Nadie se lo esperaba, ni siquiera ella. Melania Trump (46) se convertirá en la primera dama de Estados Unidos que podrá encabezar una sola lista: la de ser la más guapa. Porque ni siquiera ha sido capaz de pronunciar un discurso sin sembrar la polémica. Melania tiene tanto que aprender ahora como enseñó en el pasado, cuando era una joven modelo que no dudaba en posar desnuda.
La espectacular modelo tendrá un difícil encaje en un mundo dominado por hombres en el que un bellezón de metro ochenta parece más apropiado para una pasarela que para ser primera dama. Si muchos achacan la derrota de Hillary Clinton (69) a su condición de mujer, imaginen qué pueden llegar a pensar algunos al toparse con Melania.
Lo cierto es que ella tampoco ha ayudado mucho con su estilo algo distante y disperso. Sobre todo cuando durante la campaña se presentó ante el público republicano y lanzó un discurso que resultó ser un plagio de uno de los más históricos que ha pronunciado Michelle Obama (52) en estos últimos ocho años.
Fue un momento complicado para ella y no el único. Que los medios rescatasen la portada que protagonizó hace años en la que aparecía desnuda en provocativa pose fue una puñalada de la que tardará en recuperarse. También se han podido ver las imágenes en las que mostraba juegos lésbicos en una sesión que protagonizó de muy joven. No ha habido piedad en esta brutal campaña.
Con todo, el papel de Melania está más claro, seguramente, que el de Bill. Porque al igual que alguna de sus antecesoras, podrá dedicarse a cuidar la casa (blanca) y saludar educadamente a todos los mandatarios internacionales con quienes se encontrará. Hoy, en casa de Trump, seguro que hay alguien que respira algo nerviosa. Bill, mientras, puede ir afinando su saxo. O no.
Melania Trump nació en Novo Mesto, Eslovenia, como Melania Knaus. Es de origen humilde y su carrera de modelo la salvó de un futuro mediocre. Llegó a Estados Unidos en 1996 como modelo después de vivir un tiempo en Milán y en París. Abandonó sus estudios de Arquitectura (no llegó a terminar el primer año) y se lanzó a la pasarela, donde sabía que la vida iba a sonreírle. Y lo logró, aunque seguramente jamás pensó en que sería la 45 inquilina de la Casa Blanca.
La mujer del nuevo presidente obtuvo la nacionalidad estadounidense en 2006, hace tan solo 10 años. Un año antes se había casado con Trump, el ganador de las elecciones presidenciales, quien entonces era un magnate de la construcción.
Es la tercera esposa del empresario y juntos tuvieron a Barron, su único hijo, en 2006. Los Trump se conocieron en una fiesta de la New York Fashion Week. Él entonces todavía estaba casado pero ya no vivía con su mujer. Cuando se presentó a Melania iba con una novia así que la modelo rehusó darle su teléfono. Trump tuvo que trabajarse un poco el flechazo. Era 1998 y ella trabajaba como modelo de altos vuelos en la ciudad.
La boda se celebró años después de mantener un noviazgo algo itinerante (se separaron y reunieron de nuevo varias veces). Y se hizo por todo lo alto: fue en Florida, con invitados estrella como Hedi Klum y P. Diddy y la novia lució un vestido valorado en 200.000 dólares diseñador por John Galliano para Dior.
"Somos compatibles. Literalmente, nunca hemos tenido una pelea. Olvídense de la palabra pelea", ha dicho Trump de su esposa. Dócil, tranquila, entregada a su marido, así es esta primera dama que seguramente disfrutará más sirviendo té que charlando de alta política. Así que si alguna primera dama o reina esperaban que ganara Clinton para encontrarse con una interesante charla con su marido, pueden ir cambiando la agenda.
¿Qué hacemos con Bill? Ya no habrá que dar respuesta a una de las preguntas que sobrevolaban la campaña de Hillary Clinton (69). La posible vuelta del 42 presidente de Estados Unidos a la Casa Blanca era algo insólito en la historia del país. Tanto, que ni siquiera sabían cómo iban a llamarle.
La sección dedicada a modales (algo satírica) de The Washington Post publicó un artículo hace unos días en el que explicaba que debería ser tratado como gobernador Clinton, puesto que ese fue su primer título público. Así se despeja una primera duda, acaso la más llamativa, pero no la más trascendente.
Porque Bill Clinton (70) ha estado al lado de su mujer en la campaña, ha hecho algún discurso incluso pero no ha destacado tanto como muchos pensaron que haría. Hillary dijo en un momento de la campaña que si ganaba encargaría a su marido "levantar la economía, que de eso sabe mucho", pero después parece que dejó la idea aparcada.
Bill abandonó la Casa Blanca con la popularidad al alza, el recuerdo de su mandato es complejo. La sombra de Monica Lewinsky (43) es alargada, sobre todo en el Despacho Oval, estancia en la que se produjeron los encuentros sexuales que casi acaban con el mandato de Clinton.
Algunos periodistas expertos en alta política han propuesto que Hillary debería nombrarlo negociador del conflicto palestino-israelí, otros han dicho que debería, en efecto, encargarse de las finanzas del país, y los hay que han reclamado que se quede en casa, en segundo plano, y deje hacer a su mujer.
"Dejad que Bill Clinton disfrute de sus nietos. Que juegue a golf, sin tener que preocuparse [..] Es el momento de tener un nuevo perro", escribía la periodista Ruth Marcus en otra sección del citado periódico.
Él al menos se lo toma con humor y parece no querer darle mucha importancia. En el momento de depositar su voto, el ex presidente comentó a los periodistas: "Ha sido así durante año y ha estado bien. Tengo 15 años de práctica".