etc...
Club Alma (Madrid)
Se aloja en un impresionante edificio de la calle Príncipe de Vergara nº9, que fue la vivienda del doctor Carlos Jiménez Díaz y la sede de la fundación que su esposa, Conchita Rábano, fundó para continuar su memoria.
A parte de sus 1.700 metros cuadrados se accede subiendo una espectacular escalera, que lleva a un gran distribuidor bajo una inmensa vidriera que da luz al espacio de cuyas paredes cuelgan obras de arte. Alrededor del gran hall, salones, comedor, cocina (con un reservado para foodies) y una decoración que combina las molduras de principios del siglo pasado con mobiliario de este.
Un tocador en dorados y un espacio destinado al deporte, al que sólo pueden acceder las socias, comparten piso con un antiguo almacén convertido en sala de reuniones, comidas o cenas, para máximo seis personas, en el que las paredes se convierten en gigantescas pantallas con impactantes vídeos e imágenes.
Este club acepta a mujeres y, como reza su lema, a "unos pocos hombres buenos", como el título en inglés de la película protagonizada por Tom Cruise, Jack Nicholson y Demi Moore, A few good men, que en España se llamó Cuestión de Honor (1992).
Para ser miembro hay que rellenar un formulario; cada solicitud de inscripción debe venir avalada por dos miembros del club y se estudia de forma individual por un Comité de Admisión (formado por nueve mujeres de diferentes ámbitos empresariales, designadas por los fundadores), que debe aceptarla. Los hombres deben demostrar, además, su sensibilidad con el universo femenino, describiendo una experiencia que compartiría con una mujer.
Pretenden ser un lugar estimulante e inspirador, de intercambio de ideas novedosas, cuyo programa mensual de eventos incluye actividades culturales (como exposiciones y conciertos) y deportivas para que sus miembros puedan no sólo cuidarse y trabajar, sino también evadirse y disfrutar.
Club Matador (Madrid)
Para entrar, a través de un precioso patio ajardinado, hay que traspasar una puerta que se abre con huella dactilar, y que da acceso a un piso del barrio de Salamanca, que mantiene el encanto de mediados del siglo XIX en sus casi 800 metros cuadrados. Pero ahora alberga salones, el restaurante, el bar, la biblioteca, una sala de cine, un reservado, sala de fumadores e incluso una gran mesa con zona de degustación de vinos finos y televisión para ver los partidos (o lo que se tercie). Y es el punto de encuentro de periodistas, artistas, empresarios y banqueros están entre los cien socios fundadores, y ya han pasado el millar.
Definen como los dos pilares del proyecto la cultura y las ideas. Entre sus miembros, una cuidada selección de treintañeros, cuarentañeros, cincuentañeros y más, de distintas procedencias, formación y culturas, que se aglutinan alrededor del presidente, Alberto Anaut, y la revista que da nombre al club.
El dress code no permite la ropa deportiva y los pantalones cortos, pero no hace falta recordarlo en un ambiente en el que los socios visten con un estilo muy meditado. Está prohibido hablar por teléfono (para eso hay una sala) y hacer fotografías. Cada miembro sólo puede invitar máximo tres personas (para garantizar la privacidad) y no se admiten menores de edad (para garantizar la tranquilidad).
Entre sus actividades culturales, cada año comisarios de prestigio presentan dos exposiciones basadas en las colecciones de arte de los socios. Ramón González se ocupa de la fonoteca, en la que están los 300 mejores LPs de la historia del Jazz. Andrés Rodriguez es el "quiosquero" y se ocupa de que no falten revistas internacionales como The world of Interiors, Wallpaper, Monocle, The Economist, Time y The New Yorker, y otras en su versión española, como Robb Report, Esquire y Forbes, así como Vogue y Harper's Bazaar.
La chef Yolanda Olaizola, cocinera del club, reivindica la cocina tradicional española en el restaurante, con una carta basada en elaboraciones clásicas de materias primas de gran calidad. En ocasiones, otros cocineros de prestigio son invitados a preparar los menús de sus restaurantes para los socios.
Por último, pero no menos importante, la bodega del club, a cargo de Telmo Rodríguez que ha propuesto una vinoteca nada convencional. El Club no solo sirve los mejores vinos de las grandes regiones vitivinícolas del mundo sino también de las zonas vinícolas cerca de Madrid, en garrafas de La Granja. Y además, cada año encargan sus propios vinos a dos bodegueros diferentes. Los primeros en realizarlos han sido Didier Belondrade y Telmo Rodríguez.
