Si por algo es reconocido Michael Robinson (59 años) en nuestro país es por su marcado acento inglés en las retransmisiones futbolísticas. Sin embargo, lo que pocos saben es que después de 30 años en España, el exfutbolista se ha marcado un objetivo: encontrar (y de paso demostrar) que su origen es español. Concretamente, gaditano.
"Puedo razonarlo", admite riendo en Chester. "Mis raíces hasta 1792 llegan hasta el condado de Cork. Y todo el mundo de Cork es blanco, pelirrojo y con pecas, Menos un 2%. Y ese 2% son los náufragos de la Armada Invencible. Bueno, pues en mi familia hay muy poco pelirrojo. Así que es de suponer que mi familia venga de la Armada Invencible. Y zarparon desde Cádiz y Finisterre, mayoritariamente. Y de gallego no tengo mucho…", bromea.
Pero, con o sin ADN, Robinson reconoce que abrazó definitivamente su 'españolidad' en la final del Mundial de Fútbol de Sudáfrica. "Estaba narrando el partido pero, si hubiese estado en casa viéndolo, me hubiese ido a la cocina a tomar algo por que no podía aguantar más. Estaba en estado de pánico. Cuando marca Andrés es maravilloso. Y muy especial. Andrés es un tío riquísimo, porque como persona es adorable".
Delantero en el Preston North End y en el Manchester City en el inicio de su carrera, Robinson acabó siendo uno de los fichajes más caros de su época cuando fichó por el Liverpool, donde consiguió la Premier League, la FA Cup y la Copa de Europa. Acabó jugando en el Osasuna (Pamplona) donde aterrizó sin saber nada de español.
"Yo pensaba que Osasuna era un lugar. Lo creí hasta estando ya entrenando con ellos. Yo solo entendía 'hola', 'adiós', 'gracias', 'cerveza' y contaba hasta cinco. Lo fundamental, ¿no?".
Sus años en el equipo navarro los recuerda como los más felices… Hasta su abrupta salida por una operación de rodilla que Robinson nunca pidió y que se hizo contra su voluntad.
"Yo era feliz allí. Había encontrado una maravilla en ese equipo. Pero tenía un problema, ya se lo había advertido antes de fichar. Estaba mal de la rodilla. Les dio igual. Me hicieron una intervención quirúrgica que yo no pedí y que no necesitaba. Seis semanas después de aquello, a los 19 minutos de volver a jugar, me quedé cojo".
Lo peor, sin embargo, estaba por llegar. "Años después, cuando volví a El Sadar como comentarista de la Liga para Canal+, pedí al gerente del club si mi hijo, de 7 años, podía saltar al campo con el capitán del Osasuna y su camiseta roja. Cuando el niño estaba en el túnel para salir de la mano de Iñaki Báñez, el delegado les separó e impidió a mi hijo saltar. Yo no sé qué diablos hice tan mal para que me tengan tanta manía, para inclusive hacerle eso a mi hijo… A mí pueden machacarme, pueden dejarme cojo, pero hacer eso a un niño de siete años… No he sido capaz de perdonárselo".
Y sobre sus continuas polémicas 'madridista-culé', ¿qué tiene que decir Robinson?: "Tengo el curioso estatus que en Madrid soy culé, en Barcelona soy madridista y en Valencia, pues depende de quién va primero".