Cómo una ex vicepresidenta independentista triunfa vendiendo ropa italiana
La ex dirigente de Unió pasó de defender la independencia desde el despacho a vender camisetas en su showroom.
6 octubre, 2016 00:37De la política a la moda, de la independencia a los viajes. Lejos, muy lejos de su cargo de vicepresidenta de la Generalitat, Joana Ortega vive para su negocio, un showroom de moda italiana. La ex dirigente catalana provechó su mediática comparecencia en los juzgados -declaró por el referéndum ilegal del 9 de noviembre de 2014, el conocido como 9N- y lució una camiseta con un lema provocador que dio mucho que hablar. Tanto, que la camiseta en cuestión se ha agotado.
"Dirty lips mood" es el lema que se leía en la prenda, una frase que puede tener varios significados. Desde un sensual "morritos calientes" hasta un rebelde "sin pelos en la lengua". Visto lo visto parece que es la segunda acepción la que ha tenido más éxito. Han vendido todas las existencias y unos de los responsables del negocio de Ortega ha tenido que encargar más ejemplares: las clientes quieren lucir el mismo lema.
"La frase tiene muchas lecturas, no solo sexual", ha dicho Ortega, "que cada cual se decante por la que considere oportuna".
En abril de 2016, la ex vicepresidenta abandonó por completo la política y decidió abrir un propio negocio, un showroom llamado Sottovoce, en el que vende ropa importada de Italia. Allí pretende desplazarse un par de veces al año para otear las tendencias y abastecer su tienda.
Situado en la calle Tuset de Barcelona, la voluntad del negocio es clara: "El estilo y la manera de vestir ayudan a construir la identidad y la marca personal. En Sottovoce showroom ofrecemos exclusividad y asesoramiento personalizado para encontrar la singularidad que distingue a cada mujer".
Además, es socia directora de la empresa E&T Consulting, un asesoría que pretende ayudar a entidades públicas y privadas en políticas de transparencia, open data y gobierno abierto. Se trata de una consultora política con la que Ortega saca rédito a sus años en la cima política.
Los pasos que da esta mujer suelen dar que hablar. Siempre. Al llegar al Gobierno de CiU descubrieron que había mentido en su currículum, donde puso que era licenciada en Psicología cuando no había logrado título. Cataluña se le echó encima.
Al poco tiempo empezaron a correr rumores en los pasillos del Parlament sobre su situación personal. Que si separación, que si divorcio, que si amante… Finalmente se supo que la vicepresidenta había sufrido una profunda crisis en su matrimonio que terminó en divorcio a principios de 2013. Ahora vive con Rafael Entrena, su nueva pareja, y con su hija pequeña, una adolescente que es su auténtica preocupación.
Ortega tenía tres hijos biológicos cuando decidió adoptar a una niña en China y desde que Jana llegó a casa, Ortega se entregó a ella. Le costó adaptarse, lo ha contado afligida en alguna ocasión. Pero no hay nada que no solucione: los contratiempos son su especialidad. Porque en enero de 2014, una año después de separarse, tuvo que ser sometida a una operación de tiroides tras la detección de un cáncer.
Supera los trances con deporte, del que practico múltiples disciplinas. Desde kickboxing hasta ciclismo (hace tiradas de hasta 40 kilómetros), Ortega no para. También le gusta cocinar y prepara pasteles para sus hijos, que los degustan encantados para sus desayunos. Lo que no sabemos es si estarán tan contentos con otras de las aficiones de la madre: tocar la batería.
Con una vida privada plena, dice, ya recuperada del cualquier susto físico y fuera de la política, Ortega ha decidido que no piensa callar más. "No lo ha pasado bien y no le gusta nada este momento juzgado", comenta a JALEOS uno de sus allegados, "porque además la historia no va con ella, es una cuestión heredada, pero como las querellas son personales… si ni siquiera formaba parte de un partido independentista". Ortega era de Unió, socios de Convergència hasta hace unos meses.
Ante esta situación con la que no está de acuerdo, le apetece provocar, lo hace. Ya sea desde el banquillo de los juzgados, ya sea desde su camiseta.