Haber sido el yerno de uno de los hombres más rico del mundo es quizá la mejor escuela para labrarse un buen futuro económico. El jinete Sergio Álvarez (32 años) no ha perdido el tiempo y se ha empleado a fondo para asegurarse el sustento y, ya de paso, rehacer su vida tras el duro y complicado divorcio de la heredera del imperio Inditex, Marta Ortega (33). El deportista ahora sonríe. No es de extrañar teniendo en cuenta que sus negocios van viento en popa y ha consolidado su relación con una arquitecta alemana amante de la hípica.
Este fin de semana, la pareja se dejaba ver en la lujosa localidad de Saint Tropez de lo más acaramelada. Allí se celebraba el Torneo Longines Athina Onassis, una de las competiciones de saltos más importante del mundo y que abandera la nieta del armador griego Aristóteles Onassis. Sergio Álvarez participó en el evento bajo la atenta mirada de su novia, Nina Ulenberg, que seguía con especial interés cada movimiento del jinete, al que ayudó a vestirse.
La joven es una arquitecta alemana que hasta hace poco residía en Londres, pero que se trasladó a España para estar al lado de Álvarez. Aquí comparte con él su afición por los caballos, como ya ha demostrado en los eventos a los que han acudido juntos y en los que suele coincidir con su ex, Marta Ortega, habitual de este tipo de competiciones.
Al jinete le sonríe el amor después de la traumática ruptura con la hija de Amancio Ortega (80), hace ahora dos años y medio. Al poco tiempo de firmar los papeles del divorcio, el exyerno comenzó una breve relación con la modelo y actriz Charlotte Murray (28), Miss Costa Azul 2011, con quien la cosa no fraguó.
Ahora parece que ha encontrado la estabilidad emocional al lado de Ulenberg -que también ejerce como manager de jinetes-, algo que se suma al buen momento profesional que atraviesa. Es, en estos momentos, el mejor jinete de saltos de España, según la clasificación de la Real Federación, y por si eso fuera poco se ha asegurado de emprender varios negocios que no le van nada mal.
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En 2005, Sergio Álvarez fundó en su tierra (Asturias) una sociedad para la cría y entrenamiento de caballos de competición. Lo hizo junto a su hermano cuando Marta Ortega ni siquiera había irrumpido en su vida. Tras trasladar la empresa a Galicia durante su matrimonio, el divorcio le llevó, a él y a su compañía, hasta Madrid. Aquí se ha hecho, además, con una finca próxima al aeropuerto de Barajas con el objetivo de crear un Centro de Alto Rendimiento de hípica. El terreno, ubicado en la zona de La Moraleja, le sirve para el entrenamiento de caballos que compra y vende según el valor que alcancen en las competiciones. En muchas ocasiones, es él mismo quien monta a los equinos para darles visibilidad y situarles así en primera línea del escaparate hípico mundial. En la actualidad, su hermano se ha desvinculado de la compañía y es el administrador único de Álvarez Moya Horses, dedicada a la cría y explotación de caballos y que tiene activos por valor de cuatro millones de euros, según los datos del Registro Mercantil.
Hay que tener en cuenta que los triunfos en los torneos de hípica no suponen una cuantiosa fuente de ingresos. De ahí que el jinete se dedique a esta faceta empresarial con el mismo ahínco y afán que cuando compite. En algunos casos ha llegado a rentabilizar a sementales cuyos apareamientos le suponen ingresos notables.