Drogas, alcohol y una casa de citas: el enésimo escándalo de Pocholo
Retirado de la vida pública, ha vuelto a ser protagonista por ser el propietario de un piso en el que daban encuentros sexuales ilegales.
18 marzo, 2017 02:13Noticias relacionadas
Entre la calle Hospital y la calle de la Petxina (Almeja), en pleno apogeo turístico, la familia Martínez Bordiú posee un piso que acaba de ser precintado por el Ayuntamiento de Barcelona porque en él se llevaban a cabo actividades ilícitas. En concreto, "actividad de alquiler de habitaciones a tiempo parcial (meublé) para la prestación de servicios sexuales".
[Lea aquí: La Policía precinta un piso de Pocholo dedicado a actividades sexuales]
La información la publicó La Vanguardia y aseguraba además que el citado meublé (nombre afrancesado que se usa en Cataluña para hablar de hoteles del amor) lo regentaban los Martínez Bordiu, puesto que el apartamento está a nombre de Pocholo (54 años) y sus hermanos Clotilde, Alfonso, Alejo y Esperanza -más conocida como Kucca Gotor-.
Lo cierto es que los hermanos tienen varias empresas que gestionan de forma conjunta y que se dedican a la "compraventa de bienes inmobiliarios por cuenta propia", algunas con sede en Madrid y otras en Barcelona. Pero no regentan ese meublé de forma directa, es el arrendatario quién lo hace y quien tenía este negocio del que, según ha dicho el propio Pocholo, no tenían conocimiento.
La oveja negra de una familia de bien
La presencia de los Martínez Bordiú en la ciudad condal tiene lógica: los primos de los nietos de Franco tienen ascendencia catalana directa. La madre de Pocholo y sus hermanos era Clotilde Bassó de Roviralta, una aristócrata de Barcelona que falleció en 2008. De hecho, este piso lo heredaron de ella.
Como primogénito de Clotilde y José María Martínez-Bordiú, barón de Gotor, que falleció en 2006, Pocholo es el XVIII barón de Gotor. Formado en las mejores escuelas, estudió en Madrid en Alameda de Osuna, en Suiza, en Estados Unidos, y trabajó incluso en el International Bank of Miami. Pero se aburría. Y cambió una vida de traje y corbata por la locura bohemia de Ibiza, donde se hizo famoso como disc jockey. Su paso por varios realities y su desenfreno de alcohol y drogas lo convirtieron en un personaje muy popular en la pasada década. Tanto, que se descontroló.
En 2011 fue su última aparición en televisión como protagonista. Desde entonces, sólo se ha enfrentado a los medios de comunicación en otra ocasión: en 2013, cuando participó como invitado en una cena de Masterchef, y en 2015, cuando acudió en Madrid al estreno del documental Pachá, El arquitecto de la noche.
Ahora está retirado de los medios, los abusos, de los saraos nocturnos y del ruido. Pocholo trabaja para Pachá, pero lejos de la barra. Es Brand Ambassador y Project Manager of Nomadas, lo que supone que es la imagen de la marca además de responsabilizarse de algunos proyectos de comunicación.
Su relación con Pachá empezó en Miami, precisamente, cuando trabaja en aquel banco que tan poco le gustaba. Allí, con 18 años, conoció a Ricardo Urgell, fundador del imperio Pachá. Se enroló en su aventura y son ya más de 37 años los que lleva trabajando para él.
Lo hace con Ibiza como puerto base. El barón de Gotor vive en Sant Jordi de Ses Salines, una zona que por estas fechas empieza a vislumbrar el movimiento de visitantes y que en verano es una de las zonas más movidas de la isla. Entonces, Pocholo trata de distanciarse de su antigua vida de desenfreno. Quién sabe si busca descanso en alguno de los pisos que él y sus hermanos heredaron de sus ricos padres. Aunque hay uno, el de La Rambla 81, que ha quedado precintado y no podrá ser usado en un tiempo.
El piso de la discordia
Situado en una zona movida, sobre todo por las noches, el piso se usaba como casa de citas. Está situado junto al mercado de La Boquería, no de los puntos más calientes durante la noche, frecuentado por juerguistas y buscadores de prostitutas, lo que ha provocado que el Gobierno de Ada Colau lo convirtiera en una de sus luchas prioritarias.
El piso clausurado tiene una superficie de 120 metros cuadrados, según los datos oficiales del catastro, lo que permitiría alquilarlo por un alto precio: unos 1.500 euros mensuales como mínimo, cotejándo los alquileres de pisos de la zona con características similares. Es uno de los debates más acalorados de la ciudad: el uso de viviendas con otros fines está echando a los barceloneses del centro. Y la Rambla es, precisamente, el ejemplo máximo. Alquilar por semanas o por horas se ha convertido en una rutina contra la que el consistorio lucha a muerte. Aunque los propietarios sean Martínez-Bordiu.