Hasta ahora, en la estampa típica de los actos de celebración de la Comunidad de Madrid no faltaba la imagen de una Esperanza Aguirre (65 años) completamente entregada a los festejos de su tierra. Ya fueran los actos del 2 de mayo, el día de San Isidro o la Virgen de la Paloma, la expresidenta autonómica era fiel a su cita cada año y se volcaba con la celebración hasta el punto de ataviarse con la tradicional vestimenta que requería la ocasión. Pero a partir de este martes festivo en Madrid las cosas serán bien distintas.
El lunes de la semana pasada, Aguirre dimitía de sus cargos como concejal y portavoz del Partido Popular en el Ayuntamiento de Madrid, arrastrada por la Operación Lezo que le ha costado la detención al que fuera su mano derecha y sucesor en el cargo, Ignacio González (56).
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Se acabaron, pues, los desfiles por la pradera de San Isidro reconvertida en chulapa mientras lucía los paraguas del Partido Popular que presidía en Madrid, sus apariciones como concejal del ayuntamiento en el barrio de la Latina cada 15 de agosto (Virgen de la Paloma) y su presencia en la antigua Casa de Correos (sede de la Comunidad de Madrid) cada 2 de mayo en calidad de presidenta del PP madrileño -puesto que ya ostenta Cristina Cifuentes (52)-.
Las cosas han cambiado y la alegría y espontaneidad de la que siempre hacía gala Aguirre en estos festejos se han tornado en decepción y pesar por no haber supervisado "todo lo que debía" las actividades de González en la Comunidad de Madrid. Lejos quedan ya aquellos cánticos de la política junto a un grupo de mujeres en la pradera de San Isidro que hacían referencia a la puerta de Alcalá.