Será la tercera y última oportunidad para Julio Iglesias (74 años) si no quiere que se le acuse de obstrucción a la justicia. Tal como ha podido conocer JALEOS, el juzgado de primera instancia de Valencia que lleva el caso de la demanda de filiación de Javier Sánchez (41) -tras admitirse las pruebas de ADN que abalaban en un 99,9% la relación entre el cantante y el denunciante- ha acordado intentar notificar por tercera vez el requerimiento, tras negarse sus empleados a recogerla en las dos veces anteriores.
Se le enviará a su domicilio de Ojén, en Marbella, pese a que en los últimos meses el cantante pidió que esta misiva se le fuera notificada en Punta Cana. Una medida que desde el entorno de Javier se entiende para ralentizar la resolución. Lo cierto es que para Javier Sánchez la esperanza que en un principio sintió ante su victoria en las pruebas de ADN, se ha tornado en desasosiego al ver que su padre sigue poniendo torpedos.
Hace unos semanas, el abogado de Sánchez, Fernando Osuna, hablaba con este medio de la imposibilidad de recepción de la demanda: "Queremos notificar la demanda pero no la cogen, se resisten. Si él no está en el domicilio hay gente para recoger la notificación, pero no la cogen porque dicen que no están autorizados. Igual tienen miedo y por eso nos dan evasivas". Pese a estas evasivas, Osuna hablaba de una tercera y única oportunidad, a la que ahora el juez ha dado luz verde.
Una paternidad muy controvertida
El valenciano ha luchado durante veinte años. Lo intentó todo hasta que el año pasado consiguió el ADN de la familia Iglesias. Lo hizo gracias a un detective privado que consiguió una muestra de su segundo hijo, Julio José Iglesias (45). El detective en cuestión le siguió durante un día, finalmente la rutina del joven le llevó hasta una playa, donde el hijo de Iglesias quiso surcar unas olas con su tabla de surf. Tanto deporte le agotó e ingirió agua de una botella tras su ardua tarea en el mar. Tras saciar su sed, Julio José se deshizo del recipiente de plástico en la primera papelera que vio en el parking público, momento en que el hombre se hizo con el ansiado botellín.
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