Enamorados y tras cuatro años de amor. Así se casarán Ana Boyer (28 años) y Fernando Verdasco (34) el próximo viernes, y justamente esas dos premisas son las únicas que comparte con la boda de sus padres, porque en todo lo demás los enlace nupciales no tendrán nada que ver.
El 2 de enero de 1988 Isabel Preysler (66) y Miguel Boyer decidieron sellar su amor sin previo aviso. La pareja se acercó a las nueve de la mañana a los juzgados de la calle Pradillo de Madrid con la única presencia de dos testigos: sus amigos, Margarita Vega Penichet y José María Amusategui de la Cierva. Fue todo tan repentino que sus hijos se enteraron solo momentos antes de que tendría lugar la especial cita.
Intimidad, austeridad y sin invitados. La fotografía de la boda de la socialite y el exministro de Economía nada tiene que ver con la que protagonizará su hija Ana este viernes. Lujo, invitados vip, el Caribe y una exclusiva en su revista de cabecera. La menor del clan Preysler se ha rebelado contra el tipo de enlace que hizo su madre y quiere todo lo contrario.
En oposición a la boda civil de sus padres, Boyer y Verdasco se darán el 'sí, quiero' por el rito religioso, con vestido nupcial de princesa incluido -firmado por Pronovias- y ante la mirada de medio centenar de invitados. La lista de asistentes estará repleta de nombres muy codiciados por la prensa rosa, es por ello que el enlace estará protegido al máximo de posibles curiosos y más aún de los paparazzi que pretendan acabar con la blindada exclusiva.
El estrés por la boda búnker predominará durante todo lo que dure la fiesta, algo por lo que no temían Isabel y Miguel Boyer hace 30 años, ya que posaron con naturalidad a la salida de los juzgados. Ambos, vestidos de manera elegante pero sin trajes nupciales, hablaron ante los micrófonos de los periodistas y mostraron su felicidad delante de todos los medios, algo que solo podremos ver en una revista específica en el caso de su hija.
La capital madrileña fue testigo del amor de Preysler y Boyer, y pese a ser el lugar natal de los futuros contrayentes, estos han preferido volar a 7.000 kilómetros de distancia para jurarse amor eterno. La isla de Mustique será el marco que ambientará las fotos nupciales del tenista y su pareja, un lugar que no solo es exótico y aislado, sino que también esconde una historia para la novia: fue el refugio donde pasó muchas vacaciones junto a su padre.
El recuerdo especial de su progenitor no faltará durante su boda, como tampoco lo hará su madre, ella sí presente y encantada de codearse con tantas personas de la alta sociedad y del deporte. Las Bahamas se convertirá en el centro de reunión de decenas de rostros conocidos y poderosos para atestiguar el 'sí, quiero' más esperado del año. Serán 50 invitados, contra los únicos dos que hubo en la boda de los padres de la novia.
Isabel y Miguel se ahorraron, gracias a su austera boda, los preparativos y las gestiones para alojar a los invitados en un hotel al otro lado del Atlántico. Encontrar vuelos en mitad del puente de la Constitución, controlar las escalas en Miami o Nassáu, alquilar helicópteros para volar hasta la zona de la isla de Mustique donde tendrá lugar la boda y conseguir habitaciones para todos los invitados en el mejor alojamiento del destino. Toda la organización ha corrido a cargo de los novios, pero no así los gastos, ya que los asistentes se han encargado de ingresar el valor de su estancia en la cuenta corriente de los contrayentes para que estos gestionaran los detalles.
La del viernes será la boda del año, o al menos eso es a lo que aspiran los novios. Y es que Ana Boyer habrá heredado el rostro de su madre, su gusto por la belleza y la vida de lujo, pero ha preferido desligarse de lo que hicieron sus padres en el día más especial de su vida y casarse por todo lo alto -y a cal y canto-.
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