Un día entre semana en cualquier parque de Madrid. Nos topamos con Francisco Álvarez-Cascos, quien fuera vicepresidente del Gobierno, ministro de Fomento y presidente del Principado de Asturias, entre otros cargos políticos. En un primer momento dudamos de si es él realmente, pues nos cuesta reconocerle. Le vemos algo más avejentado. Además, le hacíamos en Asturias, donde se supone que vive de lunes a viernes; aunque según nos cuentan, últimamente no es así.
Cascos presenta una imagen distinta a la que nos tiene acostumbrados. También es cierto que ahora ejerce de abuelo y para ello no necesita enfundarse en un traje, anudarse la corbata y fijar su ondulado flequillo. Con una prominente curva de la felicidad, un rostro que denota el paso de los años y ese flequillo rebelde, su imagen dista mucho del que fuera el hombre fuerte (y más aguerrido) del Gobierno de José María Aznar.
Los años y el cansancio que estos acumulan no pasan en balde. Tampoco para un hombre que tuvo más poder del que aparentaba tener, y ya es decir. De hecho, esta semana se conocía que una decisión suya que tomó a espaldas de Aznar y contraviniendo sus órdenes salvó la vida del expresidente. Él consideraba que tenía que cambiar su coche blindado, que tenía tres capas de blindaje, por otro que tuviera cinco. El expresidente dijo que no porque su precio era excesivamente alto. Cascos desoyó la decisión de su superior y lo cambió. Ese coche de máximo blindaje evitó que José María Aznar falleciera en el atentado que la banda terrorista ETA cometió contra él.
[Lea aquí la entrevista en la que José María Aznar cuenta a Bertín Osborne cómo Cascos le salvó la vida]
Ahora, en este parque de Madrid, no titubea a la hora de hincar la rodilla para jugar con sus nietos. Se le ve pendiente en todo momento de cada uno de los movimientos de los pequeños.
“En las últimas semanas es normal verle prácticamente a diario por aquí”, nos indica un vecino del barrio. “No puede ser, vive en Asturias”, le comentamos. “Pues por aquí está casi todos los días últimamente”, nos asegura. Se trata de uno de los nuevos barrios residenciales del norte de Madrid. Allí viven las dos hijas –Icíar y Elena– que tiene de su primer matrimonio, con Elisa Fernández-Escandón Ortiz. Ese día se encuentra con uno de sus yernos.
A quien no se le ha visto por allí es a María Porto, su actual mujer –la tercera, tras el fracaso matrimonial con la joven Gema Ruiz–, según nos señalan. Parece ser que la marchante de arte y exdirectora de la galería Marlborough no ejerce de abuela con los nietos de su marido. La exmujer de Virgilio Cano, exconsejero socialista de la Comunidad de Madrid cuando gobernaba Joaquín Leguina, se casó con Cascos a finales de enero de 2006 en una boda celebrada en la más absoluta intimidad. Son varias las veces que se ha cuestionado la continuidad del matrimonio a consecuencia de que viven separados. Ella en Madrid y él en Asturias, donde tiene responsabilidades políticas como secretario general de Foro Asturias. Solo se ven los fines de semana, cuando ella se marcha al Principado, salvo en las ocasiones, como hemos podido comprobar, en las que el político viaja viaja a Madrid para disfrutar de la compañía de sus hijos y nietos.