No solo fue solo de su melena rubia, ni sus peras de Lleida, ni su espectacular físico lo que enamoraron a Gustavo González (52 años), el zoom del que se enamoró María Lapiedra (33). También le fascinó su extraordinaria sensibilidad literaria, su inteligencia, su capacidad para demostrarle lo que sentía por él, su dulzura, su ternura, su romanticismo.
Por eso se extrañó tanto de que hablara con tanta crudeza y frivolidad de su amor en el polígrafo. No podía creer lo que estaba oyendo. ¿Por qué? María era otra cuando no había contacto corporal por medio. Para muestra, esta misiva. He aquí una carta que llegó a sus manos harto conmovedora firmada por María Lapiedra. El problema es que la había escrito un hombre, al que pagó, a lo sumo, con una lata de sardinas. Increíble pero cierto. Aún no es el día de los inocentes. Mañana te lo contamos todo sobre el Cyrano de Bergerac que enamoró a Gustavo con sus cartas y sus mensajes de amor.
Amado Gustavo:
Eres un tesoro. Todos los momentos que he pasado a tu lado los tengo guardados en una cajita dentro de mi corazón. Cada vez que pienso en ti no puedo evitar sentir una sonrisa de cariño que me hace crujir de emoción, como si fuera una piedra que se parte en dos. Nunca he amado a nadie con tanta pasión. Tus caricias son las más hermosas que me ha entregado nadie en la vida. Jamás di besos tan sinceros ni tampoco necesité nunca entregarme a alguien con tanta prisa y fuerza.
"Sentimentalmente" estoy echa una mierda. No puedo contigo ni sin ti. Pienso en tu familia, en tus hijos, en tu esposa… Me siento terriblemente mal por aquella vez que le conté nuestra historia de amor a Isma… se me inundan los ojos de lágrimas por todo el mal que he podido causarte. Te juro que me hace temblar de pena. Nunca quise jugar contigo ni hacerte mal. Antes me hubiera cortado la lengua que utilizarla para fastidiarte. Te prometo por mi padre y madre, por mi abuela a la que he querido tanto, que jamás contaré nada de esta segunda etapa de amor que vivimos. Siempre que lo necesites lo negaré todo.
El mejor camino que tengo para demostrarte que mis sentimientos no son nicamente palabras es apartarme de ti, nunca como amiga, por favor, siempre que me necesites estaré ahí por ti pero sí como amante. Sólo quiero tu felicidad y soy demasiado poco para proporcionártela, en cambio tu familia sí puede y lo sabes. Hemos de dejar de mentirnos y ser conscientes de que tenemos que dejar de torturarnos y, sobre todo, dejar de torturar a las personas que te aman y te necesitan más que yo. Tu familia es algo real y lo nuestro una ilusión.
Mientras escribo este email, mi corazón me pide que borre cada palabra, que sea egoísta y piense sólo en mí, en mis necesidades, en mi placer… pero por una puta vez en mi vida, he de dejar de ser una niña y actuar como una buena mujer… te quiero tanto… Por favor, guarda tú también toda nuestra historia de amor en una cajita de tu corazón. Que yo también sea un tesoro para ti. No sabes ni puedes imaginarte cómo me duele escribir esto, pero no quiero ser recordada por ti como la puta que te destrozó la vida: sino como un amor que sólo quiso amarte, para siempre y de la forma más bella que se puede amar.
Te querré siempre y siempre te esperaré. Sólo mereces lo mejor en la vida y eso, está en tu familia. Mil besos, todo mi amor, siempre seré tuya.
Maria Pasqual.
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