Es tan celosa es de su intimidad que cuando la pasada primavera la Generalitat le concedió la Creu Sant Jordi (máxima distinción de la institución), mandó a su hijo a recoger la insignia. Sol Daurella (50) no quiere saber nada de la prensa y ha pasado de aparecer en algún acto público, como la entrega del Premio Planeta, a desaparecer casi por completo de la escena social. Quizás ser la mujer más rica de Cataluña y una de las más ricas de Europa infunde cierta suspicacia sobre tu entorno.
La presidenta de Coca-Cola European Partners (la principal distribuidora de la bebida en el continente) está casada en segundas nupcias con el poderoso Carles Vilarrubí (64), directivo del Barça, de la Banca Rotschild en España, de la compañía de seguros Willis S&C, un empresario que lo ha sido de todo en esta vida. Empezó como chófer de Jordi Pujol y de allí, al cielo: consejero de Antena 3, de Telefónica, de Catalunya Ràdio, de Motor Press Ibérica… Tantos cargos provocaron que saliera incluso en los Papeles de Panamá, lo que ha hecho que Daurella haya reducido más si cabe sus apariciones públicas.
La pareja Vilarrubí Daurella conforma una de las más poderosas de España, aunque ellos tratan de llevar una vida tranquila. Con lujos, sin duda, pero ajena a fiestas y saraos de alto copete. Tienen una maravillosa casa en La Cerdanya, donde comparten vecindario con nombres como Palatchi (Pronovias), Raventós (Codorníu) y los mismos Pujol al completo.
Se conocieron jugando a golf, una de sus grandes pasiones, y juntos pasan los días tranquilos en su casa de la urbanización Les Espiraltes, cerca de Bolvir (pueblo en el que Shakira y Piqué se están construyendo una casa), una apacible zona de chalés de tejas grises, amplias estancias, acabados de alto nivel y rodeados de verde. El precio de las casas va del millón a los dos millones de euros.
"El valle de la Cerdanya es uno de sus lugares favoritos, aunque no se les ve mucho por allí porque tienen un círculo de amigos cerrado y van de una casa a la otra, algunas veces salen a cenar a algún restaurante, juegan a golf y poco más", comenta un asiduo de la zona cercano al círculo del matrimonio. Hasta la Cerdanya se desplazan en helicóptero, ahorrándose el caro peaje de los Túneles del Cadí y la engorrosa carretera que llega hasta el valle. Aterrizan en el pequeño helipuerto que hay justo a la salida de los túneles y se evitan, además, encontrarse con nadie. Porque "Sol es muy discreta y casi nadie la reconoce". Y cada vez menos.
De pelo castaño claro o rubio, según temporada, Daurella luce media melena, una sonrisa casi perenne y un cuerpo menudo y fibrado. Deportista y aficionada a la vida sana, la empresaria practica golf (tanto ella como su marido son socios del Real Club de Golf de El Prat), hípica, esquí, navegación y trata de hacer grandes viajes, si puede ser en familia. Es también una mecenas del arte que forma parte del patronato de fundaciones como la del palau de la Música Catalana, del Teatre Nacional y del Teatre del Liceu.
La presidenta de Coca-Cola European Partners tiene dos hijos: José (hijo de Joan Albiol, anterior marido de Daurella) y la pequeña Sol (8), una preciosa niña de ricitos rubios y ojos azules como su padre, Carles Vilarrubí. Vilarrubí por su parte tiene dos hijos, Carlota (su boda en La Cerdanya fue uno de los grandes acontecimientos del tranquilo valle) y Eduard.
El matrimonio ha vivido algunas crisis y ha sobrevivido a muchos rumores, otro de los motivos por los que cada vez se les ve menos en público. Lejos quedan aquellos felices días en los que se convertían en anfitriones de lujo en su casa de la zona alta de Barcelona.
Este sábado se celebra el clásico Madrid-Barcelona, lo que hace un tiempo hubiera supuesto un encuentro en casa de los Vilarrubí Daurella con presencia de los presidentes de ambos clubes, empresarios y parte de la sociedad civil catalana. Encuentros a los que siempre acudía Iñaki Urdangarin, entonces gran amigo de Vilarrubí.
Centrada en su familia y en su trabajo, obsesionada por la discreción (sus hijos han borrado sus perfiles de Facebook tras aparecer en los medios), Daurella declaró hace un tiempo en una entrevista: "Lo único que busco es preservar mi patrimonio, porque es un legado que transmitiré a mis hijos. Nunca lo he puesto en riesgo".
La magnate tiene una family office junto a su casa, una mansión situada en la parte alta de Barcelona, cerca de la Clínica Teknon. Allí organiza reuniones de trabajo con sus empleados más cercanos y en el jardín suelen aparcar coches de alta gama como Porches Cayenne y BMW X7.
Daurella heredó una compañía que había heredado a su vez su padre. El patriarca de la familia era Santiago Daurella, un comerciante de bacalao y salmón –Sol mantiene el negocio con la empresa Royal, lo que la ha llevado a ser cónsul honoraria de Islandia- logró la distribución de Coca Cola en España gracias a la decisión del dictador Francisco Franco.
Es la máxima propietaria de la distribuidora de Coca-Cola desde que su padre le cediera el 37% de sus acciones. También es consejera y accionista del Banco Santander, de Ebro Foods, de Acciona, y propietaria de la Sicav Surfup, valorada en 7,6 millones de euros, una empresa en la que aparecen también sus hijos José y la pequeña Sol.
La familia Daurella, que siempre se había definido como catalanista, sin que asomara la palabra independencia por ningún sitio, ha decidido dar un paso adelante. La empresaria de éxito que ha logrado que el negocio heredado crezca aún más, esa multimillonaria discreta que hablaba castellano con los suyos, la mujer ajena a los líos políticos que siempre ha habido en Cataluña, ha decidido apoyar al presidente de la Generalitat en su camino hacia la secesión.