La luz de Carmen Sevilla se ha apagado para siempre. No obstante, será imposible borrar del recuerdo su viva mirada, sus décadas de éxitos en el cine español y su ternura al hablar de sus amadas ovejitas. Y es que su belleza, su simpatía y su atrevimiento como mujer en una época en la que aún el país se reprimía ante el sexo, le llevaron a alzarse con el título de "novia de España", aunque sus conquistas no se limitaron solamente al territorio nacional.

Los últimos años de su vida los pasó en el centro de mayores de Sanyres (Aravaca), a las afueras de Madrid, donde estaba atendida 24 horas debido a su débil estado de salud y al alzheimer que convivía con ella desde el año 2009. Pero pese a lo gris de sus últimos años, su vida se caracteriza por el éxito, por ser una de las estrellas más carismáticas del momento y sobre todo, por su belleza natural.

Su físico era envidiado y admirado por las mujeres a partes iguales, pero, ante todo, era el deseo de los hombres y se convirtió en el amor platónico de muchos de su época. Tanto fue así, que tal y como hizo la mismísima Marilyn Monroe, Carmen viajó una Nochevieja a Marruecos para animar a las tropas españolas y deleitar a los legionarios con sus sensuales movimientos y su voz, y seguro que robó algún corazón.

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Pocos olvidarán los apasionados besos de la sevillana en el cine de los años 50 y de cómo estos sorprendieron a un mundo que todavía miraba con recelo ese tipo de escenas en la gran pantalla. Esa rebeldía que acompañaba con su rostro delicado hicieron que los directores cinematográficos del momento, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras, quisieran tenerla en sus proyectos.

No sería de extrañar que alguno de los soldados se hubiera quedado prendado de ella, pues así lo hicieron mitos de Hollywood como Charlton Heston, Gary Cooper o el eterno Frank Sinatra. Todos ellos se fijaron en los dulces rasgos de Carmen, en su piel impoluta y su perfecta tez libre de cualquier intervención estética, sin excéntricos volúmenes ni excesivo maquillaje. Su belleza era como ella, natural, llana pero llena de luz.

Después de decir que no a muchos pretendientes de todos los rincones del planeta, fue el español Augusto Algueró el que consiguió llevarla al altar. De blanco, vestida por Pertegaz, virgen y pura. Así llegó a la Basílica del Pilar en Zaragoza el invierno de 1961 para dar el 'sí, quiero' a Algueró, haciendo gala de nuevo de su envidiable figura y su rostro de porcelana.

Carmen Sevilla y Augusto Algueró, en su boda en febrero de 1961. EFE

Carmen, abrazada a su único hijo, Augusto Jr, en una de sus últimas apariciones en 2010. GTRES

De este primer matrimonio nació su primer y único hijo, Augusto José (58). Sin embargo, al mismo tiempo que llegó la alegría al hogar con el nuevo miembro de la familia, la tempestad también llegó al matrimonio. Y es que la gran belleza y el espontáneo carisma de Carmen no parecían suficientes para su marido. Las infidelidades de él eran la comidilla de su entorno hasta que ella misma los constató.

Por eso, tras años callada y llorando en silencio, quiso hacer ver a su esposo lo que se estaba perdiendo con un más que sugerente posado en el que se mostraba en todo su esplendor tapando únicamente de forma estratégica sus zonas 'nobles' para la portada de la revista Triunfo -desaparecida en 1982- que, debido al alto contenido erótico, fue secuestrada de los kioscos a causa de la censura. Su riesgo no sirvió para encauzar la vida de su marido y finalmente, en 1974, se divorció del compositor.

Carmen Sevilla junto a Paquita y Lola Flores.

Esa atrevida actitud que tomó la actriz le llevó a protagonizar gran número de proyectos cinematográficos en los que exhibía sus encantos, aunque solo podían deleitarse con ellos los países extranjeros debido a la censura española. Tenía ya 40 años, pero a pesar de lo que esa edad significaba para el cine de la época, Carmen todavía podía permitirse mostrar su bella figura. Siete años más tarde, decidió dejar su carrera en el séptimo arte y alejarse de los focos, quizá con la intención de ser recordada por siempre bella y joven.

Por aquella fecha llevaba un par de años junto al empresario de cine Vicente Patuel y en 1985 decidieron darse el 'sí, quiero'. A ambos les unía su pasión por las películas y fue gracias a ellas por las que Carmen se reinventó como presentadora. Con su icónica belleza algo más apagada por el paso de los años, pero con sus impertérrita sonrisa comenzó su andadura como conductora de televisión, que destacó de manera curiosa por sus continuos errores y sus despistes en directo debido a su desentendimiento con las nuevas tecnologías. Y es que ella llevaba una década entregada al trabajo de campo, a la agricultura y a la granja. Sus famosas "ovejitas" eran toda su vida en los años 90 y cuando le ofrecieron el puesto en un programa de la pequeña pantalla su rutina dio un giro de 180 grados que le costó afrontar.

En el año 2000 un inesperado infarto de Patuel dejó viuda a la actriz. Tres años antes perdió a su padre y cuatro después falleció su madre. También en 2011 dijo adiós su exmarido y padre de su único hijo, Augusto Algueró. Pese a los feos vividos en su matrimonio, la intérprete no dudó en ir al funeral del cineasta e incluso lloró desconsoladamente ante su tumba.

Carmen Sevilla, destrozada en el entierro de Augusto Algueró. GTRES

Después de estos reveses, Carmen cayó enferma y desde entonces convivía con el alzheimer en una residencia de mayores a las afueras de Madrid. Una de las últimas imágenes que existen de ella fue tomada frente a la fachada del centro mientras la actriz lanzaba besos a los fotógrafos desde la ventana de su habitación con una gran sonrisa, esa que nunca le faltó sobre ese rostro del que tantos se enamoraron. Pero ya desde esa ventana su mirada estaba perdida y reflejaba su falta de recuerdo. Adiós a la novia de España. Hasta siempre, Carmen Sevilla.