Argo (Madrid)
El más castizo de todos, situado en la plaza de Santa Ana nº 7, en la que fue la vivienda de José Canalejas, político y presidente del Gobierno de España. Una escalera con zócalos de Ruiz de Luna y una barandilla de forja ayudan a subir las distintas plantas, a la luz de lámpara de época.
Con una vertiente claramente hedonista, los sillones chester de la bien surtida biblioteca y el bar, bien aprovisionado con los últimos licores, invitan al disfrute y la tertulia. Cada planta está destinada a una actividad, detrás de la cual se adivinan las profesiones de los fundadores, entre los que hay del cine, el teatro.... En el salón de actividades se organizan obras de microteatro, veladas de cine, catas de vino. Iñaki Camba dirige el comedor de socios, y por último, la sala dedicada al automovilismo en la que el mobiliario está hecho a partir de neumáticos convertidos en mesas y otras piezas de coches Bentley.
La terraza, con vistas a la Plaza de Santa Ana y a algunos de los mejores tejados de Madrid, ofrece un chill out en el que tomar una copa.
Casa Club (Madrid)
Situado en un chalet con jardín, en la parte de atrás de los edificios que ocupa el IE en María de Molina, es sin duda el club más celoso de su intimidad. Un muro alto impide la vista a los ojos indiscretos. No tienen página web ni apenas se encuentran fotografías del interior. En él almuerzan o cenan frecuentemente políticos y empresarios y se celebran reuniones o eventos de interés.
Nuevo Club y La Gran Peña (Madrid)
El Nuevo Club y La Gran Peña eran, hasta hace unos años, el principal escondite o punto de encuentro de empresarios, banqueros, aristócratas y miembros del Who is who de la alta sociedad española. Eso sí, solo hombres, porque no admiten mujeres.
Soho House (Barcelona)
En pleno barrio gótico de Barcelona, con vistas al puerto y ubicado en un antiguo convento del siglo XIX, Soho House es la última apuesta de la este grupo de 18 clubes exclusivos, con sedes en todo el mundo. Tan solo un único requisito para ser socio: ¡tener espíritu creativo!
El primer Soho House nació en Londres: un concepto de club privado que no descuidaba el más mínimo detalle. Desde entonces, el grupo Soho House ha ido expandiéndose con gran éxito. Berlín, Miami, Nueva York, Londres o Chicago son algunas de las ubicaciones de estos clubes privados que albergan dentro de un mismo edificio, restaurantes, salas de cine con proyecciones de pre-estrenos, conferencias con personajes de todas las culturas, spa con sofisticados tratamientos de belleza, piscinas interiores y exteriores y habitaciones de hotel.
Un curioso dato que acompaña a todos los Soho House del mundo: no se puede hablar por teléfono en las zonas privadas ni tampoco hacer fotos. ¡Ah! y está prohibida la corbata en los hombres y el traje de chaqueta: una blazer sí está permitida pero “desconjuntada” del pantalón. Todo muy informal pero con mucho estilo. Gente guapa de todas las nacionalidades que escriben en sus portátiles o toman un cóctel en la barra del bar o en su club clandestino, situado en los bajos del edificio.
El diseño, obra de Nick Jones, Vicky Charles y James Waterworth, es una de sus características principales. Para el recién estrenado edificio barcelonés (hace apenas un mes que abrió sus puertas), se inspiraron en un diseño clásico catalán, con techos abovedados e influencias de la arquitectura gótica.
Una de las bazas más importantes de Soho House es su spa y su amplia línea cosmética denominada Cowshed. Productos naturales y veganos con líneas específicas para mujer, hombre, niños y embarazadas, que se pueden adquirir en los propios spas Cowshed de los Soho House y también en ciertas perfumerías de diferentes ciudades del mundo. Los precios oscilan entre los 15 y los 40 euros.
Para acceder a los spas Soho no hace falta ser socio del club. El de Barcelona está inspirado en una farmacia tradicional española. Este relajante lugar cuenta con salas de tratamientos insonorizadas, cómodos sillones de manicura y pedicura y piscina climatizada...
En su gimnasio (solo para socios), destaca la sala de entrenamiento, de boxeo, las clases de house ride (última modalidad de spinning), la zona para practicar yoga, una sala de vapor y un bar de zumos.
*Información del Soho House elaborada por Lucía Heredero