Era una mujer todoterreno. Si algo definía a Aline Griffith, la condesa viuda de Romanones, periodista y espía, es que siempre fue una guerrera. Su curiosidad la llevó a los escenarios más inesperados para una joven nacida en el pequeño pueblo de Pearl River, en el estado de Nueva York. Desde ser una infiltrada del gobierno norteamericano como agente secreto en la época de Franco a emparentar, de lejos, con la "amiga entrañable" del rey Juan Carlos, Corinna Zu Sayn-Wittgenstein (52 años).
Aline, fallecida en la noche de este lunes a la edad de 94 años en Madrid, sólo era una joven norteamericana enviada a España en "servicio especial" durante la última gran guerra cuando se convierte, por su matrimonio con un aristócrata español, en Condesa de Quintanilla. Ahí comenzaba su fulgurante periplo por las altas esferas sociales de la capital española.
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Encuentros con la KGB
Bajo la tapadera de un supuesto trabajo en una multinacional norteamericana, Aline se deslizaba en la escena madrileña tras los pseudónimos Butch o el más español Tigre. En esa época parecía vivir en una película constante. Su objetivo no era otro que conseguir la mayor cantidad de información, eso sí, salvando su propia vida. Una época en las que las palabras podían pesar tanto como las balas para una espía americana que mantenía encuentros con miembros de la KGB. Debutó en 1944.
Aline actuaba y se confundía. Iba con unos y con otros. Se movía, se reía. Era una mujer con carácter. Y eso no le eximió de ser testigo presencial de un intento de asesinato contra Franco. O de desenmascarar la red de espionaje de Himmler en España. O de montar una cadena de espías en Madrid. O incluso de participar en las operaciones paralelas a la invasión de Francia. Porque Aline fue una pieza clave en la guerra de desinformación contra los alemanes.
En ese Madrid de los años 40 conoció a Luis Figueroa, conde de Quintanilla, en la recepción del Hotel Palace. Con él, a quien confundió con un botones en su primer encuentro, estuvo casada cuarenta años y tuvo tres hijos. "Nos quisimos mucho, era un hombre apuesto y culto", aseguraba la propia condesa en una entrevista a Efe.
Celos de su amiga Audrey Hepburn
Gracias a él entabló amistad con los presidentes de Estados Unidos Richard Nixon y Ronald Reagan, con Jacqueline Kennedy, la duquesa de Alba o Imelda Marcos; con los duques de Windsor, e incluso con Ava Gardner, Deborah Kerr, Grace Kelly y Rainiero de Mónaco; así como de Audrey Hepburn. De la mítica protagonista de Desayuno con diamantes le unía algo más que amistad: los celos. A Aline no le daba vergüenza reconocer que llegó a sentir envidia de la icónica actriz.
La Condesa de Romanones tenía otra gran pasión: la moda. Con ella alcanzó gran notoriedad en las pasarelas más emblemáticas de Estados Unidos. Su estilo es bien recordado en Madrid. Siempre elegante, siempre con ese aura de las grandes estrellas. Destacaba su gracia y desparpajo. Pero, especialmente, sus espectaculares joyas.
Sus esmeraldas, en manos de Corinna
Ése fue uno de los vínculos que mantenía con la "amiga entrañable" del emérito rey Juan Carlos. Por un lado, Corinna debe su título de princesa y alteza real a su segundo matrimonio con el príncipe Casimir, un casanova alemán casi una década menor que ella, del que está divorciada. A su vez, Casimir es sobrino de Luis de Figueroa y Griffith, conde de la Quintanilla. Este hijo de la condesa de Romanones estuvo casado con Theresia, una de las numerosas princesas Zu Sayn-Wittgenstein.
Aunque quizás el más llamativo sea el de las piedras preciosas. Las grandes joyas adornaban cualquier atuendo de Aline Griffith. Eran casi su marca personal. Y, hace tres años, Corinna lució por primera vez un impresionante collar de esmeraldas (convertible en tiara) del que la aristócrata se desprendió y que más tarde fue subastado en 2012 por Sotheby's en Ginebra por cerca de 257.000 euros. El complemento tiene una gran historia: también ha pertenecido al maharajá Ajit Sing, hijo del maharajá de Kapurtala y de la actriz española Anita Delgado. En los años 60 el collar fue adquirido por el joyero Luis Gil, quien la remodeló en su diseño actual y, más tarde, fue comprada por el conde de Romanones para regalárselo a Aline.
Pero la faceta más conocida en la actualidad reside en su pluma. Aline se dedicó, en los últimos años de su vida, a poner sobre papel sus vivencias. Ya entonces estaba aquejada de un enfisema pulmonar que dificultaba su vida. Puede que su fallecimiento no sea la última noticia que protagonice la Condesa. Desde la muerte en 2012 de Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno y Seebacher, condesa de Torre Arias y prima hermana de su marido, la preocupación de Aline Griffith fue intentar impugnar a toda costa la millonaria herencia de la fallecida, gestionada en la actualidad por una fundación que preside Teodoro Sánchez-Ávila, quien fuera su administrador hasta el final. Por eso, se antoja que su herencia será motivo de disputas familiares. Quién sabe si darán para protagonizar una película a la altura de la vida de la condesa.
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