Siempre me he peleado con todos aquellos que recuren al fácil titular de "Letizia, cada vez más Rania", por considerarlo completamente injusto. Nuetra reina Letizia (45 años), con sus maravillosos ojos verdes pardos de largas pestañas siempre le dio cien vueltas a la musulmana, salvo en el perfecto inglés, aunque es indudable que existe un parecido. Allá por el 2003, concretamente el 19 de junio, fui yo quien escribió en el diario 20minutos, en mi columna, las primeras líneas dedicadas a la que se convertiría muy pronto en princesa de Asturias.
"Al príncipe se le ha visto con una belleza de estatura media, delgada y con unas facciones a medio caminto entre las de Rania de Jordania (47) y Cindy Crawford (51), juntos han ido a ver la película Bowling for Coljumbine". Mi fuente no se dio cuenta de que era la presentadora del telediario nocturno de TVE pero me la describió así. Y cuando dio la cara había que reconocer que se parecía mucho a la reina alauita. Lo de Cindy no lo vi por ningún lado. Pero volvamos a Rania ¿Quién copia a quién?
Lo cierto es que ambas tienen algo en común. Una voz y una dicción perfectas y el hecho de que, sin haber cumplido aún cincuenta años, tienen más operaciones encima que el Banco de Santander. Bueno, perdón, operaciones no, retoques estéticos no invasivos. Esta semana Letizia volvía a convertirse en la protagonista de la semana tras aparecer en un acto del Museo Reina Sofía para hacer entrega de los Premios Fundación Víctimas del Terrorismo. El cambio era brutal, y sí, en la foto que encabeza nuestra información está igual a Rania, pero porque ambas comparten la misma la misma carencia. Al contrario que la Reina de Inglaterra (91) o Margarita de Dinamarca (77), estas reinas modernas carecen del arte de saber envejecer.
Cierto es que los tiempos actuales nos lo ponen muy fácil: un pinchacito aquí, un pinchacito allá, y adiós arrugas, entrecejo y piel marchita. Pero Letizia ha llegado al punto de no retorno, aquel en el que María Eugenia Martínez comienza a tener un aire con Mari Cruz Soriano (62), Arturo Fernández (88) u Olivia Valere. Un punto en el que dan ganas de remedar a Rubén Dario: ¡Surcos nasogenianos, bendito tesoro, os vais para no volver!
Le salva de ser un clon de ellas la profesionalidad de los que la tratan y su extrema delgadez, por eso solo se parece a Rania. ¿Y qué se ha hecho Letizia? Expertos consultados me cuentan que bótox en la frente, ácido hialurónico en las mejillas e hilos tensores en las mandíbulas, para evitar las llamadas líneas de marioneta y que se te caigan los papitos, el punto débil de Isabel Preysler (66). A nuestra reina, el recauchutado en el pómulo le ha cerrado un poquito los ojos. Y para que la cara se reposicione hacen falta 15 días en el caso del bótox, tres o cuatro en el del hialurónico y hasta dos meses con los hilos.
¿Por qué no han dejado a Letizia descansar un poquito? ¿Por qué le han cargado tanto la agenda? No tiene derecho, ella que puede, a doparse estéticamente como el resto de las mujeres que pueden permitírselo sin que nos enteremos. Luego se quejan de que frivolizamos sobre Letizia en Zarzuela.
"¿Qué va a hacer cuando tenga sesenta años?"
¿Por qué va a jugar con desventaja? Yo misma, si tuviera más dinero, me quitaría la brecha sísmica que me nace entre las cejas y que tapo con un flequillo o con el gorro de Atila sin éxito. Pero sueño con parecerme a Marilí Coll, no a Letizia. Nuestra Reina tenía un retrato de Dorian Gray viviente, su hermana, pero hasta ella, como su madre, empezó a retocarse. Desgraciadamente ya no tenemos oportunidad de saber cómo sería Letizia de seguir casada con su primer marido. El asunto parece casi un guion de Black Mirror. El problema es: ¿Qué va a ser de nuestra reina? Con tantos centenares de pinchazos a los cuarenta y cinco…. ¿Qué va a hacer cuando tenga sesenta años? No padece dismorfofobia, me cuentan fuentes muy fiables que la conocen, sino un digamos estilo de personalidad obsesivo en distintas áreas, una autoexigencia y un deseo de control que se extiende a su aspecto físico y corporal. Un ansia de perfección que le puede pasar factura. Cuando se mira en el espejo no repara en sus maravillosos ojos verdes, sino en sus defectos. Necesita verse especialmente bien. Y eso es peligroso, porque ocasiona un desgaste tremendo a medida que pasan los años.
El listón que se ha puesto está demasiado alto. Y no hay cirujano estético ni dermatólogo que puedan colmar sus expectativas en un futuro no muy lejano. El otro día, en Fitur, muchos se fijaron en las extrañas línea horizontales que le surgían a la soberana bajo los ojos, muy cerca de la nariz… ¡Inquietante! Dios salve a la Reina, su nariz aguileña tan personalísima se fue para siempre, pero no todo está perdido. ¿A qué está esperando el CNI? Que venga Tom Cruise (55), que ha dejado de pincharse, en aeroplano, y aterrice en Zarzuela para su última misión imposible: convencer a la Reina de que haga lo mismo.
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