El 19 de agosto de 2015 la vida de Lina Morgan se fundió a negro a los 78 años después de varios meses superando una larga enfermedad. Como todo en su existencia, fue en la más estricta intimidad. Falleció la artista, el mito, la leyenda, dejando como legado años de arduo trabajo sobre las tablas, infinidad de aplausos y risas huecas y 40 millones de euros en su testamento. Entonces, sorprendió sobremanera que su última voluntad no fuera otra que legar sus bienes a Daniel Pontes, su chófer y hombre de confianza. Un hombro en el que llorar. Y es que, Lina vivió sola y murió del mismo modo. Tremendamente sola.
"Yo entiendo perfectamente que se lo dejara todo a la persona que estuvo a su lado día y noche, en las buenas y las malas. La sangre no es lo más importante a veces y la familia no lo es todo. Hay ocasiones en que alguien ajeno puede darte más cariño", asegura a JALEOS la actriz Mónica Pont (47), gran amiga y compañera de reparto de Lina en la serie Hostal Royal Manzanares. Nunca olvidará todo lo que la artista hizo por ella. Pero, ya que no tuvo hijos ni padres en vida, ¿por qué no compartió su herencia con sus cuatro hermanos?, interpela este digital. O, incluso, con sus sobrinos.
"Yo puedo hablar únicamente de sus hermanos mayores, de José Luis y Julia. Lina depositó toda la confianza en José Luis, era su mánager además de hermano. Sin embargo, él murió y sumió a Lina en una honda tristeza. De hecho, nunca volvió a ser la misma desde que faltó José Luis. Hizo la serie del Hostal porque se la cerró su hermano, pero justo cuando la terminó, espació sus trabajos. Desgraciadamente, Julia también murió. Con ella compartió todo, hasta casa y dos preciosos perros que la acompañaban cada día al rodaje", apunta la modelo un tanto melancólica.
Con los únicos hermanos en trato fallecidos, Lina se sintió más desangelada que nunca. Frágil y hundida. Eso sí, de los hermanos menores, nunca habló: "Que recuerde, jamás los nombró en ningún momento". Ante este gélido aspecto afectivo, Morgan volcó toda su confianza en su mano derecha, Daniel Pontes. A partir de entonces, "su vida estaba en sus manos". "Ella fue una buena mujer, gran cómica, pero también era muy hermética, seria, triste por momentos. Fue una gran desconocida y alguien muy impenetrable".
Ese celo la llevó a caer en los extremos, en la paranoia incluso. Cerró a cal y canto las compuertas de su parcela privada: "Desconfiaba de todo el mundo, no tenía ningún amigo. Puede que uno fuera Luis María Ansón (83). Sin trato con ningún familiar, muy desgraciada en el amor, sin gente a su alrededor, entiendo que en sus últimos años valorara el cuidado de Daniel Pontes. Al final, es lo que nos queda: el cariño". Por momentos, Pont no puede disimular la emoción al otro lado de la línea telefónica. De algún modo, le habría gustado ayudar a Lina a bajar la guardia de la sospecha: "Por ejemplo, siempre hablaba del desamor. Nunca tuvo suerte en ese terreno. Solo se enamoró perdidamente de un productor, pero estaba casado y ella sufrió como nadie. Ahí se cerró en sí misma más de la cuenta".
Repleta de opulencia
Mónica reconoce que durante años sobrevoló sobre Lina mucha leyenda y, ante todo, bastantes mentiras: "Ella era muy suya, muy especial, pero era buena persona y mejor compañera". Fuera de las grabaciones y los platós, Lina perdía con frecuencia la sonrisa y el brillo en los ojos. Su ánimo volaba bajo sin explicación: "Nunca hablaba de ningún detalle personal. Del trabajo se iba a su casa de El Retiro y no hacía vida social. No le gustaba". En esa línea, ¿Lina fue una mujer repleta de lujos y esplendor? "Totalmente, era una mujer que le encantaban las joyas, los abrigos de pieles. Tenía una casa impresionante y un coche jaguar. Era una mujer derrochadora, pero también lo ganaba con su trabajo". Eso sí, jamás se la vio disfrutando de viajes: "No le gustaban, siempre decía que prefería otras cosas".
Fuera de las muecas cómicas que tanto la encumbraron, Lina superó fuertes dentelladas de la vida, como el cáncer de garganta que padeció durante la grabación de Hostal Royal Manzanares o la enfermedad que la apagó para siempre. Y salió victoriosa de casi todo, una y otra vez: "Tenía una fortaleza increíble y se le quitaban todos los males con el trabajo. Vivió para trabajar. Amasó mucho dinero, compró el teatro La Latina y lo vendió cuando consideró. Mandó en sí misma hasta el último momento de su vida". Inclusive, en su soledad requerida impuso Morgan los tiempos: "Nunca le gustó llamar la atención o molestar. Sabía dónde estaba su lugar en cada momento". Esa garra, esa determinación, ese carácter lo imprimió en todas sus acciones. ¿La última? Su legado en forma de 'veto' familiar: "Premió al que se lo mereció, por encima de convencionalismos".
[Más información: Todas las mentiras sobre la muerte de Lina Morgan]